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ni o triste© iStockimages

Psicología

Disincronías en niños con altas capacidades o por qué a veces parece que van a dos velocidades

Tienen tan desarrollado su intelecto que en ocasiones ‘choca’ con otras capacidades que evolucionan a ritmo ‘normal’, lo que tiene para ellos importantes consecuencias


3 de mayo de 2023 - 12:57 CEST

Los niños con altas capacidades también se encuentran con obstáculos añadidos por su superdotación. A pesar de que la suya es una condición admirada socialmente, esta no implica que todo les venga dado (ni siquiera académicamente). Entre las dificultades con las que la mayoría de ellos se encuentran son las disincronías, que vienen a ser una falta de sincronización o de equilibrio entre las distintas capacidades que tiene el niño o la niña.

Es decir, que en algunas áreas tendrá un desarrollo por encima de la media, de lo que le corresponde por edad, y en otros no, lo que le puede generar problemas de diversa índole, que pueden ir desde el fracaso escolar hasta conflictos sociales (entre los que se incluye el bullying, que son especialmente susceptibles de sufrir), pasando por otros problemas relacionados con la conducta. Las disincronías explicarían, en parte, muchas de esas dificultades.

Disincronías internas

Como su propio nombre indica, las disincronías internas afectan a su mundo interior, a desequilibrios que le afectan a sí mismo como individuo. Entre las más comunes de estas disincronías se encuentran las siguientes:

  • Disincronía intelectual-afectiva. 

Hace referencia a su intelecto, enormemente desarrollado, y a su habilidad emocional, a un nivel madurativo normal, propio de su edad. Y esto les supone una gran dificultad porque “el rápido desarrollo de su inteligencia le permite captar información con fuerte carga emocional, que a veces no puede asumir porque su capacidad para gestionar su mundo emocional se está desarrollando a un ritmo más lento que la intelectual, es decir, a un ritmo más próximo al de los niños y las niñas de su edad”, aclara Susana Marcos, psicopedagoga especializada en evaluación de altas capacidades, co-fundadora de Educorienta y profesora de Másters universitarios. 

A esto hay que unir el gran desconocimiento de la mayoría de la población sobre las altas capacidades, incluso entre padres y profesores de niños con esta condición, puesto que en ocasiones esperan de ellos “una gestión emocional superior, equiparable a la de su desarrollo intelectual”. Se trata de “una actitud inadecuada de los padres”; siempre hay que “evitar darle a estos niños y a las niñas unas responsabilidades psicológicas por encima de las propias de su edad”, independientemente de que sean o no de altas capacidades.

  • Disincronía intelectual-psicomotora

Esta disincronía se refiere a la relación entre el intelecto y las habilidades motrices en el menor. Es decir, el desarrollo de su capacidad intelectual va muy por delante del desarrollo de sus movimientos, lo que se puede manifestar, por ejemplo, en la lectoescritura: el niño o la niña aprendería a leer muy pronto, a edades muy tempranas, pero su aprendizaje de la escritura estará más acompasado al de sus compañeros, ya que la destreza de su mano a la hora de manejar el lápiz y hacer el trazo no es tan rápida como su intelecto.

De nuevo, es común que los adultos que le rodean no entiendan este desequilibrio y le exijan avanzar al mismo ritmo en el aprendizaje de la escritura como en el de la lectura; además, los propios niños podría sentirse ávidos de plasmar por escrito pensamientos o razonamientos y no ser capaz de hacerlo. Tanto lo uno como lo otro les suele causar una gran ansiedad que les puede llevar a rechazar directamente aprender a escribir, así como algunos problemas de conducta.

  • Disincronía lenguaje-razonamiento

Si bien los niños con altas capacidades tienen generalmente un vocabulario muy amplio para su edad, su razonamiento está en muchos casos aún por encima. Es habitual que desarrollen mucho más y antes su capacidad de razonar que el lenguaje, lo que les dificulta expresar con palabras aquello que piensan o razonan, lo que les puede hacer sentir frustración y, al igual que en el caso anterior, ansiedad.

Niños en clase© iStockimages

Disincronía social

Este tipo de disincronía tienen que ver con la ubicación del niño en su entorno y con cómo se relaciona con él. Son tantos los ámbitos como círculos sociales tenga el menor, pero por lo general se dan en el centro escolar, en la familia y con sus compañeros.

  • Disincronía niño-escuela

Se produce cuando es el niño el que se tiene que adaptar al ritmo de la clase, muy inferior a aquel del que es capaz, lo que puede derivar en fracaso escolar. Al verse obligado a seguir conocimientos que él o ella ya posee o que le resultan especialmente fáciles, se acaba desmotivando. No necesita esforzarse para obtener buenos resultados académicos, de manera que no aprende ni a organizarse ni a estudiar, lo que le acaba repercutiendo negativamente a medida que va pasando a cursos superiores.

Afortunadamente, cada vez se tiene más en cuenta en los centros escolares a los niños con altas capacidades, a quienes se les ofrecen alternativas para que puedan avanzar al ritmo que les pide su mente.

  • Disincronía niño-familia

Esta disincronía hace referencia a las dificultades que presentan muchas familias para atender la demanda de conocimientos de sus hijos. En ocasiones, estos les formulan multitud de preguntas de toda índole (académicas, filosóficas, del sentido de la vida…) que sus padres no siempre saben cómo responder. Esto puede provocar ciertas complicaciones en los progenitores de cara a cómo afrontar la situación, especialmente si no han recibido el asesoramiento adecuado desde edad temprana para acompañar a su hijo.

  • Disincronía niño-compañeros

Dado que su intelecto no se corresponde con su edad cronológica, sino que es el propio de niños varios años mayor, es habitual que no comparta intereses ni gustos con sus compañeros de clase o de otros entornos en los que se relacione con niños de su misma edad. La consecuencia directa más común de esta situación es el aislamiento, que puede desembocar en otras consecuencias más graves como la depresión.