El acoso escolar o bullying contado en primer persona por acosados, acosadores y observadores. Es la propuesta del libro Piedra, papel, tijera (Ed. Comanegra), una obra donde Víctor Panicello ha novelado los sentimientos de todos los protagonistas para crear una obra coral que pone encima de la mesa cómo se vive una situación que puede marcar de por vida.
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Es un libro auspiciado por la Fundación Fita y dirigido a padres, docentes y alumnos que visibiliza y sensibiliza el problema para sacarlo del secretismo que muchas veces lo rodea. Hemos charlado sobre él con Raquel Linares, directora de la citada fundación (www.fitafundacion.org).
¿Cuándo podemos hablar de acoso?
No todo es acoso. Pero cuando es algo repetitivo y de una forma continuada, con un mensaje destructivo, donde te humillan, donde te apartan, te señalan para hacerte daño y hay una reiteración, ahí podemos hablar de acoso.
Seguimos viendo que hay acoso no verbalizado, no expresado o ante el que nadie ha puesto los medios y los recursos y se ha quedado en que son ‘cosas de niños’.
¿Qué efecto tuvo en los protagonistas la creación de este libro?
Para los participantes fue una oportunidad de compartir con otros jóvenes a los que no conocían que eso que ellos habían vivido era común a otros. Los acosados piensan que hay algo malo en ellos para que los escojan y se dieron cuenta de que todos pensaban lo mismo.
Seguían muy enfados con los acosadores que habían tenido, no los habían podido perdonar, aunque esto cambió un poco a lo largo de las sesiones narrativas mientras escuchaban la historia de los acosadores. Se daban cuenta de cómo les había repercutido en su vida lo que les había pasado. Esa herida les acompañaba y les seguía poniendo en una posición sumisa para entregarse, por ejemplo, a relaciones tóxicas o de dependencia.
¿Hay rasgos comunes entre los acosados?
Muchas veces los acosados tienen ciertos rasgos de personalidad, como introversión, timidez, problemas para poner el límite… Y otras veces son niños educados en la idea de que el enfado y decir que no no está bien porque esa emoción nos cuesta tolerarla a los padres. Pero es una emoción imprescindible, y en estos temas más.
Es importante enseñar a tu hijo a explicarse después del enfado, saber comentar qué le pasa, por qué no está de acuerdo; es decir, ayudarlo a pensar y tratar de entender lo que te quiere decir. Si no es así, cuando alguien les trata mal viven el enfado como algo que se tiene que ocultar. No son capaces de poner límites al otro. Es algo típico.
También vemos que en las relaciones familiares hay uno que toma un papel más de sumiso y otro de dominancia. Y somos un libro blanco cuando llegamos a este mundo. En las relaciones con los demás solemos repetir eso.
¿Y entre los acosadores?
Muchos acosadores han sido acosados cuando eran pequeños, han sido víctimas de maltrato o vienen de historias duras que expresan con esa agresividad. Una acosadora nos decía: “Cuando empezaba el curso yo estaba esperando a ver quién era la niña que venía más feliz con sus padres y a esa es a la que iba a destrozar el curso”. Así de fuerte. Luego nos explicó cómo había sido maltratada y que sus padres estaban cada uno por un lado, no tenía estructura familiar de ningún tipo. No es que esa niña sea mala, sino que necesita tratamiento, le pasan cosas muy duras, y las saca hacia afuera.
¿Qué puede hacerse para que la salud mental del acosado no se resienta?
Es muy importante prevenir desde que son pequeños para que esa herida no se alargue. Si no se cura y se lleva en secreto, el niño va creciendo viendo a los demás como personas en las que no se puede confiar. Siempre hay un problema relacional cuando se ha sentido esa vergüenza y se piensa que hay algo malo en ti. “Yo sentía que había algo malo en mí”, es la frase por excelencia de los que han sido acosados.
La función más importante la tienen la familia y la escuela en etapas muy precoces. A veces la formación solo se ve necesaria en la adolescencia, pero ahí muchas veces ya vamos tarde, porque aparece lo que ha pasado en la infancia. En la adolescencia asoman las heridas de cuando el niño es más pequeño. Lo ideal sería que desde Infantil se pudiera trabajar, tanto con las familias como en la escuela, todo lo que tiene que ver con la relación con los demás, con la aceptación de la diferencia, con la gestión y la expresión de las emociones. Estamos aún en pañales en inteligencia emocional. Hay que saber que todas las emociones son igual de importantes.
¿Se puede prevenir de algún forma el acoso escolar?
Si le preguntas a tu hijo: ‘¿Qué tal en la hora del patio?’. Y te responde: ‘Se han puesto a jugar, pero no han querido que yo juegue porque dicen que estoy gordo y no corro’, pues ¡atención! Te está contando algo muy valioso y vas a tener que estar atento.
Hay que escuchar a los niños poniendo en el centro lo que para él en ese momento es lo importante, que siempre es lo mismo: cómo está con el profesor, con su grupo de amigos, cómo está en casa y cómo se siente él.
Hay que preguntar desde pequeños para que vean que tienes interés. Si sienten que te interesas por tus cosas, ellos tienen ganas de contarte y si pasa algo te lo van a decir. Hay que generar una comunicación centrada en la confianza. Que el niño sepa que lo puede contar a sus padres para apoyarse en ellos. Escojamos un momento para hablar con ellos con confianza, y también hablar de cuando éramos pequeños nosotros o de cómo nos sentimos ahora.
Si te cuenta algo, hay que hacer un seguimiento y contactar con el tutor para ayudar a ese niño que lo está pasando mal. También es muy importante fortalecer sus relaciones de amistad desde que son pequeños.
En el libro también se habla de los espectadores, ¿qué papel tienen en el acoso?
En todos los países que llevan trabajando años el tema del caso, el potencial más importante se pone en los observadores. Debemos educar a los hijos en que no queremos que le hagan a un compañero lo que no querríamos que te hagan a ti. Y que si tú ves que le están haciendo daño tienes que ir a un adulto a decirlo, en lugar de mirar hacia otro lado. Esa es la red que tenemos que hacer.
El observador tiene una parte muy importante. Y hay que poder hablar de ello en casa para saber qué papel juegan en el grupo de amigos y qué sucede con las relaciones entre ellos.
¿Cómo sanar las secuelas del acoso?
Si se ha detectado un problema de acoso o se descubre que lo hubo en el pasado, es necesario hacer terapia; hay que curar una herida y que se convierta en una cicatriz para que se transforme en algo del pasado, pero que no duela toda la vida, porque si no, va repitiéndose. Si se cura, la persona se fortalece, aprende a poner límites, a cuidarse y a quererse.