El último domingo de marzo tiene lugar cada año el cambio de hora en España de cara al horario de verano. Así, la madrugada del sábado 25 al domingo 26, nuestros relojes se adelantarán una hora (a las 2:00 serán las 3:00) y permanecerán así hasta el próximo mes de octubre, cuando finalice el horario de verano 2023 y comience de nuevo el de invierno. Una medida cuyo objetivo es el ahorro energético, aprovechando las horas de luz, si bien para miles de familias supone más quebradero de cabeza que ahorro alguno. De hecho, tras una encuesta a ciudadanos de los países de la Unión Europea en la que el 84 % de los europeos votó en contra del cambio horario, se acordó que se eliminaría en 2019, algo que, como sabemos, por el momento no se ha cumplido. Un 84 % es un elevado porcentaje que demuestra que para la mayoría de la población reajustar su vida por el cambio de hora le supone un problema en mayor o menor medida, puesto que afecta especialmente a bebés, niños y a ancianos.
Así afecta el cambio de hora a bebés y a niños
En lo que respecta a los pequeños de la casa, “el cambio de hora puede causar en algunos un poco de confusión e irritabilidad debido al cansancio de no dormir lo suficiente o pasar hambre a deshoras”, señala Laura Pazos, psicóloga infantil, especialista en sueño y apego y directora de Sleepy Kids. Además, en niños con determinados tipos de trastorno, como los que se encuentran dentro del espectro autista, que siguen unas rutinas muy ajustadas, la situación se suele volver muy complicada tanto para ellos como para el resto de la familia, puesto que en muchos casos es la causa directa de crisis emocionales.
En unos y otros se verán modificados sus ritmos circadianos, que dependen de “la luz solar, la alimentación y acciones sociales, como jugar en el parque”, patrones que variarán con el cambio horario. “En concreto, este cambio es el más duro para los padres, sobre todo los que vivimos en España, ya que la larga duración de la tarde hace que la vida se prolongue hasta horas en las que los peques deberían estar ya en sus casas”. Esto puede hacer que tengan que hacer frente a nuevas ‘luchas’ con sus hijos en las rutinas diarias “y si, estoicamente han conseguido que sus peques digan adiós al parque cuando todavía está lleno de niños o esquivar los planes infantiles que en muchas ocasiones empiezan a las 18:30, igualmente tendrán que lidiar con la dificultad de que los peques se vayan a dormir habiendo tanta luz natural en el exterior”.
¿Cuánto tardan bebés y niños en reajustar su ritmo circadiano tras el cambio de hora?
Por lo general, bebés y niños pequeños “deberían haber ajustado sus ritmos en un par de semanas, aunque esto es variable”, indica Pazos. “Hay peques que lo hacen al momento y a otros les cuesta un poco más”. Siempre se pueden ir haciendo ajustes para ayudarles a adaptarse al cambio; ahora bien, “con los más mayores es más difícil hacer el ajuste previo y lidiar con la hora de ir a dormir cuando fuera hay mucha luz o actividad”, puesto que les resultará más complicado entender que deben comenzar con la rutina de la hora de dormir. “Con los bebés más pequeños esto es más fácil porque todavía no están tan conectados al entorno como para saber que ‘la vida sigue’”.
¿Qué hacer para que bebés y niños se adapten bien al cambio de hora?
- Gestión de la luz y de la oscuridad. Teniendo en cuenta la intensidad de la luz que habrá por las tardes, es muy importante hacer una adecuada gestión de la oscuridad en casa. “A nivel general, recomendamos bajar persianas de casa al menos una hora antes de ir a dormir y usar luces tenues para poder ir preparando el cerebro para la segregación de melatonina y que les ayude a conciliar el sueño a su hora”.
- Ajustes de horario. Los horarios hay que ajustarlos sí o sí; la cuestión es cuándo, si antes o después del cambio horario. Si preferimos la primera opción, “la semana anterior iremos adelantando de 15 a 20 minutos todas las rutinas (comer, dormir, levantarse…) cada dos-tres días para conseguir que el día de cambio de hora nuestro peque ya esté funcionando en el nuevo horario”. Si optamos por la segunda, “empezaremos a funcionar con el nuevo horario el día del cambio e iremos haciendo ajustes según vayamos viendo la necesidad en el peque”. También cabe la posibilidad de “no hacer nada” y dejar que el niño se adapte por sí mismo al nuevo horario, algo que hará en unas semanas “por el ajuste del resto de relojes internos (comida, actividad social…)”.
- ¿Qué opción es mejor? La especialista en sueño infantil asegura ser partidaria de o ajustar el horario después o bien no hacer nada porque la primera opción, la de hacer los ajustes previamente, “supone un estrés para las familias y finalmente no cambia tanto el resultado”. Cuando sí es recomendable hacer ese ajuste previo es en niños con trastornos TEA (dentro del espectro autista), “ya que, si para los niños en general las rutinas son importantes para saber manejarse en su entorno con más seguridad, en estos casos cobra especial importancia”, explica la psicóloga infantil. “Toda ayuda en esta dirección va a ser beneficiosa para ellos”.