Marina Marroquí es educadora social y una reconocida activista por la igualdad de género. Imparte decenas de talleres a adolescentes en los que ha detectado hasta qué punto es alarmante el acceso a la pornografía digital que viven los más jóvenes.
De esta reflexión y preocupación nace su libro Eso no es sexo (Ed. Destino) donde expone cómo los menores acceden de forma gratuita, masiva y sin filtro a ese tipo de contenidos. Es una obra para ellos y también para sus padres, para entender la importancia de algo de lo que no suele hablarse en casa, pero ante lo que parece urgente tomar medidas. Hemos charlado con ella.
El acceso al porno en menores está generalizado. En el libro hablas de que tiene consecuencias distintas en los chicos y en las chicas. ¿Cuáles son en cada caso?
La pornografía tiene objetivos diferentes si eres chico o chica, busca cosas distintas. El objetivo principal en chicos es que consuman pornografía muy violenta y muy sádica, agresiva y humillante desde edades muy tempranas. A los 8 años empiezan a tener sus primeros contactos, y a los 12 lo consumen de forma habitual. Lo que busca el porno en los chicos es construir un deseo en base a la violencia contra las mujeres y en esas edades se están desarrollando cosas tan importantes en el cerebro como la empatía.
La exposición a violencia durante el desarrollo de la empatía impide su correcta evolución ética e imposibilita sentir el dolor de la otra persona. Yo creo que esa también puede ser una respuesta a tantas ‘manadas’ cada vez más jóvenes que estamos viendo. Sin embargo, en una realidad paralela, las chicas a los 12 años empiezan a recibir de forma indiscriminada fotos de penes a través de Instagram o peticiones de desnudos a través de TikTok. Mi monólogo, que ha pasado por más de 120.000 chicos y chicas, lleva un estudio detrás y con 13 años casi el 70% de las chicas ha recibido fotos de penes por parte de desconocidos, pensando y normalizando que es el precio a pagar por tener redes sociales. Lo que quiere hacer creer el porno a los chicos es que ellas desean su excitación, pese a que ejerzan violencia real.
El abuso sexual se ha incrementado entre los menores, ¿puede achacarse al acceso digital al porno o hay otros factores que confluyen?
En el desarrollo tiene muchas consecuencias el hecho de construir su deseo en base a la pornografía. Estamos viendo nuevas violencias, la normalización de violencia sexual, la invisibilización del abuso sexual de adultos a menores… Gran parte de los vídeos porno tienen esa parte de pederastia, de incesto, etc. Pero otra de las grandes consecuencias es que a los 8, 9 o 10 años cuando tu hijo tiene sus primeros accesos al porno construye una imagen en el cerebro que es el juego simbólico. ¿De verdad creemos que cuando empiezan a ver esas cosas no van a querer hacer lo mismo?
Solo conseguimos llevar a juicio y detectar como sociedad alrededor del 1% del abuso sexual infantil por parte de mayores, así que ¿cómo vamos a poder detectarlos por parte de menores? Estas violaciones múltiples con menores son la punta del iceberg, la violencia sexual pasa cada día y por desgracia lo veo en los talleres.
Hablas del sexbullying en clase, ¿cómo se concreta y qué repercusiones tiene en los afectados?
Todo está sexualizado y que vean ese porno tiene una raíz mucho más amplia y más peligrosa de lo que creemos. El sexbullying sobre todo se da ridiculizando, humillando y metiéndote contigo por tu orientación sexual o utilizando, sobre todo en chicas, esa cosificación y esa sexualidad que bebe del porno a través del acoso en las aulas; por ejemplo, cogiendo un sticker porno y poniendo la cara de una compañera.
El bombardeo de pornografía y sexo que tienen los chavales deja unas consecuencias muy graves a nivel psicológico. Ya no solo el estrés postraumático de la violencia sexual, sino la ansiedad, la humillación, lo que supone que para una niña de 12 años, su vídeo esté dando vueltas por todo el instituto y los adultos no nos enteremos. Deja secuelas psicológicas muy graves. Cuando hablamos del aumento de ansiedad o depresión en adolescentes, de intentos de suicidio, muchas veces tiene que ver con el acoso escolar y con este tipo de problemáticas. Desmontar eso de las aulas también es una tarea pendiente.
¿Qué deben hacer unos padres que sospechan o quieren impedir que su hijo vea porno: prohibir, obstaculizar el acceso digital, imponer normas...?
Las familias tienen una posición muy difícil porque el porno no tiene control parental que pueda pararlo. Ya no es solo que tu hijo entre en una web porno. Los más jóvenes no hace falta que entren en la web porno: el porno les encuentra; en la Play, en Whatsapp, en Tiktok, en Telegram… y es casi imposible escapar.
Posiblemente no podamos pararlo, pero sí debemos prepararlos. Es necesario educar y prevenir. Hay que romper esa brecha generacional que hace que, aunque creemos que somos jóvenes porque también tenemos Instagram, no sepamos lo que están viviendo nuestros hijos. Eso no es sexo es un libro para la adolescencia con actividades, reflexiones, con ilustraciones con su tono de humor y su realidad, pero me parece un manual para familias para encontrar el tono de esas conversaciones que faltan, y que tan difíciles son de iniciar. Necesitamos prepararnos para no dejarlos solos ante esa realidad devastadora.
“Todo lo que nos rodea está sexualizado”, comentas y la infancia se erotiza, ¿qué podemos hacer ante esto?
Estamos muy preocupados por la pornografía, pero al final esto se aprovecha de un sistema en el que todo está sexualizado. Todo tiene que ver con el sexo, pero nadie les habla de sexo. La cultura tiene que empezar a ser responsable. Cuando hablamos de igualdad, la familia y la escuela son los dos grandes focos de crítica, pero seamos realistas. Son las dos únicas instituciones que sin dinero, tiempo y recursos están haciendo un esfuerzo increíble para que esta sociedad cada vez sea mejor.
La obsesión por el cuerpo, los filtros en las redes sociales... ¿cómo influyen en las relaciones sexo-afectivas entre los más jóvenes?
Estamos en la era de los filtros, del estereotipo, de la presión física... Cierto es que la presión física ha existido siempre, pero ahora la redes sociales lo que hacen es una exposición máxima, una construcción de la autoestima que pasa por cuántos seguidores tienes o cuántos me gustas o cuántos comentarios, y las redes ya tienen algoritmos en los que si una chica de 14 años saca los morritos y el culo pues automáticamente tiene más seguidores y más comentarios, entonces la autoestima se nutre de ese refuerzo positivo.
En el libro tengo un reto que dice que estés una semana haciéndote una foto cada día, siete días, y no subirla a ninguna red social; imprimirla y cada día pegarla en tu espejo en el que te peinas, miras, etc. A los siete días tendrás siete fotos tuyas siendo simplemente tú, algo que parece muy fácil, veréis que no lo es. Os reto a que lo probéis.
¿Cuáles son las bases para asentar otro tipo de educación sexual?
Estas últimas noticias de violaciones múltiples a niñas producidas por adolescentes que nos rompieron el alma, eso, por desgracia, es la última de las consecuencias. En Eso no es sexo me atrevo incluso a desarrollar un decálogo del buen sexo. Piensa en lo que te gusta y en lo que no. Pon límites. La meta parte del camino sin prisa, sin presión sexual con los tiempos, el sexo tiene que ser divertido y placentero, toca explorar sin miedo. El sexo va mejorando con la práctica. Si es seguro, libre y deseado, sí es sexo. Y si no, eso no es sexo. Es lo que el porno te quiere enseñar.