Tres de cada diez niños se muerden las uñas, una costumbre que puede perdurar hasta la edad adulta hasta en el 25% de los casos. El término médico que da nombre a esta conducta es onicofagia, y se relaciona con la ansiedad y con la impulsividad. Pero conlleva riesgos.
Para aclararnos de cuáles se tratan hemos recurrido a Jesús Paños Martín, psicólogo clínico y neuropsicólogo, responsable de la Unidad de Psicología Clínica de Infancia y Adolescencia del Servicio de Pediatría del Hospital Universitario San Rafael de Madrid.
Reduce la sensación de nerviosismo al niño
Cuando el niño (o el adulto) se muerden las uñas están intentando calmar el nerviosismo, la ansiedad o controlar su impulsividad. Se trata de un comportamiento repetitivo que el paciente no suele poder dominar, lo que le genera malestar y otras consecuencias, como destaca el experto.
“Si no se encuentran estrategias alternativas para disminuir la ansiedad, este tipo de hábitos se mantienen en el tiempo”, comenta. Y al repetirse, se automatiza. Así, “pueden estar asociados a determinados momentos del día donde los niños se notan más nerviosos o a determinadas actividades o situaciones”.
Sus implicaciones en el día a día
La onicofagia tiene consecuencias en distintos ámbitos. En lo que respecta estrictamente a la salud, puede provocar dificultades para realizar movimientos de precisión con los dedos que requieran el uso de la uña, como recoger objetos, abrochar botones..., tal como advierte Jesús Paños Martín.
Pero también hay riesgos para encías y dientes, pues los incisivos superiores e inferiores se desgastan prematuramente. Además, “las uñas mordisqueadas tienen dificultad para crecer uniformes y se crean microtraumatismos”, alerta. Eso sin olvidar las pequeñas infecciones por bacterias, hongos o cándidas de la uña, que se pueden trasladar a la mucosa oral.
En la zona de la uña puede haber inflamación y dolor, además de padrastros y verrugas.
Así afecta a las relaciones sociales
Pero la onicofagia también tiene otras consecuencias para los niños en el plano psicológico. “Es frecuente la ocultación y vergüenza por enseñar las uñas o un retraimiento cuando se trata de compartir actividades que conllevan la exposición abierta de las manos, por ejemplo, jugar con otros niños”, concreta el especialista del Hospital Universitario San Rafael.
Además, la ansiedad que provoca el hábito puede generar otras complicaciones asociadas, como baja autoestima, tics, fobias, inquietud motora o problemas a la hora de dormir, enumera.
¿Son aconsejables los esmaltes para evitar que se muerda las uñas?
En el mercado existen productos, como esmaltes o sustancias amargas, cuyo propósito es intentar evitar que el niño sienta rechazo al ir a morderse las uñas por el sabor desagradable que toman.
“En algunas ocasiones puede resultar efectivo, como mecanismo de autocontrol y señal de aviso, pero si la causa es la ansiedad no sirve de mucho”, comenta el neuropiscólogo. “La solución procede de la psicología clínica”, asevera.
Importante: no culpabilizar al niño
El niño que se muerde las uñas no suele poder controlar el hábito, por lo que no hay que culpabilizarlo por ello. Se trata de un tic, y estos no se hacen de forma intencionada. “Aunque los tics resulten molestos y socialmente inapropiados no sirve de nada prohibirlos o señalarlos porque el niño no puede controlarlos”, asegura Jesús Paños.
Es más, se puede producir el efecto contrario, ya que al llamarles la atención se incrementa la ansiedad y la tensión y esto puede repercutir en que se muerda aún más las uñas.
No obstante, ha que tener en cuenta, como tranquiliza el experto, que la mayor parte de los trastornos por tics son benignos, y así debe saberlo la familia y el menor (si muestra interés por ello). “Si además aprendemos algún turco para controlarlos, será más rápida su desaparición y no nos causarán consecuencias”, añade.
Retirar la atención y reforzar el control
Una de las primeras cosas que hay que hacer cuando los padres se encuentran con que su hijo se muerde las uñas es retirar la atención ante esa conducta. “Se llama extinción y consiste en no hacer ni decir nada cuando observamos que el niño o la niña se muerde las uñas”, explica el psicólogo.
En el paso siguiente, se refuerza y recompensa cuando no se las muerde. “Hay que dar instrucciones sencillas y claras, pero no repetirlas: ‘Veo que últimamente te muerdes mucho las uñas, es una pequeña manía, te voy a enseñar algún truco para controlarla... por ejemplo, cuando te mire y vea que no lo haces te voy a dar puntos y si veo que lo están haciendo no podré dártelos”, detalla.
No es bueno utilizar el castigo en este caso, porque “aumenta la ansiedad y el malestar y hace que se sientan observados”.
Cómo evitar que se cronifique la manía
Para prevenir la cronificación del hábito de morderse las uñas se pueden utilizar distintas técnicas, dependiendo de la gravedad del problema y de la edad del menor. Por ejemplo, a partir de los seis años ya se les pueden enseñar técnicas de relajación y mindfulness para que rebajen su ansiedad.
Además, resulta útil “entrevistar a los familiares y al niño, y si es posible a los profesores, con el objetivo de conocer si existen o no factores estresantes que pudieran estar influyendo en la aparición o el mantenimiento de los tics”, destaca el profesional.
Así, para evitar la cronificación hay algunas pautas como estas:
- Prepararse para saber enfrentarse a situaciones estresantes.
- Programar adecuadamente las tareas escolares con tiempo.
- Enseñar a los niños a organizarse.
- Aprender técnicas de respiración abdominal y relajación.
- Regular los horarios de sueño.
- Evitar un uso excesivo de las pantallas.
- Evitar el consumo de bebidas excitantes.
Cuándo es el momento de pedir ayuda especializada
Cuando las técnicas anteriores no dan un buen resultado y el niño sigue mordiéndose las uñas, lo que provoca problemas en algún ámbito, es el momento de pedir ayuda profesional. Así, el menor tendría que iniciar un tratamiento psicológico.
“Las técnicas más efectivas para tratar estos problemas son las conductuales, dentro de la psicología clínica”, resalta Jesús Paños Martín. Hay distintas formas de abordar el problema, dependiendo de la situación de partida.
¿Hay que recurrir a medicamentos en algún caso? “Por lo general, los tics transitorios no precisan tratamiento farmacológico, pero debe plantearse esta posibilidad cuando el niño presenta otros trastornos psiquiátricos como trastorno por déficit de atención con hiperactividad o trastorno obsesivo-compulsivo, o cuando el impacto en la vida del menor y sus familiares es extremadamente alto, resultando incapacitante”, aclara.
Los niños que se muerden las uñas, ¿suelen tener otros tics?
En general, el tic de morderse las uñas es habitual en la infancia y va desapareciendo en la adolescencia si se utiliza una estrategia adecuada, pero hay que hacer un buen diagnóstico para diferenciarlo de otro tipo de problemas neurológicos o psicológicos.
“En algunos casos, los pequeños pasan a morderse también las uñas de los pies y se hacen pequeñas escoriaciones en la piel buscando granitos o pequeñas costras de heridas o arañazos anteriores. Estas conductas suelen comenzar en la infancia, sobre todo entre los niños más inquietos, a partir de los tres años, cuando se ha alcanzado la suficiente coordinación psicomotriz”, explica el psicólogo del Hospital Universitario San Rafael.