Decir ‘no’ es, en no pocas ocasiones, complicado. Si, además, es a nuestro hijo adolescente a quien hemos de dar un ‘no’ rotundo, la situación se puede enrevesar mucho más y acabar en discusión. Y, en cierto modo, tiene su lógica porque “a nadie le gusta recibir una negativa y a los adolescentes, menos”, subraya la educadora Diana Al Azem, autora del libro AdolescenteZ de la A a la Z (Plataforma Actual). En cualquier caso, por desagradable que les resulte recibir un ‘no’ por respuesta, los adultos no podemos dar marcha atrás en nuestra negativa porque el resultado sea un estallido emocional.
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“Los límites siempre son necesarios”. Lo son para los niños pequeños e incluso para los adultos, puesto que “vivimos en una sociedad con normas y límites (tráfico, protocolos, horarios, comunidades)”. En consecuencia, “podemos entender entonces que los adolescentes también necesitan normas y límites que les enseñen a considerar las necesidades y derechos de los demás, a seguir instrucciones y a adaptarse a diferentes situaciones de la vida”. Partiendo de esta premisa, “podemos ir flexibilizando dichos límites adaptándolos a su madurez, según la edad y la etapa de desarrollo”.
Claves para decir ‘no’ a un adolescentes
-Establecer normas. “Cuando proporcionamos reglas de manera clara y respetuosa, los padres ayudamos a prevenir situaciones peligrosas y enseñamos a nuestros hijos a cuidar de sí mismos”. Por eso, teniendo en cuenta que, “establecer límites adecuados ayuda a proteger a los adolescentes y a mantenerlos seguros”, lo correcto es proporcionarles esas normas. Ellos sabrán a qué atenerse y, aunque busquen excepciones al cumplimiento de la regla, les resultará mucho más sencillo entender una negativa por respuesta y, por tanto, habrá menos posibilidad de un desbordamiento emocional o de una discusión. Además, les proporcionará seguridad saber lo que se puede y lo que no se puede hacer.
-Ser coherentes. Si le decimos que no es por un motivo de peso, bien sea por su seguridad física o emocional o por cualquier otra razón. Por tanto, hemos de mantenernos firme en la negativa y no ceder por la reacción de nuestro hijo o por evitar la confrontación. Por un lado, le estaremos dando pie a que reaccione del mismo modo cada vez que le digamos que no a algo y, por otro, aunque él o ella ni siquiera sea consciente, le estamos generando inseguridad porque no tendrá claro cuándo una norma puede dejar de cumplirse.
Otra cuestión bien diferente es que esa respuesta la podamos revisar en otro momento, adaptándonos a nuevas circunstancias, como cuando consideramos que ha madurado lo suficiente como para permitirle libertades que antes le estaban prohibidas.
-Darle explicaciones. El ‘no’ debe ser impuesto con firmeza, pero también con respeto y eso pasa por explicarle el motivo por el que recibe esa negativa. De este modo, le demostramos que le tenemos en consideración, que nos importa que entienda nuestra postura y que el ‘no’ tiene un argumento de peso.
-Ser claros y concisos. La explicación hay que proporcionársela con claridad, pero también de la manera más concisa posible, sin extendernos demasiado en nuestra argumentación. Les resultará mucho más fácil comprender nuestra postura al respecto.
-Escucharle. Si queremos demostrarle que tenemos en cuenta su opinión, también debemos escuchar sus argumentos. En importante tener la mente abierta y ceder en algunos puntos si consideramos razonable lo que nos explica.
-Darle alternativas. Siempre que sea posible, tras el ‘no’ sería recomendable darle una alternativa a realizar en lugar de lo que él proponía. Por ejemplo, le decimos que no puede salir por la noche, pero le damos la opción de ofrecerle un plan diurno con sus amigos, como ir a comer fuera o comprar entradas para el cine. No siempre funcionará, pero en algún que otro caso puede servir para evitar conflictos (y además le estamos enseñando a negociar).
-Mantener la calma. Es fundamental que los padres mantengamos la calma, incluso si nuestro hijo adolescente reacciona de manera inapropiada. Esa serenidad será la mejor prueba de que nuestro argumento es válido y ayudará también a calmar un posible enfado del chico y, en caso de no ser así, siempre servirá para no empeorar la situación. “Debemos aprender a convivir con la emoción del enfado, manejarlo desde la calma y el respeto y dar herramientas a nuestros hijos para validar sus emociones sin reaccionar de manera violenta”.
Qué hacer si se desborda la situación tras nuestra negativa
“Los jóvenes viven una etapa en la que explorar el mundo, sentir que se alejan del paraguas protector de los padres y tomar sus propias decisiones son tareas casi obligatorias”, por eso en ocasiones intentan imponer sus propias normas. Y, no nos engañemos; sus reacciones pueden alcanzar tal calibre que lo más sencillo para la convivencia familiar puede ser ceder. Antes de eso, debemos tener muy presente que “la curva de la hostilidad tiene forma de montículo, igual que sube, baja”, recuerda Diana Al Azem. “Por lo tanto, lo mejor en estos casos es esperar a que el estallido pierda fuerza y, una vez las aguas se apacigüen, tratar de mantener un diálogo con el adolescente desde la comprensión y la escucha, pero también desde la firmeza sobre la decisión tomada”.