Las tablas de recompensas o cuadros de incentivos son una herramienta que se empleacon niños de entre 2 y 8 años para cambiar conductas reprochables, establecer rutinas y para reforzar comportamientos adecuados. Hay a la venta multitud de modelos diferentes a precio económico y, en cualquier caso, es de fácil preparación (no hace falta más que una cartulina, pegatinas y ser un tanto cuidadoso para tenerla lista en poco rato). Algunos profesores y pedagogos lo ven como un método muy eficaz para lograr una serie de cambios deseables en el niño, mientras que otros profesionales lo ven absolutamente desdeñable.
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En este sentido, Ana Roa, autora de Cómo educar en la cultura del esfuerzo (Toromitico, 2023), explica que “se trata de una herramienta que se ha utilizado mucho y se sigue utilizando”. Si bien, como ella misma apunta, esta herramienta “ahonda en el refuerzo positivo”, en caso de utilizarla habría que tener muy en cuenta que los objetivos a cumplir por los niños no se deben basar únicamente en ella: “bajo mi punto de vista, necesitaría un complemento importante basado en nuestro propio ejemplo porque el agente de control es externo y el esfuerzo requiere de motivación intrínseca”.
Nosotros no vamos a entrar a juzgar si es o no adecuada, sino únicamente exponer los argumentos de defensores y detractores de esta controvertida herramienta de crianza. Para ello, lo primero es explicar detalladamente en qué consiste y cómo se utiliza.
Qué es una tabla de recompensas
Una tabla de recompensas es, en definitiva, un gráfico presentado de manera atractiva para los niños con el claro objetivo de establecer un hábito o establecer una conducta adecuada en sustitución de otra. En uno de los lados, normalmente a la izquierda, se escribe (o se dibuja si el niño aún no sabe leer) el hábito o comportamiento que se quiere establecer y, de manera contigua, siete casillas correspondientes a los siete días de la semana. Cuando en la familia hay más de un hijo, se pueden incluir casillas por cada uno de ellos.
Cada vez que el niño consigue lo que se persigue, se coloca en la casilla del día en el que lo ha logrado una pegatina, bien con una cara sonriente, bien con una estrella o bien con algún otro dibujo que le guste al niño. Si no lo consigue, o no se pone nada o se pone una cara triste. También es habitual utilizar pegatinas verdes (cuando sí lo logra) y rojas (cuando no lo hace).
Lo adecuado es colocar la tabla en un lugar accesible al niño para que él la pueda visualizar correctamente e ir a ella cada vez que quiera comprobar si ha conseguido su objetivo o no. Hay muchos modelos en el mercado, desde tablillas de madera de mayor o menor tamaño a otras magnéticas que se pueden colocar fácilmente en la puerta del frigorífico. Según el modelo, se utilizan fichas o puntos en lugar de pegatinas.
Otra opción es elaborar tú mismo la tabla (procura decorarla con motivos atractivos para tu hijo, como de sus dibujos animados favoritos, por ejemplo) o descargar las cientos de versiones gratuitas que se ofrecen en Internet. Si eliges esta vía, recomendamos pegar después la hoja impresa en una cartulina y plastificarla para que aguante más tiempo.
En ocasiones, únicamente ver todas las pegatinas, estrellas o fichas de logros ya es una recompensa en sí mismo para el niño o la niña, si bien es habitual que los padres le obsequien si finalmente alcanza el objetivo que persigue. Para hacerlo correctamente, debería acordar con el pequeño la recompensa antes de iniciar el proceso para que el niño sepa con anterioridad cuál será su premio si se esfuerza.
Por qué sí usarla
Los defensores de las tablas de recompensas argumentan que es una alternativa a los castigos, que se trata de un refuerzo positivo de aquello que nuestros hijos sí hacen como deben o como se espera de ellos. El objetivo, por tanto, no es recalcar aquello que no logran, sino reforzar lo que sí consiguen.
La idea es ir de menos a más; es decir, comenzar por objetivos sencillos para él o para ella y, a medida que los va alcanzando, ir añadiendo otros que le cuesten un poquito más. El niño visualiza qué es lo que se le pide, algo muy práctico especialmente para los menores de 6 años, cuyo desarrollo madurativo no está aún lo suficientemente preparado para la abstracción. Entenderá más claramente qué es lo que debe hacer, así como si efectivamente lo está consiguiendo.
Por qué no usarla
Quienes reniegan de estas tablas de recompensas las ven como un refuerzo extrínseco, como apunta Ana Roa, es decir, ajeno al niño. Busca una recompensa, no el fin en sí mismo, por lo que este carece de valor y, además, funcionan solo a corto o medio plazo, al igual que los castigos. Iría en contra de lo que propugna la disciplina positiva, que propugna en contra tanto de los castigos como de los premios. “Nuestros hijos y alumnos no se convertirán en seguidores de la verdad y los principios a menos que su motivación proceda de un locus interno de control, es decir, mientras no aprendan autodisciplina”, señala la psicóloga y educadora Jane Nelsen en su libro Cómo educar con firmeza y cariño (Medici). “Tanto el castigo como los premios provienen de un locus externo de control”.
A esto suman que puede perjudicar la autoestima del menor. Por un lado, en caso de no conseguir el objetivo, se centrarán en eso, en que no lo han logrado, lo que afectará a su autoestima y hará mucho más difícil alcanzar en otro momento el fin que se busca. Por otro lado, cuando sí consigue el objetivo, le afectará a la autoestima porque puede entender que únicamente merece ser valorado cuando hace lo que se le pide, no por quién es.
Conclusión
Partiendo de que lo ideal es que los niños busquen hacer las cosas por sí mismo, por ese locus interno del que habla Nelsen, la realidad es que no siempre es fácil y, en el día a día, padres y madres tienen que lidiar con rabietas, malos comportamientos y con el estrés de intentar llegar a todo. Por eso, si optas por recurrir a la tabla de herramientas con tus hijos, la decisión será tan acertada como si optas por no hacerlo.
Presta atención, eso sí, a complementarla con tu propio ejemplo, como recomienda Ana Roa, y a que sea un mero recordatorio de aquello que tu niño o tu niña debe instaurar en su día a día. Ve mostrándole el valor que tiene aquello que se está esforzando por conseguir y, si al final decides hacerle un regalo, lo ideal sería que se tratase de algo no material (un día de excursión en familia, llevarlo a una piscina de bolas… o lo que más ilusión le pueda hacer). Sobre todo, acompáñale, procurando evitar que toda la responsabilidad recaiga en la tabla.