Wendy, la amorosa niña que lee con tal dulzura cuentos a sus hermanos pequeños que encandila a Peter Pan. El personaje ficticio creado por el escritor escocés James Matthew Barrie la convence de que lo acompañe al País de Nunca Jamás para convertirse en la madre de los Niños Perdidos. Junto a ellos, marchan los hermanos pequeños de Wendy y ella acaba ejerciendo de madre protectora de unos y otros; también de Peter Pan. Este personaje femenino es la metáfora perfecta para describir lo que les ocurre a madres abnegadas más volcadas en ayudar a los demás que en sí mismas; de ahí el nombre del llamado síndrome de Wendy, que hace referencia a “la necesidad que una persona tiene (generalmente la mujer) de anteponer los deseos de otros a los suyos de manera sistemática”, apunta Victor Rivera, doctorado internacional en Psicología, Salud y Psiquiatría y director de Emociolab Madrid (@emociolab).
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
No está reconocido científicamente, pero sirve para reflejar una realidad en la que se encuentran cientos de personas y, sobre todo, para entender la enorme carga mental a la que están sometidas. Este ‘síndrome’ “se caracteriza por la búsqueda desmesurada de aprobación y aceptación externa y de un miedo al abandono y a encontrarse solo o sola”. Tiene mucho que ver también con el temor a no cumplir las expectativas (sean estas reales o no).
Fue el psicólogo norteamericano Dan Kiley, el mismo que acuñó el término de síndrome de Peter Pan para referirse a personas que se negaban a crecer, el que definió el síndrome de Wendy en los años 80. Aunque puede generar graves consecuencias en la salud mental de quien lo padece, “no es una patología ni una enfermedad mental, por lo que no hay que tratarlo como tal”.
Aun así, es importante tratarlo con un profesional, puesto que, en lo que a maternidad y paternidad se refiere (también pueden padecerlo los hombres), las repercusiones de la sobreprotección afectan directamente a los hijos: “Generalmente a los niños les afecta en el estilo de apego que generan y que les traerá consecuencias nefastas en sus relaciones cuando sean adultos, como la baja autoestima y la codependencia”. Repercute, además, en la personalidad que van fraguando ya en la infancia, limitando su autonomía y, en según qué casos, también las relaciones sociales. “Asimismo, el niño de mayor es posible que repita los patrones que vio en casa con otras personas haciendo el rol de ‘salvador’ y sufra terror al rechazo y al abandono”.
Por su parte, “las madres que experimentan este ‘síndrome’ normalmente necesitan cubrir carencias a veces a través de sus hijos y no disponen de las herramientas emocionales adecuadas para cuidarlos” . La consecuencia directa es “un gran sufrimiento”, entre otras cosas porque querer llegar a todo da lugar a un cansancio desmesurado. A eso se suma “baja autoestima, dependencia emocional, relaciones disfuncionales con los demás, repetitivos fracasos en las relaciones de pareja y derivado de todo ello unos niveles muy bajos de bienestar psicológico”. Y, aunque es más común en mujeres, también se da en varones, como señala el psicólogo: “Cada vez se ve más en consulta, sobre todo con varones homosexuales, pero hay que recordar que este síndrome no entiende de géneros ni de orientaciones”.
Patrones más habituales del síndrome de Wendy en la maternidad
- Asume todas las tareas relacionadas con la salud y la educación de los hijos. Se autoresponsabiliza de encargarse siempre de llevar a los niños al pediatra o el especialista y de gestionar todo lo relativo al centro escolar y las extraescolares, como hablar con los profesores u organizar otras cuestiones, como material que necesitan para las clases.
- Se encargan de toda la organización de las tareas del hogar. Dado el ritmo actual de vida, en el que en la mayoría de familias trabajan ambos miembros de la pareja, cada vez están los dos más implicados e incluso cuentan, en muchos casos, con ayuda externa, pero la organización de todas las tareas sigue recayendo, por lo general, en la mujer. En aquellos casos en los que además esta padece el síndrome de Wendy, la carga emocional de este trabajo es mucho mayor si cabe.
- Entienden el amor como sacrificio, lo que les hace anteponer los intereses de sus hijos a sus propias necesidades.
- Demuestran una desmesurada protección a los niños. El afán sobreprotector a los hijos y por agradarles a toda costa, pasa por hacer por ellos aquello que deberían poder hacer por sí mismos. De ahí la repercusión en su autonomía e incluso en su autoestima y personalidad. Pero este afán de agradar y de sobreproteger no hace únicamente referencia a los hijos, sino también a la pareja e incluso a otros miembros de la familia, lo que merma enormemente la carga mental del afectado y, por supuesto, su bienestar emocional.
Cómo superar el síndrome de Wendy
Para poder sentir la liberación necesaria y recuperar la vida, que la mayoría de quienes padecen el síndrome de Wendy han perdido en muchos aspectos, lo recomendable es acudir a un profesional para recibir ayuda psicológica y, con ella, “las herramientas adecuadas” para afrontar diferentes situaciones. “El primer paso es -como indica Victor Rivera- reconocerse en este patrón”.