Los niños pequeños ‘copian’ todo el tiempo. Copian a mamá, a papá, a sus amiguitos, a otros adultos… No solo es normal, sino que también es su forma de aprender. “Cuando vemos que nos imitan en algo, en realidad están expresando al exterior lo que han codificado en el interior”, nos indica la psicóloga Karmele Morales, fundadora de En la mente del niño. Y codifican y aprenden ‘lo bueno’ y ‘lo malo’.
Lo vemos cada día en nuestros hijos y lo teorizó en 1961 el psicólogo Albert Bandura, profesor de la Universidad de Stanford. Lo hizo a través de un curioso experimento que consistía en proyectar a alumnos de preescolar una película en la que alguien golpeaba a un muñeco llamado Bobo con un martillo al tiempo que le gritaba “¡estúpido!”. Una vez finalizada la película, los niños encontraban en su clase un muñeco igual y un martillo. El resultado es casi evidente: replicaron los comportamientos agresivos con el muñeco. Aunque en nuestros días un experimento así sería controvertido y probablemente no se podría llevar a cabo, demuestra la teoría del aprendizaje social de Bandura, que se basa precisamente en eso, en que los niños aprenden a través de la observación y de la imitación.
Por qué es importante que la etapa de la imitación en los niños
“Para poder imitar previamente hay que observar”, apunta Morales. “Esta observación es esencial para el desarrollo emocional y social: entender las emociones de los demás, intuir conductas y adaptar su comportamiento al entorno”. Es, por tanto, la base sobre la que se asentarán todos los demás conocimientos que los menores vayan adquiriendo durante el resto de su vida y sus figuras de referencia (papá, mamá, el profesor…) desempeñan un papel clave.
“En muchas ocasiones, vemos cómo repiten frases que nos han escuchado decir” porque “lo cierto es que también influye en su lenguaje: aprenden y repiten palabras nuevas o reformulan aquellas palabras que dicen de forma incorrecta”. Y todo esto lo ponen en práctica “no solo en situaciones del día a día, sino también a través del juego, que es un medio por el que expresan y organizan su mundo interior”. Así, “vemos cómo imitan situaciones de la vida cotidiana, para dar sentido a lo que han aprendido y observado del mundo exterior”.
Cuándo surge la etapa de la imitación
Aunque se habla de la etapa de la imitación en singular, en realidad se podría fragmentar en varias etapas, ya que abarca diferentes momentos de la vida de un niño desde sus primeros meses de vida (e incluso se podría decir que abarca hasta la adolescencia, con una forma más sofisticada de imitación para lograr la integración social). Son las siguientes:
- A partir de los 6 ó 7 meses . Es cuando realmente comienza la imitación porque es cuando se activan las conocidas como ‘neuronas espejo’. “Uno de los primeros aprendizajes que se producen en los primeros meses de vida son las emociones; reconocer e imitar expresiones faciales en el rostro de su cuidador”. Es por que a partir de esta edad es cuando empezamos a comprobar cómo “los bebés imitan gestos, repiten sonidos y diferencian expresiones faciales”
- A partir de los 2 y 3 años . Es el momento en el que comienza a aparecer el juego simbólico, que consiste en representar situaciones reales mediante roles. “Imitar personajes o situaciones hace que los aprendizajes se consoliden, pero también que sus pensamientos se organicen”, detalla la psicóloga. “Por medio del juego simbólico desarrollan habilidades sociales y de empatía al ponerse en el lugar de otra persona y entender puntos de vista distintos al suyo”.
- A partir de los 3 ó 4 años . “Según Alison Gopnik, psicóloga e investigadora, cuando los niños imitan tienen en cuenta lo que la persona está intentando hacer, imitan de una forma inteligente y señala que a partir de los 3 ó 4 años imitan de forma distinta en función de lo que creen que está haciendo la persona que les está mostrando algo”.
Las neuronas espejo y las emociones
Las neuronas espejo las descubrió el neurobiólogo G. Rizzolatti en 1996, que comprobó que “cuando hacemos un movimiento o sentimos una emoción se activan ciertas regiones cerebrales”. Pues bien’, Rizzolatti demostró también que esas neuronas hacen que, de forma automática e inconsciente “se activen las mismas regiones simplemente al observarlo en otra persona”; es decir, “vivimos lo que vemos”.
En definitiva: “las emociones se contagian”, asegura Karmele Morales. De ahí, “la importancia de educar a través del ejemplo y de nuestro lenguaje no verbal”. Por eso, “no hay que preocuparse tanto en si los niños nos escuchan porque nos están observando todo el día, las conductas que realizamos las registran para ponerlas en funcionamiento en momentos similares”.