El trastorno bipolar se asocia, por lo general, a personas adultas y, si bien lo más común es que sus síntomas se detecten a edades más avanzadas, también puede darse en la infancia y en la adolescencia. Y, como en cualquier otro trastorno, es importante un diagnóstico precoz para paliar los síntomas, ya que algunos de ellos condicionan notablemente la vida del niño, puesto que “se considera una enfermedad mental en la que el paciente pasa, en instantes, de un extremo al otro: de depresiones severas, que son estados emocionales bajos, a manías e hipomanías, consideradas estados emocionales altos”, aclara Paola Porrúa Ocejo, psicóloga clínica y neuropsicóloga del Centro Psicológico Loreto Charques, en Madrid.
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“En la niñez, los estados emocionales bajos suelen ser apatía, poco interés en las actividades de la vida diaria y movimientos lentos”. El contraste es muy grande cuando aparecen “episodios grandes de excitación y euforia, que pueden manifestarse con mayor (manía) o menor intensidad (hipomanía)”. Aunque pueden darse ambos, “en la infancia y adolescencia los estados más frecuentes son los emocionales bajos, con episodios depresivos”.
En adultos con trastorno bipolar, por el contrario, “los estados más frecuentes son los emocionales altos, en forma de manías e hipomanías”. Sea cual sea el estado emocional predominante, “algo que tienen en común los pacientes de diferentes edades afectados por este trastorno son los cambios de humor excesivos”, indica la neuropsicóloga. En niños, “adicionalmente aparecen problemas de sueño, pasan más horas dormidos de lo que les correspondería por edad”.
Cómo reconocer síntomas de trastorno bipolar en niños y adolescentes
Este trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo “se puede diagnosticar antes de los 10 años”, pero ¿cuándo acudir a un profesional en busca de ayuda psicológica o psiquiátrica? ¿Cómo identificar los síntomas en nuestro hijo? Habría que tener en cuenta “rabietas frecuentes y graves, acompañadas por estados de ánimo alterados, como una continua irritabilidad en sus diferentes entornos”. No debe tratarse de algo puntual o que se da únicamente en una época a raíz de un motivo concreto, sino que “esta sintomatología debe persistir más de un año”.
Se trata de un trastorno que afecta también al bienestar emocional del resto de la familia, no solo del afectado, puesto que en las fases de estado emocional bajo, verán a su hijo sentir una gran tristeza, con la consecuente apatía y dificultad para hacer casi todo tipo de actividades, además de sentir incluso dolor físico (de estómago o de cabeza, por ejemplo), a lo que hay que unir que algunos llegan a pensar en la muerte.
Por otro lado, los episodios de euforia resultan incluso aún más complicados, ya que, aunque el menor se siente muy feliz, puede experimentar un mal genio muy elevado, lo que afecta directamente a la convivencia tanto en casa como con otros niños de su edad. A eso hay que sumar el estrés constante de los padres por miedo a que le ocurra algo a su hijo, ya que esa euforia desbordada les puede llevar a enfrentarse a situaciones peligrosas.
En estas fases de estado emocional alto, el niño o adolescente con trastorno bipolar puede compartir síntomas con el TDAH, ya que entra en una especie de hiperactividad que le lleva a hablar muy rápido sobre temas de diversa índole y, además, suelen dormir poco y aun así no sentirse cansados. De hecho, un mismo niño puede presentar tanto trastorno bipolar como TDAH.
El trastorno bipolar en la adolescencia
Si esta enfermedad mental ya es difícil de por sí en cualquier etapa de la vida de una persona, “en la adolescencia lo es aún más, ya que no solo intervienen los cambios de ánimo puramente de la patología, si no también todo lo que incluye ser adolescente: cambios hormonales, paso a la madurez y aumento de la autonomía”.
En este sentido, “las dificultades más frecuentes en esta área suelen manifestarse en forma de falta de control de sus emociones y comportamientos , lo que afecta el aspecto social, familiar y escolar”. La familia nuclear, por tanto, “suele sufrir con este diagnóstico y busca todas las alternativas para ayudar a su hijo, pero la carga emocional suele ser desagradable”. Por eso, les será de gran ayuda a ellos también “la terapia psicológica servirá para acompañarlos, apoyarlos y darles el tiempo y las herramientas necesarias para asimilar el diagnóstico y poder trabajar de la mejor manera la patología”.
¿Por qué algunos menores de edad tienen trastorno bipolar?
El trastorno bipolar “se desarrolla por dos factores principalmente: uno es la genética y otro el entorno en el que se desarrolle el niño”, indica Porrúa Ocejo. “Los entornos estresantes pueden desencadenar el trastorno bipolar, por tanto, es un factor a tener en cuenta, dado que todavía hay muchas incógnitas en torno a esta patología”.
De cara al diagnóstico y puesto que “tiene comorbilidad con otras patologías como es el TDAH, es importante hacer un buen screening para recibir el tratamiento adecuado”. Además, el obtener un diagnóstico precoz favorece la posibilidad de iniciar un tratamiento en edades tempranas y, de este modo, “podemos reducir el riesgo de complicaciones mentales, emocionales, físicas para desarrollar problemas de salud mental a largo plazo”.
Así debe ser la terapia en niños y adolescentes con trastorno bipolar
Para que poder llevar a cabo la terapia más adecuada al paciente, “lo primero a tener en cuenta es el tipo de trastorno bipolar que se tiene”. Este puede ser: trastorno bipolar I, “que se caracteriza por la presencia de un episodio maníaco”, y trastorno bipolar II, “que se caracteriza por episodios Hipomaníacos junto a episodios de depresión mayor”.
Una vez valorada la tipología de trastorno bipolar que padece el menor, se pauta el tratamiento, que “debe incluir una terapia farmacológica, cambios en el estilo de vida y una terapia cognitivo conductual TCC”. Con esta terapia conductual, se busca que el niño comprenda qué es lo que desencadena cada uno de los episodios y cómo manejar sus pensamientos para intentar evitar que aparezcan.
“Un adecuado manejo de emociones y comportamientos en la niñez y la adolescencia ayudará a mejorar la patología y aumentará su calidad de vida”. Además, “la patología también mejorará si desde pequeños se realiza un trabajo exhaustivo en cuanto al cambio de hábitos ”. Este cambio “debe incluir el deporte, sueño de calidad y una dieta saludable, con lo que nos será más fácil controlar la sintomatología”.