Los niños que sean bilingües antes de cumplir los 5 años partirán con ventaja en el futuro mercado laboral, no solo porque estarán mejor preparados para adquirir un tercer (o cuarto) idioma, sino también porque incrementarán la seguridad en sí mismos, potenciarán sus habilidades sociales, desarrollarán mayor inquietud por el conocimiento, tendrán mayor capacidad de concentración y estarán mejor preparados para adaptarse a los cambios. Y lo mejor de todo es que para un niño bilingüe el camino hacia el trilingüismo se produce de forma natural (mediante el efecto de inmersión). Hay formaciones de idiomas que lo que consiguen es imitar ese efecto para adultos.
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El origen de este hecho tan beneficioso está en la herramienta más potente y a la vez más desconocida por el hombre: el cerebro, todavía hoy, uno de los grandes enigmas de la ciencia. Un dato avalado por los científicos que han podido comprobar de primera mano en ASTEX, empresa especializada en la formación de idiomas .
La explicación científica
El cerebro de un niño bilingüe no funciona de la misma forma que el de otro monolingüe. El bilingüismo hace que el cerebro del niño utilice diferentes zonas y que la mielina (la capa aislante alrededor de los nervios) aumente su densidad.
Está pues demostrado científicamente que los niños bilingües y los monolingües utilizan partes diferentes del cerebro para el lenguaje. Los bilingües usan mayor número de zonas, sobre todo en el frontal izquierdo (lo que les aporta una base más eficaz que permite mejorar las funciones cognitivas en el futuro). Los niños monolingües usan para el lenguaje el hemisferio derecho del cerebro y no desarrollan de la misma forma la habilidad cognitiva.
Un ejemplo muy visual
Imaginemos por un momento que el cerebro es el procesador y disco duro de un ordenador (guiño a los informáticos). Cuando nacemos el procesador está listo y el disco duro prácticamente vacío. Desde el minuto uno empieza a almacenar la información que le llega de su alrededor. En función de la información que va captando, el cerebro empieza a adaptarse para poder afrontar los problemas que va a afrontar el resto de su vida, desde los más primarios (“tengo hambre”, “tengo sueño”) a otros algo más complejos (“¿cómo pido comida?” “¿cómo aviso que me duele algo?”).
Un bebé desde que nace va llenando su “disco duro” de información relativa al lenguaje que se usa a su alrededor, mientras que su “procesador” averigua cuál funciona mejor con cada interlocutor. Si el bebé solo escucha un idioma a su alrededor, su “procesador” se preparará y reconocerá ese idioma como el único que existe para comunicarse y trabajará para que le resulte lo más fácil posible comunicarse.
Si el niño escucha de forma natural a su alrededor dos o más idiomas, por ejemplo, cuando en su entorno familiar escucha español, inglés y en el colegio resulta que le hablan en alemán, la información que ese cerebro está “procesando” es totalmente diferente a la del niño monolingüe. El cerebro procesará de forma natural que, para obtener resultados, según qué sitio o persona, va a tener que comunicarse de una forma diferente.
La información se va a almacenar con un orden determinado y se procesará de la forma que sea más fácil acceder a ella cuando la necesite (sí, como todos sin excepción hacemos con las apps y las carpetas de nuestro ordenador, ¿verdad?). En definitiva; el cerebro, de una forma natural y automática, prioriza el uso de cada lenguaje, lo cual le prepara para seguir acumulando más idiomas.
Resumiendo: un niño bilingüe está preparado de forma natural para un tercer idioma, un niño trilingüe está preparado de forma natural para un cuarto idioma, y así sucesivamente… Todo ello gracias al funcionamiento del cerebro. Si quieres saber más de cómo ayudar a un niño hacia el bilingüismo, ponte en manos de profesionales.