Llega la hora de dormir. Tu hijo ha seguido correctamente toda la rutina previa de baño, cena, cepillado de dientes, lectura de cuento… Se ha metido en la cama, puede que incluso hayas apagado la luz y tú te diriges felizmente al sofá a, por fin, descansar y, de repente… ¡Mamaaaá! ¡Papaaaaá! ¡Quiero agua! Y, tú, sobre todo los días en los que el cansancio hace mella, te desesperas. A veces, da igual que le des el vasito de agua y lo pongas en su mesilla; te llama de todos modos. ¿Por qué? ¿Lo hace por molestar? ¿Por llamar la atención? “No, no es una llamada de atención”, nos asegura con contundencia el neuropsicólogo y escritor Álvaro Bilbao. “Es un fenómeno universal que ocurre en las culturas donde los niños duermen solos, aunque nos sorprende mucho porque todos los padres saben que sus hijos no piden agua en todo el día”.
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Por tanto, se podría vincular en cierto modo a la angustia o la ansiedad por la separación, que se da los primeros meses de vida cuando papá o mamá se van de casa o bien, en niños un poquito más mayores, al inicio del curso escolar después de pasar todo el verano en familia. “Es normal que los niños que se pasan todo el día junto a sus padres y que además se les dice que no se alejen demasiado, que no se aparten de la vista, se sientan asustados cuando llega la noche y sus padres les dicen que tienen que quedarse solos en su habitación”.
Quizás, su razonamiento les lleva a plantearse por qué durante el día no podían quedarse solos y ahora, que es de noche, están en algunos casos ‘obligados’ a hacerlo. “Necesitan saber que sus padres les van a atender cuando les necesiten o les reclamen”, esclarece Bilbao. “El vaso de agua, por tanto, es solo una manera de comprobar que sus padres van a atender cuando les necesite”.
¿Cómo deben actuar los padres ante esta petición de sus hijos?
Ya sabemos que no es algo que únicamente haga nuestro hijo, sino bastante común, y que hay una explicación a este comportamiento, que no se trata de un reclamo del niño para llamar la atención o por molestar, pero… ¿qué debemos hacer entonces? ¿Tratar de iniciar una rutina para que vaya abandonando poco a poco esa petición? Álvaro Bilbao también nos da una respuesta clara al respecto: “No. Desde mi punto de vista, lo más inteligente es llevarles el vaso de agua para que el niño o la niña pueda comprobar que nosotros somos personas confiables que vamos a atenderlos cuando nos necesiten”.
La clave, en consecuencia, no es intentar acabar con esa petición del niño, sino incluirla en la rutina nocturna. “De hecho yo a mis hijos no solamente les llevo el vaso de agua, sino que les digo que si me necesitan me pueden llamar o venir a mi cama”, nos cuenta el neuropsicólogo. “Desde que lo hago no solamente se quedan dormidos antes, sino que prácticamente nunca vienen a la cama en medio de la noche”.
Y esto tiene mucho que ver con el desarrollo de la seguridad en sí mismos de los niños. “Algunas personas piensan que si su hijo depende mucho de ellos cuando son pequeños nunca será independiente cuando sea adulto, sin embargo, los estudios científicos han demostrado que los niños y niñas que durante su infancia sienten que pueden confiar plenamente en sus padres son los que cuando se convierten en adultos sienten esa confianza y autonomía”.
Esa confianza habrá que trabajarla de muchas maneras a lo largo del día, transmitiéndoles seguridad y reforzando sus logros (que no alabando), haciéndoles saber que siempre vamos a estar ahí, no solo por la noche. Este último momento, en el que piden el vaso de agua debería ser el ‘colofón’ a nuestra manera de relacionarnos con ellos, una prueba más que les damos del vínculo que estamos generando.
No olvidemos que ellos están formando su personalidad y puede que, si además un día papá o mamá le han ‘regañado’ o se han puesto serios con él o ella, por mucha disciplina positiva que hayan empleado, es posible que sientan una mayor inseguridad. Pedir un vaso de agua puede, en este sentido, resultarles de gran ayuda. “Desde mi punto de vista, es bueno que lo pidan y comprueben cada noche que pueden confiar en nosotros”, recalca el experto.
¿Hasta cuándo seguirán pidiendo el vaso de agua?
“Este es un fenómeno que suele aparecer un poco antes de los tres años y que se puede extender hasta los seis o incluso a los siete años de edad”. Teniendo en cuenta que esta situación puede darse de manera ininterrumpida o no durante cuatro años y, sobre todo, sabiendo lo que el reclamo implica en realidad para el niño, lo más conveniente es relajarse y responder con cariño a la demanda de nuestro hijo. “Debemos recordar que la mejor manera de que el niño o la niña sienta confianza es demostrarle con nuestros actos que puede contar con nosotros”.