Los niños son impulsivos por naturaleza, ya lo sabemos, pero en ocasiones esa impulsividad va asociada a conductas disruptivas o, incluso, a riesgos para su integridad física o la de otros por no pensar en el peligro que puede conllevar una determinada acción. Aunque en la mayoría de los casos esa impulsividad irán reduciéndose a medida que el pequeño madura, en otros se hace imprescindible una ayuda para que el niño aprenda a controlarse en según qué situaciones.
“El trabajo dependerá de la persona, pero lo primordial es trabajar el control inhibitorio (ya que aumentar esta capacidad es la que hará disminuir la impulsividad), y el autocontrol”, apunta Beatriz Acosta López, pedagoga especializada en neuropsicología, atención temprana y atención a la diversidad (@psicoeducando.pt).
El control inhibitorio o la inhibición es la capacidad de responder circunstancias concretas de manera premeditada, es decir, con razonamiento y atención, en lugar de hacerlo de modo impulsivo o automático. Muy unido a ello va la flexibilidad cognitiva, que es la capacidad del cerebro para adaptar tanto la conducta como el pensamiento del individuo en situaciones nuevas; también hace referencia a la capacidad de pensar en dos asuntos diferentes al mismo tiempo.
“En paralelo, es importante realizar un trabajo de gestión emocional y autoestima” -indica la experta- “ya que es muy vinculante a la expresión de esa impulsividad y de la conducta”. Así, “el control inhibitorio puede trabajarse con juegos de mesa, actividades de movimiento, y actividades en ficha o tipo orales”. Estos son algunos de los juegos y actividades más comunes:
Fichas de ‘Stroop’
Estas fichas o tarjetas, que se pueden emplear con niños que ya sepan leer, son muy útiles para trabajar el control inhibitorio, así como la atención. Hay varios tipos: fichas color-palabra, fichas número-cantidad, fichas sombra-palabra. Cada una de las fichas ofrece información contradictoria y el niño deberá focalizarse en leer únicamente una de las cuestiones que se le piden. Por ejemplo, las primeras son tarjetas en las que aparece escrito el nombre de un color con tinta de otro; la actividad consiste en leer la palabra, no el color de la tinta. Habrá que hacerlo a una determinada velocidad que variará en función de la edad.
Las tarjetas número-cantidad, son fichas en las que aparece una cifra en concreto repetida un determinado número de veces (tres números 4, por ejemplo). El niño deberá leer el número de veces que aparece la cifra, no la cifra (y al revés en otro ejercicio). Otra versión es enseñarles sombras de animales en las que está escrita el nombre de otro (ej: la sombra de una jirafa con la palabra elefante escrita dentro del contorno); el niño tendrá que nombrar al animal de la silueta.
Fichas ‘Go No Go’
Se traducen como fichas de ‘hacer-no hacer’ y se pueden adaptar a diferentes edades, incluso a niños de educación infantil que aún no saben leer. Están orientadas, sobre todo, a trabajar la inhibición y la flexibilidad cognitiva, si bien también ayudan a estimular la concentración y la atención.
La actividad consiste en mostrar una serie de dibujos al niño y, antes de eso, darle la instrucción de que cuando vea el dibujo de un objeto concreto, diga el que se le indica. El resto de dibujos deberá nombrarlos de manera correcta. Por ejemplo: si se le enseñan dibujos de animales, se le podrá indicar que, cuando vea una jirafa, diga elefante, y el resto de animales que los nombre correctamente.
La técnica de la tortuga
Esta técnica es muy eficaz en niños menores de 8 años, pero es muy importante que el adulto la lleve a cabo correctamente o, de lo contrario, puede ser contraproducente para el niño, puesto que se le podría transmitir que debe reprimir su emoción en lugar de enseñarle a gestionarla adecuadamente para aprender a controlar sus impulsos, que es lo que se busca con esta actividad. Consta de varias fases:
1ª Contarle el cuento de la tortuga
También hay versiones en vídeo de este cuento en Internet que se les puede mostrar. El cuento trata sobre una pequeña tortuga a la que le costaba mucho controlarse cuando se enfadaba, que quería portarse bien, pero no siempre lo conseguía. Un día, se encontró con una tortuga muy anciana que le explicó que, cuando le ocurra eso, debe esconderse en su caparazón para calmarse.
Una vez dentro de su caparazón, lo primero es parar y, a continuación, debe respirar profundamente. El siguiente paso es recapacitar sobre la situación a la que se está enfrentando, buscar dónde está el problema y actuar en consecuencia.
2ª Enseñar al niño a relajarse
Una vez que ha entendido el cuento, el adulto le enseña a relajarse, a ‘meterse en su caparazón’. El objetivo es que tensen los músculos y después los destensen para que aprendan a diferenciar cuándo sus músculos están tensos y cuándo relajados, de modo que en una situación de estrés o de desbordamiento emocional, puedan relajarse por sí mismos y controlar así sus impulsos. Para ello se les pide que cierren los puños y los aprieten todo lo que puedan y, a continuación, que los abran y relajen.
3ª Recapacitar sobre la situación
Ahora viene la parte más difícil de esta técnica tanto para el niño como para el adulto. Es el momento de ayudarle a buscar el problema en determinadas situaciones y la posible solución. Será más fácil recapacitar en torno a una situación vivida y pensar cómo podría haber reaccionado, si bien lo importante es que aprenda a gestionar sus impulsos en situaciones por vivir. Una manera de ayudarles es imaginar contextos en los que se podrían enfadar o frustrar y reaccionar de manera inadecuada y pensar qué podrían hacer para obrar correctamente, controlando sus impulsos, pero no sus emociones (puede sentirse enfadado, por ejemplo, pero no debe pegar).
El escondite inglés
Un juego clásico, sencillo y divertido que será de gran ayuda para los más pequeños a la hora de ir aprendiendo a manejar su inhibición a través del control de habilidades motoras. Uno de los jugadores se coloca sobre la pared con los ojos cerrados y canta una canción:
1, 2, 3, al escondite inglés
sin mover las manos ni los pies
En lo que dura la canción, los demás jugadores deberán avanzar y quedarse completamente quietos antes de que el que la ha cantado se dé la vuelta. Cuando lo haga, si ve a uno de los participantes moverse, este habrá perdido. Ganará el primero que llegue a la pared sin haber sido descartado del juego por moverse.
Otros juegos
La rayuela, el juego de las sillas… Son muchos los que ayudan a los niños a manejar su control inhibitorio al tiempo que aprenden a manejar sus habilidades motoras. También hay muchos juegos de mesa que son muy útiles adaptados a diferentes edades, como Fipolino (a partir de 3 años) o Batalla de genios (a partir de 6). En el primero, vienen una serie de figuras y dos dados; el niño deberá escoger una u otra figura en función de lo que indique el dado: si lo que sale en los dos dados coincide, el jugador coge la figura que aparece en ambos; si no coincide, debe coger una figura que no coincida con ninguna de los dados.
El segundo, Batalla de genios, se ha convertido ya en un imprescindible en los hogares aficionados a juegos de mesa, puesto que tiene multitud de beneficios para los niños. Consiste en colocar las piezas en un tablero tal y como le indica cada uno de los retos del juego; el jugador que las coloca adecuadamente con mayor rapidez, gana la partida.