En los últimos años, las habilidades y enseñanzas tecnológicas han tomado un camino más global que incluye múltiples objetivos, no solo en el ámbito académico sino en el personal y emocional. El pensamiento computacional es una de ellas.
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Si en el centro educativo de tus hijos o como actividad extraescolar te han hablado de él, tienes que saber que es una tendencia de éxito que no solo está pensada para mentes más científicas, sino para todo tipo de niños. Te contamos en qué consiste.
¿Qué es el pensamiento computacional?
El pensamiento computacional parte de una premisa básica: utilizar el sistema de pensamiento de un informático para resolver problemas de la vida diaria. Esto significa que las situaciones se desglosan en secuencias, tras haber simplificado y llegado a lo más importante. El fin último es desarrollar un modelo que ofrezca una solución para resolver la cuestión inicial.
Se trata de un concepto relativamente nuevo, pues el término ‘pensamiento computacional’ fue acuñado en el año 2006. Sin embargo, desde ese momento se ha ido extendiendo a numerosos centros educativos, pues se puede aplicar desde Infantil hasta Bachillerato.
Además de la resolución de problemas, el pensamiento computacional tiene otra ventaja clara y es fomentar el interés de los alumnos por materias como las matemáticas, la ingeniería, la ciencia o la tecnología.
¿Qué beneficios tiene el pensamiento computacional?
Formar a los menores en pensamiento computacional tiene muchas ventajas, como “desarrollar competencias de pensamiento transversales: capacidad analítica, resolución de problemas, habilitades matemáticas, científicas y técnicas y creatividad”, destaca Luis Martínez-Abarca, director del Área de Colegios de la Fundación Universitaria San Pablo CEU, en cuyos centros escolares se incluirá esta materia el próximo curso.
Pero, además, el pensamiento computacional conlleva estos otros beneficios:
- Estimula la creatividad (al usarla en la descomposición de los problemas y en la búsqueda de soluciones).
- Refuerza las habilidades numéricas y las lingüísticas. En contra de lo que pueda parecer, el pensamiento computacional no se dirige solo a alumnos con preferencia por las ciencias, sino también por las humanidades y las letras. De hecho, según la organización Code.org, que forma en esta materia, “quienes destacan en su habilidad con el lenguaje tienen ocho veces más probabilidades de éxito en ciencias de la computación que los que destacan por sus habilidades con las matemáticas”.
- Desarrolla la tolerancia a la frustración.
- Fomenta el trabajo en equipo.
- Impulsa el pensamiento lógico, el pensamiento crítico y las funciones ejecutivas, que son aquellas que tenemos que autodirigir para conseguir una meta, por ejemplo, planificar, revisar...
- Incentiva la capacidad de liderazgo.
En el ámbito puramente académico, desde Code.org señalan cómo “el objetivo del sistema educativo es preparar a ciudadanos que sepan desenvolverse en el mundo en el que viven. El mundo de hoy es digital y la tecnología se impone; convivir con la tecnología, no solo usarla, sino comprenderla y saber crearla, esto es la informática, una capacidad clave para cualquier niño y su futuro profesional, independientemente de a qué quiera dedicarse”.
¿Cómo se materializa el pensamiento computacional en el aula?
El pensamiento computacional busca que los niños dejen de ser meros consumidores de tecnología para ser ‘productores’ de la misma. Esto en un ámbito académico, porque al trasladarla a otros entornos su ventaja principal sería la habilidad para resolver problemas de otro modo.
“Entrenar estas destrezas desde edades muy tempranas nos permitirá superar las tradicionales dificultades que el aprendizaje científico ha tenido en nuestros sistemas educativos, además de desarrollar las vocaciones STEAM”, indica Luis Martínez-Abarca.
La manera de introducir con éxito el pensamiento computacional en el aula es conectarlo con los intereses y pasiones de los estudiantes, más allá de lo abstracto, para ir a la realidad.
Así, el pensamiento computacional no solo se trabaja en el aula mediante pantallas, sino desde otros enfoques. En el primer caso, hablamos de actividades de programación, como la robótica, que está presente en muchos temarios de centros escolares. Pero hay otras actividades fuera del mundo digital que remiten y desarrollan ese pensamiento computacional. Es el caso de los puzles, las construcciones tipo Lego o cualquier otro reto que implique una secuencia, una estructuración y la búsqueda de un resultado final.
Se trata de ser capaces de resolver un problema no estructurado, persistir en la búsqueda de soluciones para ello, enfrentándose a la ambigüedad y la frustración, y hacerlo en equipo.