Marisol Salanova es escritora y crítica de arte. Acaba de publicar el libro Inteligencia artística (Ed. Plataforma), donde descubre cómo el arte ayuda en todos los ámbitos vitales desde la infancia, por ejemplo, mejorando el bienestar emocional.
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Hemos charlado con ella para que nos descubra qué papel tiene la creación artística en los primeros años de vida y de qué forma los progenitores pueden contribuir a que sus hijos crezcan con ese estímulo tan importante.
¿Todos los niños son creativos por naturaleza o es un mito?
Los niños emplean la creatividad para comunicarse desde muy temprano y su conocimiento es acumulativo. Básicamente, en cuanto un cerebro joven llega a establecer conexiones nuevas entre ideas está siendo creativo. Esto lo vemos quienes hemos estudiado filosofía de la mente, neurociencia o psicología, pero en la educación artística temprana se evidencia. De modo que no es un mito; sí, somos creativos por naturaleza de pequeños. Que las condiciones ambientales y otros condicionantes mermen o estimulen nuestras capacidades será determinante para convertirnos en adultos sometidos a la rutina o gozando de la divergencia creativa.
¿Qué aporta el arte al desarrollo del niño?
Vivimos en un mundo cargado de estímulos que a menudo cuesta digerir. En este sentido, el arte aporta un marco de referencia para ordenar dichos estímulos desde la sensibilidad y la empatía. Cuando iniciamos a los niños en el hábito de visitar museos y galerías de arte, lo que escuchan y ven, comprendan en mayor o menor medida qué tienen delante, activa la imaginación. Obras decorativas ayudarán en la interpretación de formas y colores, mientras que piezas complejas despertarán la conciencia crítica. Incluso existe una faceta terapéutica porque la expresión artística contribuye a fortalecer la salud mental y el bienestar emocional.
¿Por qué es importante la inteligencia artística, a pesar de que otro tipo de inteligencias son más estimadas socialmente?
En efecto, es importante. Fomentando nuestra inteligencia artística no solo adquirimos cualidades que enriquecen cualquier experiencia vital, también contribuimos a mejorar el mundo en más de un sentido: humanizándolo. En mi libro explico cómo está demostrado que reduce el estrés, mejora la calidad de vida y revela placeres cotidianos que suelen pasar desapercibidos. Cierto que se valora más otros tipos de inteligencia, por ejemplo en el mercado laboral. Sin embargo, la inteligencia artística es probablemente la que, en un futuro próximo, se distinga más de la tan temida inteligencia artificial.
¿Cómo se puede fomentar la capacidad artística en el niño?
Lo primero es educar la mirada. O sea, visitar centros de arte, familiarizar al niño con el ámbito artístico desde muy temprano. Que no lo encuentre extraño, como una actividad extraescolar a la que le obligan, sino que lo asocie a momentos de esparcimiento y disfrute voluntario con sus seres queridos. Mostrarle diferentes estilos de arte, recurrir a las actividades dirigidas que ofrecen los museos en su programación infantil, en definitiva, facilitar su acceso a la cultura. Crecer y madurar en contacto con creaciones artísticas permite saltar del pensamiento lógico y lineal a la divergencia creativa en cuestión de segundos. Esto nos ayudará a la hora de resolver conflictos y en la toma de decisiones cruciales que aparentan ser intrascendentes para los demás.
¿De qué manera se puede saber si un niño tiene capacidades artísticas sobresalientes?
Serán sobresalientes para unos e indiferentes para otros, dividir a los niños en una escala de capacidades artísticas no conviene en absoluto. El ritmo al que se desarrolla la inteligencia artística cambia de una persona a otra. Que a una edad alguien destaque dibujando o pintando no quiere decir que otra persona que tarda más vaya a ser menos talentosa. Hemos de ser cautelosos a la hora de emitir juicios de valor en torno a las capacidades creativas para no cortarle las alas a nadie. Soy muy crítica con las categorizaciones porque he investigado casos de fracaso escolar que escondían altas capacidades malinterpretadas como dispersión o pereza. De hecho, muchos grandes artistas sacaban malas notas de pequeños porque su mente se movía de un modo tan particular que, siendo listos y altamente sensibles, se les había dado por indolentes.
El gusto por el arte, ¿se hereda, se educa o ambas cosas?
El ser humano es creativo por naturaleza, desde que habitaba en cuevas hasta nuestro presente tecnológico. Todas las personas poseemos talentos ocultos, que permanecen latentes hasta que somos capaces de pulsar el interruptor que los pone en marcha y los hace visibles para nosotros mismos y para los demás. Así que, en parte, el gusto por el arte se ha heredado a lo largo de los siglos y en gran medida se educa, porque esa herencia es residual, requiere orientación. Aunque partimos de una base común, con diferentes habilidades, un sinfín de combinaciones de experiencias vitales y aspiraciones nos llevarán a desarrollar aptitudes artísticas o no, en función de cómo ejercitamos ese tipo de inteligencia dentro de nuestro contexto personal. Por eso no cualquiera es artista.