El efecto Pigmalión o efecto Rosenthal es una estrategia poderosísima para lograr que los niños alcancen determinadas metas tanto en el ámbito académico como en el personal. Consiste en hacerles ver todo su potencial, en demostrarles confianza absoluta en su capacidad; ellos acabarán asimilando esa expectativa como una realidad y la cumplirán. Su nombre tiene su origen en el mito griego de Pigmalión, rey de Chipre y escultor que se enamoró de una de las estatuas femeninas que él mismo había elaborado y a la que había bautizado como Galatea. Su amor por ella era tal que la trataba como si fuese una mujer de verdad hasta que un día su deseo se hizo realidad y Galatea cobró vida por obra de la diosa Afrodita.
Es lo que se conoce como ‘profecía autocumplida’, que indica precisamente a eso, a una predicción que, una vez formulada, es la propia causa de que se haga realidad. De este modo, en lo que a los niños se refiere, “si nosotros somos capaces de hacer ver a nuestros hijos cuáles son sus talentos, sus posibilidades, que confíen en ellos, seguramente seremos determinantes” en sus elecciones, asegura la divulgadora Patri Psicóloga. “Nuestros hijos tendrán más confianza, más seguridad, más autoestima para poder elegir aquello que quieren y eso va a condicionar desde los estudios, el deporte, las relaciones que mantienen con otras personas... va a condicionar su vida”.
Así, a través del efecto Pigmalión, el niño verá como una realidad aquello que el adulto le dice y “termine confiando en esas capacidades” que le han asegurado que tiene. Eso sí, es preciso brindarle la oportunidad de que ponga en marcha las habilidades en cuestión; por ejemplo, “si un adulto te dice que tienes capacidad para hablar en público, tiene que darte la oportunidad, tiene que exponerte”.
El experimento con niños en un colegio para demostrar el ‘efecto Pigmalión’
Y este fenómeno, que bien podría ser considerado más una fábula que un hecho, se ha puesto de manifiesto en diferentes estudios. El más conocido es que llevaron a cabo en 1964 los grandes teóricos del efecto Pigmalión, el psicólogo estadounidense Robert Rosenthal y Lenore Jacobson, directora de un centro escolar de San Francisco (California, Estados Unidos). Su experimento consistió en hacer tests de inteligencia a niños de entre 7 y 11 años de la escuela de Jacobson. Posteriormente, se comunicó a sus profesores que la mitad de ellos (elegidos al azar) tenían capacidades intelectuales brillantes; sobre la otra mitad de niños se les dio a conocer los resultados reales del test.
Pues bien, a final de curso aquellos alumnos que supuestamente tenían una mayor capacidad intelectual avanzaron más y obtuvieron mejores resultados que aquellos que estaban en la media. No se trata de una fórmula mágica con la que conseguir algo solo con desearlo, sino de una estrategia psicológica, puesto que los profesores proyectaban sobre los alumnos supuestamente ‘brillantes’ más expectativas y, sin ser conscientes de ello, les mandaban mensajes positivos de que realmente podían progresar mucho en clase.
Así, es posible “cambiar la dirección, la vida, el camino” que tomen los niños “porque el efecto Pigmalión hace referencia a esa capacidad que tienen algunas personas para hacerle ver al otro o a la otra sus capacidades, sus talentos, para que confíen, para que perseveren”, nos apunta Patri Psicóloga.
Esto demuestra, además, la importancia de que padres y profesores prestemos especial cuidado en cómo hablamos y cómo nos dirigimos a los niños, puesto que puede influirles e incluso condicionarles. Si bien el efecto Pigmalión tiene que ver con cómo impulsar el potencial de un individuo, el mismo experimento se podría hacer al contrario, proyectando una visión negativa de las habilidades del menor (aunque en este caso no se hablaría de efecto Pigmalión, sino de efecto Golam).
El efecto Pigmalión siempre tiene una connotación positiva y “podemos utilizarlo sobre todo para que nuestros hijos tengan una sana autoestima, para que aprendan a reconocer el valor que tienen, para que aprendan a reconocer sus talentos, sus capacidades, los dones y que eso les permita tener una vida elegida”.
Será muy útil de cara a fomentar en ellos la fortaleza suficiente como para no convertirse un día en “la marioneta de un grupo de amigos, ni seguir la corriente de otra persona, ni sacrificar tu forma de ser o de pensar por tener ese sentimiento de pertenencia”. Será, en definitiva, una herramienta maravillosa para ayudarles a que “tengan la seguridad y tengan una autoestima sana para poder ser ellos mismos”.