El ictus, también conocido como infarto cerebral, es una de las emergencias médicas ante las que conviene saber actuar. Habitualmente se asocia a personas mayores, pero existe también el ictus pediátrico. E, igual que sucede con los adultos, el tiempo de reacción y el tiempo en el que se recibe asistencia van a resultar determinantes.
Para saber más sobre el icuts pediátrico hemos consultado con la Dra. María Vázquez López, pediatra de la sección de Neuropediatría del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, uno de los tres, junto al Hospital La Paz y al Hospital Doce de Octubre, que están de alerta de manera rotatoria de Código Ictus Pediátrico en la Comunidad de Madrid para atender, de manera muy especializada, a los pequeños que lo sufren.
¿Por qué se produce el ictus?
Tal como cuenta la experta, los ictus se producen por dos mecanismos:
- Por obstrucción de una arteria o una vena cerebral. Esto provoca que una zona del cerebro se quede sin oxígeno y, por tanto, se produzca una muerte de neuronas en un área cerebal (ictus isquémico).
- Por una rotura de un vaso cerebral con sangrado. En este caso hablaríamos de ictus hemorrágico.
“Los ictus son más frecuentes en niños que tienen enfermedades cardiacas (con cirugías o cateterismos), algunas enfermedades de la sangre, como drepanocitosis, tumores... Pero también pueden aparecer en niños sanos, tras infecciones o traumatismos”, señala la especialista.
Así, los ictus hemorrágicos son más frecuentes en niños con malformaciones de los vasos del cerebro, con enfermedades que predisponen al sangrado (enfermedades de las plaquetas o de la coagulación) o tras traumatismos.
¿Cómo se manifiesta el ictus pediátrico?
Cuando el ictus se produce en niños más mayores, los síntomas que presenta son muy parecidos a los que se dan en adultos:
- Pérdida brusca de fuerza o alteración de la sensibilidad en una parte del cuerpo (brazo y/o pierna).
- Alteración en el lenguaje (dificultad para hablar).
- Alteración en la visión.
- Alteración en la marcha, con inestabilidad.
- Alteraciones en el nivel de conciencia.
“En los niños pequeños pueden aparecer también convulsiones”, advierte la pediatra.
El ictus pediátrico se puede presentar a cualquier edad, “aunque el periodo de la infancia en que los ictus son más frecuentes es el primer mes de vida”, señala.
“Desde que se implantó el Código Ictus Pediátrico en la Comunidad de Madrid, en febrero del año 2019, se han activado en nuestro hospital 90 ‘códigos ictus’ (muchos trasladados desde otros hospitales o centros de salud y algunos activados en pacientes ingresados en nuestro hospital). Finalmente han sido ictus isquémicos o hemorrágicos 20 pacientes”, detalla la Dra. María Vázquez.
Cómo actuar ante los síntomas de un ictus pediátrico
Cuando aparecen estos síntomas, los padres deben consultar de manera urgente. “El importante en el ictus pediátrico hacer el diagnóstico rápido para instaurar tratamiento lo antes posible”, alerta la especialista. En este sentido, hay que tener en cuenta que actuar en las primeras horas (al igual que sucede con los adultos) puede evitar la progresión del ictus “e incluso revertir por completo los síntomas. Este es el motivo de que se use el lema ‘Tiempo es cerebro’. Así, lo ideal es intervenir en las dos primeras horas tras la presentación del ictus.
Como no todos los hospitales tienen el Código Ictus Pediátrico, una llamada al 112 indicando la situación y los síntomas del niño puede ser importante para derivar al pequeño al centro hospitalario más especializado.
¿Qué secuelas pueden tener los niños que han sufrido un ictus?
Lamentablemente, los niños con ictus pueden presentar secuelas hasta en un 60% de los casos.
“Las secuelas de los ictus en los niños ocurren en distintas áreas: motora, sensitiva, sensorial, lenguaje, cognitiva y del comportamiento”, indica la especialista del Hospital General Universitario Gregorio Marañón. Esta situación influye en la calidad de vida del niño y de sus familiares. “Además, no es raro que los niños que han tenido un ictus presenten epilepsia posteriormente”, añade.
Habitualmente, los menores que han sufrido un ictus “precisan un seguimiento neurológico y muy frecuentemente tratamiento rehabilitador a largo plazo (fisioterapia, terapia ocupacional, logopedia...)”, insiste la experta.
En este sentido, por ejemplo, la fisioterapia interviene una vez que se ha producido el ictus pediátrico, para intentar minimizar las secuelas, con el objetivo de que el niño recupere la máxima función posible en la parte motora.
“Durante la fase aguda, que dura entre tres y seis meses, la intervención de la fisioterapia es vital para lograr la máxima funcionalidad posible. A partir de ese periodo, la fisioterapia es muy necesaria en una etapa de mantenimiento, que suele necesitar el paciente durante toda su vida: previene deformidades que con el paso del tiempo le impedirán realizar actividades cotidianas, promueve que disminuya el grado de dependencia y favorece su inclusión social”, como explica Ana Herrero de Hoyos, presidenta de la Comisión de Neurología del Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid.