carmen cabestany© Libros Cúpula

Bullying

Carmen Cabestany alerta de los fallos en el sistema que impiden una auténtica lucha contra el ‘bullying’

Directiva de la Asociación No al Acoso Escolar con casi 30 años de experiencia como profesora, es testigo de primera mano de las carencias en centros escolares y en otras instituciones para atajar, de verdad, esta lacra social que tanto daño hace a tantos niños y adolescentes


11 de mayo de 2023 - 18:43 CEST

Se siguen cometiendo graves errores, aun a día de hoy, en lo que al acoso escolar se refiere y la consecuencia directa de eso es el sufrimiento de cientos de menores de edad. Carmen Cabestany, directiva de la Asociación NACE (No al Acoso Escolar) y docente con 27 años de experiencia, acaba de publicar El bullying es cosa de todos (Libros Cúpula, 2023), donde advierte de la indefensión a la que la sociedad expone a las víctimas. “¿Podemos entender que no se aborde el tema del  bullying  en las facultades de Educación, ni en Pedagogía, ni en Psicología?” o que la policía, en algunos casos, “pretenda un careo entre víctima y agresores”?, se pregunta.

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La cuestión es que una gestión inadecuada de un caso de acoso escolar puede dar lugar a consecuencias demoledoras. Alerta que no suele ser posible reconocer señales de alerta de un suicidio en menores de edad: “por los casos que conocemos, que lamentablemente son demasiados, sabemos que se quitan la vida de un momento a otro; a veces, incluso, pueden mostrarse contentos cinco minutos antes de tirarse por la ventana”. Hemos hablado con ella para averiguar más acerca de los fallos del sistema y de qué habría que hacer para atajarlos.

¿Las víctimas del bullying tardan, por lo general, en confesar en casa o a algún profesor por lo que están pasando?

Sí, según las cifras que tenemos, solo el 14% se lo dice a los padres y solo el 10% a los profesores, y cuando lo dicen solo cuentan una parte... El 16% nunca dice nada; lo llevan dentro durante años. Es una herida abierta que supura y que causa mucho dolor, hasta el punto de que, en ocasiones, como ha ocurrido recientemente con Claudia [la chica de Gijón que se ha quitado la vida tras mucho sufrimiento], se suicidan años después de los hechos. Otras veces, como sucede en Estados Unidos, antiguas víctimas entran en un centro educativo, arma en mano, y causan una masacre.

¿Puede una agresión puntual ser considerada bullying?

Sí, si es un hecho lo suficientemente grave como para causar secuelas importantes. En una ocasión, a un joven lo tumbaron sobre una escalera y le pusieron una navaja en la garganta. Como resultado, se presentó en él toda la sintomatología del estrés postraumático y las consecuencias permanecieron durante años.

Cuando la víctima se defiende, ¿deja de ser visto como tal, como víctima, por compañeros y profesores?

Sí, puede suceder… En principio, la mayoría de las víctimas no tienen capacidad de defensa, por eso las elige el agresor. Pero, con el tiempo, pueden generar estrategias equivocadas para intentar frenar el maltrato que sufren. En estos casos, las escuelas suelen aplicar el “tanto monta, monta tanto”, sin tener en cuenta los antecedentes ni el origen del acoso; es decir, quién empezó a maltratar…

¿Cómo te sentiste la primera vez que, como profesora, te encontraste frente a un caso de bullying?

Pues no fui consciente de que estaba interviniendo en un caso de acoso escolar. En aquel momento, yo, como tantos profesores, no había oído hablar de ese problema ni sabía definir el bullying. No obstante, he de decir que siempre he intervenido cuando un alumno me ha pedido ayuda, y así lo hice. En este caso concreto, me enteré pasados los años de que había sido un tema de bullying. Mi exalumno, al encontrarnos un día por casualidad, me dijo: “Tú frenaste a los que me acosaban…”

¿Qué pasos diste y qué pasos hubieras dado ahora, tras años de experiencia?

Entonces, me encaré con el agresor y le advertí muy seriamente de que, si reincidía, tendría consecuencias serias. Ahora, sabiendo lo que sé, intento trabajar desde la prevención para que no se produzca el daño. Y, si se produce, procuro actuar radicalmente para cortarlo de raíz, aunque a veces eso depende de si te lo permiten o no quienes dirigen los centros educativos…

© GettyImages

¿Qué le aconsejarías a un profesor que sospecha de que se esté produciendo acoso escolar en su aula?

Pues que actuase en tres direcciones: blindar a la víctima, frenar al victimario y posicionar a los testigos. Lo que pasa es que, para hacer esto, los profesores necesitarían estar bien formados en temas de acoso escolar y no tener miedo a abordar estas situaciones. Los docentes necesitan capacitaciones efectivas y potentes que conciencien y sensibilicen. ¿Podemos entender que no se aborde el tema del bullying en las facultades de Educación, ni en Pedagogía, ni en Psicología? Para actuar en las tres direcciones mencionadas, hay que buscar la colaboración de la familia del agresor, pero esto es difícil de conseguir porque niegan los hechos y defienden a su hijo “caiga quien caiga”.

¿Y a los padres?

Los padres deberían ser conscientes de que este problema es muy grave y buscar información sobre el tema para hablar con sus hijos en casa y así poder prevenirlo. Cada vez es más normal hablar de drogas, de sexo… pero raramente se aborda el acoso escolar. En caso de que sean padres de la víctima, la primera medida es evaluar los daños para darle la asistencia que precise; la segunda, pedir protección al colegio. Si son padres del acosador, deberían entender que han de actuar de forma responsable, no sólo por la persona que sufre, sino también por su propio hijo. Si no lo hacen, lo condenan, porque es muy probable que repita su conducta y se convierta en un futuro maltratador.

¿Cómo pueden los compañeros de la víctima intervenir, avisar, sin convertirse en víctimas ellos también por hacerlo?

Practicando aquello de “la unión hace la fuerza”. El agresor solo se atreve con uno o dos, pero si ve que hay un grupo de compañeros que se enfrenta a él, parará. Lo que sucede es que un líder negativo puede manipular a toda una clase. Una de sus armas es la palabra “chivato”. Los profesores han de aprender a desmontar esta estrategia manejando conceptos como “justicia”, “respeto”, “empatía”, “solidaridad”…

¿Cómo debería ser el protocolo de actuación ante el bullying en todos los centros escolares para que realmente funcione?

Pues el mejor protocolo es aquel que no se ha de implementar nunca porque tenemos un buen sistema de prevención. No obstante, si esta falla y lo hemos de abrir, se tendría que hacer lo antes posible y con la voluntad de que saliera la verdad, no de ocultar los hechos como frecuentemente sucede… ¿Y por qué sucede esto? Porque el centro es juez y parte y manipula el procedimiento, con lo cual el resultado es, casi siempre, negativo: “No hay acoso escolar”. Lo ideal sería que participasen agentes externos en la supervisión de todo el proceso, agentes que no tuvieran conflicto de intereses.

¿Pueden las víctimas recuperarse emocionalmente de la situación vivida?

Por supuesto, pero no es fácil. La recuperación depende, en gran medida, de factores como la intensidad del maltrato, la duración, la capacidad de resiliencia, la ayuda recibida… Es frecuente que los niños acosados tengan problemas de relación en el futuro, o de autoestima, o de inseguridad…

¿Es posible reconocer señales de alerta en un niño o niña que sufre bullying para saber si está dispuesto a quitarse la vida para acabar con el sufrimiento?

Es posible reconocer las señales de alguien que sufre acoso escolar. En cuanto a las que alertan sobre la posibilidad de un suicidio, por desgracia, la mayoría de las veces los niños no avisan. Por los casos que conocemos, que lamentablemente son demasiados, sabemos que se quitan la vida de un momento a otro; a veces, incluso, pueden mostrarse contentos cinco minutos antes de tirarse por la ventana. El suicidio, en los más jóvenes, no tiene las mismas características que en los adultos; por eso urge extremar las precauciones y dedicar todo el esfuerzo necesario a trabajar desde la prevención.

¿Cuándo es preciso llamar a la policía para ponerlos al corriente de lo que está ocurriendo?

Cuando son infructuosos los esfuerzos de los padres para que el centro actúe y, especialmente, si se han producido lesiones. Lo que sucede es que hay lesiones graves que no dejan huellas, que no se ven, pero que afectan moral y psicológicamente a las víctimas. Estas lesiones también son denunciables, pero la policía tiende a no tomarlas en consideración porque no dejan marcas en la piel. Siempre es conveniente hacer acopio de pruebas por si hay que denunciar.

En tu libro cuentas el caso de Nadia, una niña de 14 años que prefería tirarse por la ventana antes que ir al instituto y a la que la policía no la apoyó como sería de esperar; ¿cómo debería ser la intervención policial en casos similares?

La policía, como otros sectores sociales, debería tener una formación adecuada en acoso escolar, y mucha sensibilidad para tratar los casos. A veces, las fuerzas del orden actúan bien, pero otras, por desgracia, disuaden de denunciar, se posicionan al lado del colegio sin tomar siquiera declaración a la familia, pretenden un careo entre víctima y agresores, entrevistan a estos en grupo en vez de hacerlo individualmente… En poblaciones pequeñas, donde todo el mundo se conoce, suele suceder que la policía se ponga declaradamente al lado del centro educativo.