Cuando se le cae el primer diente de leche a un niño o a una niña es un gran hito para ellos, un momento que suelen esperar con gran ilusión, sobre todo si a otros niños de su entorno ya lo han vivido, y también para papá y mamá, que ven cómo sus retoños se están haciendo mayores. Los progenitores están muy pendientes también del nacimiento del diente definitivo, atentos a si sale correctamente o no, si necesitarán ortodoncia… Pero ¿y si pasan los meses y sigue sin salir? En ese caso, es un claro síntoma de agenesia dental, una alteración genética por la que uno o varios dientes definitivos no salen nunca una vez que se caen los de leche. ¿Qué podemos hacer entonces? ¿Se puede prevenir de algún modo?
“Al ser una alteración genética no se puede prevenir”, expone con contundencia el ortodoncista Juan Carlos Pérez Varela, director médico de la Clínica Pérez Varela de MAEX Dental en Santiagoy presidente de la Sociedad Española de Ortodoncia y Ortopedia Dentofacial (SEDO). Tampoco es consecuencia de nada que se haya hecho en los primeros años de vida del niño, “no tiene nada que ver con malos hábitos ni con que los padres hayan hecho algo mal”, que a veces se culpan por asociarlo a haberles permitido un uso prolongado del chupete o tomar leche en exceso. “Es una alteración genética y, por tanto, es hereditaria y no está influenciada” por nada que hayan podido hacer los padres durante el crecimiento del niño.
“Lo que sí que se puede hacer al respecto es que los niños acudan a una primera visita al ortodoncista entre los 5 y los 6 años y detectarla de una manera precoz, que no es lo mismo que prevenirla”, subraya. El objetivo sería detectar la ausencia de ese diente definitivo y tranquilizar al paciente y a los padres “desde luego, informar al paciente, en este caso a sus padres, y tranquilizarlos respecto a las características de esta patología”.
No existe tratamiento como tal para la agenesia dental; la importancia del diagnóstico precoz pasa por intentar “mantener los dientes de leche el mayor tiempo posible”. Cuando acaba cayendo, “hay dos opciones: o colocar un implante o cerrar el espacio con ortodoncia”, explica Pérez Varela. “Nosotros somos partidarios de intentar cerrar el espacio con ortodoncia siempre que se pueda, ya que todos los estudios demuestran que periodontalmente va a estar mejor a largo plazo, que es mejor para el estado de las encías”.
A eso se suma que, para colocar algún tipo de implante, el menor tendría que esperar a cumplir 17 ó 18 años, “que es cuando se puede colocar el implante dental”, un tiempo demasiado largo de espera que puede afectar a la autoestima del niño o de la niña si el espacio del diente en cuestión es muy visible.
La relación coste-beneficio para el paciente es mejor con la ortodoncia, tras la cual se podría recurrir a “hacer algún tipo de carilla o retoque estético para que no se note, sobre todo si es en el frente entero-superior”. Sí que puede haber algún caso en el que pueda estar indicado colocar un implante, especialmente “en los sectores posteriores, las piezas dentales de la parte trasera de la boca”.
Antes de tomar una decisión u otra, “en todo caso sería necesario hacer un diagnóstico individualizado por un profesional cualificado que permita definir cuál es la mejor opción” recalca el presidente de SEDO. “Siempre que se pueda, insisto en la preferencia de un tratamiento ortodóncico”, puesto que “en caso de necesitar un implante que sustituya el diente ausente, de todos modos habría que abrir el espacio con ortodoncia, teniendo en cuenta el espacio existente entre las raíces, dejando el hueco suficiente para el implante y colocar una corona sobre este implante”.