Cuando los piojos llegan a casa se produce una situación de crisis total. Hay que eliminarlos de la cabeza del pequeño, revisar al resto de miembros de la familia, lavar sábanas, toallas y demás, utilizar la lendrera... En ocasiones, es tarea casi imposible hacerlos desaparecer. Por eso en el mercado hay distintos métodos que reclaman su eficacia. Entre ellos está el aceite de árbol de té, ampliamente utilizado tanto en forma de tratamiento como en el de preventivo.
Pero algunos estudios han sugerido que pueden conllevar riesgos para la salud de los más pequeños. Le hemos preguntado por ello a la Dra. Paula Sol Ventura, endocrinóloga pediátrica del Hospital HM Nens de Barcelona y miembro de la Sociedad Española de Endocrinología Pediátrica (SEEP).
Analizando el aceite de árbol de té
Tal como comenta la experta, la demanda de aceites esenciales como el de árbol de té es amplia y creciente, debido a que “se le atribuyen propiedades antisépticas y antifúngicas, entre otras”. Sin embargo, “no hay suficiente evidencia científica que demuestre que el aceite de árbol de té sirva para prevenir los piojos y, por lo tanto, recomendar su uso”, aclara.
¿Cuál es la composición del aceite del árbol de té? “Es una mezcla compleja de más de cien compuestos, que puede encontrarse como ingrediente de diversos remedios naturales y cosméticos de venta libre para uso tópico (solo sobre el exterior del cuerpo), pero nunca debe beberse o ingerirse, ya que resulta tóxico, incluso a bajas dosis, especialmente en niños pequeños”, detalla.
Los riesgos del aceite de árbol de té
Algunos estudios han destacado cómo el aceite de árbol de té puede causar irritación, alergia de contacto o algún otro tipo de reacciones al ser absorbido. Pero uno de los puntos clave en relación a sus riesgos es el que apunta que puede tratarse de un disruptor endocrino. “Se han descrito asociaciones entre la exposición a este aceite y el aumento de tejido mamario en niños (ginecomastia), que retrocedió una vez se suspendió su uso”, comenta la Dra. Paula Sol Ventura.
No obstante, hay que tener en cuenta que “no todas las personas responden de igual forma o sufren efectos adversos al aceite de árbol de té”. Por este motivo, para los expertos es muy difícil establecer un umbral seguro de exposición “debido a la gran cantidad de compuestos químicos que contiene”.
Por todo ello, y aunque hay que seguir investigando sobre el tema, la experta de la SEEP indica que “no todo lo que se promociona como ‘natural’ es seguro en todos los ámbitos”. Por ello reclaca que “el aceite de árbol de té puro está contraindicado en bebés, niños pequeños y mujeres embarazadas, y en todo caso, su uso debería hacerse con precaución, evitando una exposición continua o en dosis altas, ya que puede resultar tóxico o generar efectos adversos”.
Los disruptores endocrinos en la infancia
Ya sabemos entonces que el aceite de árbol de té se puede comportar como un disruptor endocrino. Estos son sustancias químicas que al entrar en el organismo son capaces de alterar el funcionamiento normal de las hormonas, “afectando negativamente a la salud”, advierte la endocrina.
“Los seres humanos estamos expuestos a estas sustancias de forma cotidiana, aunque sea en dosis pequeñas, porque forman parte de muchos productos que se utilizan en la vida diaria”, afirma. Así, los disruptores endocrinos pueden entrar en el cuerpo a través de la dieta, de la respiración o del contacto directo con la piel. Es más, pueden llegar al feto a través de la placenta.
Aunque los disruptores endocrinos afectan a toda la población, tanto en el periodo fetal como en la infancia y en la pubertad pueden tener mayores consecuencias, ya que “los niños metabolizan estas sustancias de forma diferente al adulto y, además, están más expuestos por varios motivos, entre otros, por su contacto más frecuente con suelos”, comenta la Dra. Paula Sol Ventura.
¿Dónde están los disruptores endocrinos?
Los disruptores endocrinos están por todas partes. De hecho, se han detectado ya más de mil y es una cantidad que sigue creciendo. Estos son algunos de los más frecuentes y el lugar donde se pueden encontrar:
- Bisfenol A, en botellas, tuppers de plástico, latas y tickets de la compra.
- Ftalatos, en juguetes, perfumes y productos de cosmética.
- Parabenos, en cosméticos y aditivos alimentarios.
- Retardantes de llama, en productos electrónicos y muebles.
Además, está el triclosan, las benzofenonas y los pesticidas. Aunque cada vez hay una conciencia mayor del efecto sobre la salud de los disruptores endocrinos, su omnipresencia impone llevar a cabo labores de concienciación. “Hay que inculcar a niños y adolescentes un estilo de vida saludable, mediante una dieta equilibrada, realizando actividad física y evitando hábitos nocivos y exposiciones innecesarias a sustancias químicas”, recomienda la especialista.
“Al ser conscientes de esta exposición, podemos hacer pequeños cambios en nuestra vida cotidiana y en la de nuestros hijos para reducir la exposición a los disruptores endocrinos, como, por ejemplo, reducir o evitar los productos cosméticos que contienen estos químicos cuando no sea necesario”, apunta.