Haber sufrido un trauma infantil “aumenta el riesgo de padecer síntomas psiquiátricos” en la adultez, si bien afecta de manera diferente a hombres y a mujeres: a ellas les afecta más “el trauma emocional y el abuso sexual” y a ellos, “el abandono emocional y físico de la infancia”. Así se desprende de un reciente estudio presentado en el Congreso Europeo de Psiquiatría en París el pasado mes de marzo y su importancia radica precisamente en que aporta especificidades de género: “Comprender qué aspectos del trauma son más dañinos según el género facilitará la investigación sobre el proceso de resiliencia”, afirmaba Philip Gorwood, profesor de la Universidad de París y del Institut Psychiatrie et Neurosciences de Paris en el citado congreso. “De hecho, muchas estrategias de intervención se beneficiarán de un enfoque más personalizado”.
Este hallazgo es fundamental, por tanto, de cara a cómo los profesionales deben abordar los traumas acontecidos en la infancia lo antes posible, en la propia niñez, para ayudarlos a cicatrizar y evitar que se acrecienten en la madurez. Esto es clave porque “si los síntomas del trauma persisten y no han disminuido en gravedad, e intensidad a lo largo de los años puede indicar que el trauma se ha convertido en un trastorno de salud mental llamado trastorno de estrés postraumático (TEPT)”, tal y como nos explica Patricia Gutiérrez Albaladejo, psicóloga sanitaria en Centro TAP, Tratamiento Avanzado Psicológico (www.centrotap.es/sh_team/patricia-gutierrez-albaladejo). “El TEPT presenta una sintomatología de alta intensidad emocional y fisiológica impidiendo a la persona desarrollarse, explorar y crecer desde la seguridad interna y la tranquilidad”.
Para ello es importante saber qué es un trauma infantil y, sobre todo, cómo reconocer que un niño lo ha sufrido, algo que no siempre es fácil, puesto que es habitual que “encontrarnos con menores que ante hechos de alta intensidad emocional sigan construyendo su mundo con ‘normalidad’ y sea más adelante (meses e incluso años) cuando aparezca la sintomatología traumática, dado que su inmadurez para entender lo vivido no les permite conectar con la experiencia y necesitan madurar emocionalmente para afrontar y procesar”.
¿Qué es un trauma infantil?
Todo trauma, ya ocurra en la infancia ya en otra etapa de la vida, “es una respuesta emocional ante un evento inesperado, repentino, emocionalmente amenazante o físicamente perjudicial”, indica Gutiérrez Albaladejo. Quien lo padece tiene escasa o nula capacidad de controlar las posibles consecuencias a nivel emocional y de poner “en marcha recursos y estrategias” para afrontarlo. “Cuando hablamos de trauma infantil debemos tener en cuenta que un menor tiene menos recursos y habilidades de afrontamiento y por tanto menos capacidad para reprocesar la información del acontecimiento en negativo que está viviendo”; de ahí que en no pocas ocasiones la sintomatología pisquiátrica aparezca años después del evento traumático en muchos niños.
Tipos de traumas infantiles
Existen varios tipos de traumas infantiles, clasificados en función del tipo de acontecimiento que los ocasiona. Son, según apunta la psicóloga sanitaria, los siguientes:
- Trauma agudo: “resultado de un solo evento estresante o peligroso”
- Trauma crónico: “resultado de la exposición repetida y dilatada a eventos altamente estresantes”
- Trauma complejo: “resultado de la exposición a múltiples y complejos eventos traumáticos”
- Trauma secundario o trauma vicario: este puede ser más difícil de detectar en muchos casos, por lo que es preciso prestarle especial atención en población infantil, ya que “los menores pueden desarrollar síntomas de trauma por el contacto directo con personas que hayan experimentado un evento traumático, su disposición a aprender y la falta de barreras emocionales les hace más vulnerables, pudiendo copiar la sintomatología y el tipo de respuesta adulta ante determinadas vivencias”.
¿Cómo detectar que un niño ha sufrido un trauma?
Teniendo en cuenta que los niños pueden, como decíamos, seguir su vida con total o cierta normalidad, no siempre es fácil darse cuenta de que algo ha ocurrido o está ocurriendo. Los síntomas pueden ser “pueden ser leves o severos”; lógicamente, “ante los severos existen menos dudas, pero los leves debemos ‘vigilarlos’ para que no sean invisibilizados”. El problema es que “es relativamente fácil asociar la afección traumática en población infantil a etapas evolutivas”. De ahí la importancia de saber identificar las posibles respuestas en los niños; respuestas que podrán ser tanto físicas como emocionales. Patricia Gutiérrez Albaladejo enumera las siguientes:
-Respuestas emocionales o psicológicas ante un trauma infantil:
- Evitación
- Negación
- Ira
- Rabia
- Miedos
- Tristeza
- Vergüenza
- Confusión
- Ansiedad
- Depresión
- Aislamiento
- Culpa
- Desesperanza
- Irritabilidad
- Vacío
- Dificultad para concentrarse
- Desatención
- Comportamientos asociados a la compensación (adicciones)
- Anticipación negativa ante situaciones desconocidas
- Desgana (apatía)
-Respuestas fisiológicas ante un trauma infantil:
- Cefaleas tensionales (dolor de cabeza)
- Síntomas digestivos
- Fatiga
- Alto ritmo cardíaco
- Sudoración
- Activación (sentirse nervioso)
- Sueño alterado (pesadillas)
- Estado de alerta (hipervigilancia)
¿Es posible recuperarse de un trauma infantil?
“La respuesta es rotunda: sí”, afirma con contundencia Gutiérrez Albaladejo. Esto es así porque “los menores tienen un factor de protección que es su plasticidad cerebral, la capacidad para generar nuevos aprendizajes”. De ahí la importancia de abordar la situación lo antes posible y, por supuesto, preferiblemente antes de llegar a la adultez. Para ello, la base es que sus figuras de referencia se involucren plenamente y llevan a cabo “cambios lo suficientemente significativos para que el menor sienta que está a salvo y protegido”. En todo caso, sea cual sea el origen del trauma, “deben escuchar, validar y acompañar a sus hijos y sus hijas as con cariño, pero también con toma de decisiones”.
Es muy clave, además, contar con el apoyo de profesionales de la salud mental porque, aunque sean muy pequeños como para recordar la situación vivida, “sabemos que aquí la memoria emocional juega un papel importante y, aunque los acontecimientos pueden desdibujarse, las emociones se encapsulan”. De este modo, daña “el presente de los menores porque crecen con un sistema de afrontamiento que no les correspondería” y les “dañará el futuro, ya que se convertirán en adultos con menor capacidad para gestionar y afrontar desde la seguridad y con una sana autoestima”.
Podrán recuperarse del trauma acontecido en la infancia “si se les acompaña en el proceso de recuperación, de reestructuración, de reprocesamiento de la información”. Con ello, “garantizamos que puedan recuperar una senda de aprendizaje vital pausada, tranquila y segura convirtiéndose en adultos con seguridad, alta regulación emocional y resiliencia”.