¿Por qué muchas parejas jóvenes fracasan repetidamente con la fecundación in vitro si no se ha identificado ninguna causa? Tras años investigando al respecto, un equipo multinacional del que forma parte el científico español Jan Tesarik podría haber dado con la clave: en un artículo publicado en la revista médica y científica Gynecological and Reproductive Endocrinology and Metabolism apuntan a que el origen estaría en la microbiota del sistema reproductor femenino superior. Hablamos con Tesarik, que es también director de la clínica MARGen de Granada, para intentar arrojar luz sobre este asunto de vital importancia para miles de mujeres y de hombres.
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Nos explica que, “en casos extremos, la colonización patógena del sistema reproductor femenino puede provocar una inflamación en las trompas de Falopio, causando una cicatrización y posterior obstrucción de la trompa afectada”. Se sabe que en torno al 35 % de mujeres infértiles lo son por afecciones relacionadas con las trompas de Falopio, si bien esa infertilidad es ‘tratable’.
El motivo es que suele deberse a una obstrucción en las trompas, obstrucción que se puede eliminar mediante una microcirugía. Tras la operación, la probabilidad de éxito en un tratamiento de fecundación in vitro es muy alta. Pero ¿por qué algunas mujeres no consiguen quedarse embarazadas ni si quiera tras esa microcirugía?
“Las causas de la inflamación de las trompas de Falopio, recurrentes después de la permeabilización quirúrgica de las trompas, fue un enigma”, comenta el Dr. Tesarik. Él y otros médicos comprobaron que era habitual que, aunque esa pequeña intervención quirúrgica era exitosa, suele durar poco tiempo y, por lo general, las trompas vuelven a obstruirse.
La aplicación de la histeroscopia ambulatoria [una endoscopia del útero], aplicada en estos casos, previamente inexplicados, nos ha llevado a sospechar a la microbiota como un factor determinante”, detalla. “Con esta idea hemos realizado un análisis de artículos publicado sobre este tema, y la hipótesis del papel de la microbiota parece la explicación la más probable, aunque otros factores también pueden intervenir”.
La hipótesis que Tesarik y el resto de científicos que ha participado en la investigación es que la microbiota responsable de la obstrucción de las trompas podría estar presente también “en la cavidad superior uterina, donde se transfieren los embriones después de la fecundación in vitro para su implantación”. Podría, por tanto, ser también la causa de “una condición de inflamación y el rechazo a la implantación de los embriones transferidos”. En esos casos, ni siquiera un tratamiento de fecundación in vitro podría resolver el problema de infertilidad. “Esta invasión de la cavidad uterina [por parte de microbios patógenos] suele provocar una reacción del sistema inmunitario que, aunque dirigido inicialmente contra los microbios patógenos, puede afectar también a los embriones en el proceso de implantación, como víctimas colaterales.
¿Cómo puede una mujer saber si su infertilidad se debe a la microbiota de la cavidad uterina?
“Dado que la evaluación de la microbiota vaginal y cervical (del cérvix del útero) no corresponde necesariamente con la del fondo de la cavidad uterina superior y de la trompas de Falopio, la vía menos invasiva para detectar problemas de la microbiota del sistema reproductor femenino superior consiste en la evaluación de muestras obtenidas del fondo de la cavidad uterina mediante una histeroscopia ambulatoria”. Tras la obtención de muestras, se analizaría en un laboratorio si la microbiota es normal o no.
¿Es reversible esa infertilidad?
En caso de comprobarse que la microbiota de la cavidad uterina es la causa de la infertilidad, ¿existe algún tratamiento para revertirla? Según el Dr. Tesarik, una vez dada con la clave, la solución sería mucho más sencilla (lo complejo es llegar hasta aquí) y pasaría, únicamente, por la prescripción de un antibiótico: “Si los resultados obtenidos por la histeroscopia ambulatoria detectan la presencia de microbios patógenos, hay que detectar el tipo de estos microbios. Una vez los microbios“malos” estén identificados, se prescribirá un tratamiento antibiótico adecuado”.