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Salud

‘Si soy miope, ¿mi hijo también lo será?’

Algunos problemas de salud pasan de padres a hijos. En el caso de la miopía, hay más riesgo si los progenitores también la tienen. ¿Cuándo hay que empezar a revisar la vista de los pequeños? ¿Hasta cuándo puede seguir creciendo la miopía? ¿Se puede detener de alguna forma?


19 de abril de 2023 - 12:56 CEST

Desde los tres o cuatro años, el oftalmólogo en una revisión ya puede saber si el niño desarrollará o no miopía. Pero, incluso antes, hay algunas señales que pueden avisar de que el niño no ve bien, como mostrar cansancio ocular, tener dolor de cabeza, acercarse mucho al televisor o a la pizarra en el colegio o entrecerrar los ojos tratando de enfocar.

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Para hablar de la miopía infantil, de cómo avanza y de los recursos que hay para intentar frenar su evolución hemos consultado con la Dra. Lucía Fernández-Vega, responsable de la Unidad de Oftalmología Pediátrica y Estrabología del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega.

¿Qué probabilidad hay de heredar la miopía?

Cuando uno de los progenitores es miope, el hijo tiene entre un 20 y un 30% de probabilidades de serlo también, como explica la experta. Pero si ambos padres lo son, las posibilidades se elevan entre el 60 y el 80%. “En caso de que ninguno de los progenitores padezca de miopía, uno de cada cuatro hijos puede ser miope”, indica la Dra. Fernández-Vega.

Desde el momento en que se diagnostica la miopía hay que hacer revisiones oftalmológicas y establecer un tratamiento oportuno, recalca. Desde ese momento,  los pequeños deberán acudir a revisiones periódicas cada seis o doce meses,  dependiendo de la agudeza visual que tengan y de los cambios que vayan experimentando en la graduación.

En todo caso, lo recomendado es que el niño hacia los tres o cuatro años se someta a su primera revisión oftalmológica, coincidiendo con el inicio de la etapa escolar. “Además, a esta edad es más fácil que colaboren a la hora de realizar las pruebas pertinentes, como agudeza visual, graduaciones o estudios de motilidad ocular, entre otros”, señala.

¿Qué tipos de miopía existen?

Como detalla la oftalmóloga, hay dos tipos de miopía infantil:

  • Miopía simple o de desarrollo. “Aparece de forma súbita durante la etapa escolar entre los 8 y los 18 años y va aumentando de forma regular”. Habitualmente, esta miopía se estabiliza al final del desarrollo (puede aumentar hasta los 20-30 años) y no se eleva más allá de las seis dioptrías. Tampoco se asocia con alteraciones oftalmológicas degenerativas.
  • Miopía patológica. Puede iniciarse de forma precoz, alrededor de los cuatro años y ya comienza con valores refractivos altos, entre cuatro y siete dioptrías. Tiene una progresión mucho más rápida, sobre todo entre los 12 y los 20 años. “Este tipo de miopía puede asociarse a lesiones degenerativas corio-retinianas, que se manifiestan a partir de los 50 años”, advierte. En este caso, se recomienda que los niños acudan a revisiones periódicas cada seis o doce meses, dependiendo de su estado y su evolución.

¿Se puede frenar la progresión de la miopía en niños?

“La miopía no se puede erradicar, pero se puede controlar y retrasar su progresión por medio de un tratamiento oportuno”, aclara la especialista del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega.

Además del factor genético,  el esfuerzo de enfoque en distancias cercanas, que ha aumentado en los últimos años debido al uso de dispositivos electrónicos,  juega también un papel importante en el avance de la miopía. Por este motivo, muchos de los tratamientos actuales tratan de frenar ese esfuerzo de enfoque.

Uno de ellos se basa en gotas de atropina en una concentración muy reducida, “que se aplican todas las noches en los ojos de los niños entre seis y doce años durante un máximo de cinco años y que tiene pocos efectos secundarios”, comenta.

Otro tratamiento utiliza lentillas blandas de reemplazo periódico para el “control de la miopía”. Están especialmente creadas para disminuir el esfuerzo de enfoque de cerca, y se ponen por la mañana, usándose un máximo de 10-12 horas, para retirarlas de noche. “Las lentillas permiten tener una visión nítida durante el tiempo que se usan y tienen un menor riesgo de infecciones porque son desechables”, indica la oftalmóloga.

Cómo cuidar la salud ocular del niño

Además, hay otra serie de medidas de cuidado ocular que permiten minimizar el desarrollo de la miopía infantil. Así las enumera la Dra. Lucía Fernández-Vega:

  • Disponer de iluminación natural en la medida de lo posible.
  • Mantener una distancia de, al menos, 35-40 centímetros con la tablet, el móvil o el libro y de 50 centímetros con el ordenador.
  • Realizar  actividades al aire libre,  como juegos y deportes.

Con respecto a las gafas, cuando el niño no quiere llevarlas, a pesar de necesitarlas por tener miopía, se pueden producir algunas molestias como dolor de cabeza, enrojecimiento ocular y molestias en los ojos. Igualmente,  no llevarlas puede desencadenar ambliopía (ojo vago).  

Pero ¿puede la miopía ser un factor de riesgo para desarrollar otras alteraciones oculares? “El ‘estiramiento’ de las estructuras oculares que provoca la miopía puede conllevar complicaciones en la mácula, la parte de la retina que se encarga de leer o reconocer la cara de las personas”, afirma la experta.

En el caso de que haya miopía magna (con más de 8-10 dioptrías), los riesgos se incrementan, pues se pueden desarrollar enfermedades de la visión a lo largo de la vida, como cataratas, desprendimiento de retina o glaucoma.

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