La mayoría de los padres son conscientes de la etapa de las rabietas de los llamados ‘terribles 2 años’ y saben que, según el carácter de su hijo, es más o menos probable que tengan que seguir haciendo frente a ellas en mayor o menor medida cuando cumpla 3, pero… ¿qué ocurre si persisten en el tiempo?, ¿si siguen dándose a los 4, 5 o incluso, a los 6 años? A esas edades, se da por hecho que los niños y las niñas empiezan a gestionar mejor sus emociones y, sobre todo, a comunicarse y expresar mejor lo que quieren o necesitan y aun así, muchos de ellos siguen experimentando rabietas importantes que, en no pocas ocasiones, desconciertan más a los padres. ¿Es normal que nuestros hijos tengan rabietas a esas edades? “Sí, y es más habitual de lo que se piensa”, nos informa Miriam Tirado, consultora de crianza consciente y autora, entre otros, del libro Rabietas. Consejos y herramientas para lidiar con ellas con conciencia, humor y amor.
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Al ser más mayores, lo habitual es que esas rabietas se den con menos frecuencia, “pero sí que puede haber algunas y ser intensas”. El motivo es que “a esta edad, todavía hay mucha inmadurez e incapacidad de expresar las emociones de una forma asertiva y, a menudo, en momentos de mucho enfado, niños y niñas explotan”. La realidad es que muchos progenitores de niños con estas edades no cuentan con esa ‘explosión’ emocional y pueden empezar a sentir que pierden el control de la situación, por muy bien que hayan gestionado las rabietas cuando su hijo tenía 2 ó 3 años. ¿Qué pueden hacer para retomar ese control?
Cómo gestionar rabietas en niños de 4 años o mayores
La manera de hacer frente a una rabieta de un niño de 4 años o más es “igual a cómo lo harían con un niño más pequeño”. Lo primero es “establecer claramente el límite en caso que haya un comportamiento inadecuado”, como pegar, y habrá de hacerse “con paciencia y comprensión, y ayudándole a canalizar toda esa rabia de una forma más asertiva”.
Lo peor que se puede hacer en estos casos “es que el adulto se enganche a esa emoción, porque entonces en vez de haber una sola persona enfadada, habrá dos”, explica la autora. “Tenemos que acompañar ese momento de intensidad emocional, intentando mantenernos serenos y conectando con la necesidad que nuestro hijo o hija nos está intentando comunicar”. En este punto, la pauta que la experta nos da es que nos preguntemos: “¿Qué me está intentando contar con esta rabieta que no me sabe contar de una forma más asertiva? ¿Qué necesidad no está siendo satisfecha?”.
Lo que nunca se debe hacer es “reñir, ignorar, castigar, gritar, pegar, amenazar o chantajear” ni hacer “cualquier tipo de manipulación que infunda miedo para acabar con esa rabieta”. Eso no solo “no eliminará esa emoción”, sino que además “añadirá otras como miedo, sensación de soledad, incomprensión, impotencia o tristeza, que harán que se sienta peor que antes y le minará su autoestima”.
¿Por qué unos niños de 4 a 6 años tienen rabietas y otros no?
Puede ser motivo de preocupación para padres de niños o niñas de 4 a 6 años ver cómo su hijo continúa teniendo berrinches recurrentes mientras que otros amigos o compañeros de la misma edad, no. Es importante tener en cuenta que, como nos dice Miriam Tirado, “cada peque es un mundo y hay algunos que a los 4 años o más prácticamente ya no tienen rabietas porque han encontrado otras formas de comunicar su malestar, y otros, en cambio, que empezaron con las rabietas más tarde y a esa edad están en pleno apogeo”.
En este punto, lo importante es ser consciente y “conectar con la etapa madurativa de nuestro hijo”. De este modo, podremos “darle herramientas y vocabulario para que le ayuden a que, en momentos de tensión, pueda expresar y canalizar de una forma más asertiva y sana, qué necesita”.
Cuándo acudir a un profesional
Por mucho que hayamos interiorizado que se trata de algo normal, propio de la etapa madurativa de nuestro hijo, puede seguir causando desasosiego si los berrinches se repiten a menudo. Entonces… ¿cuándo acudir a un profesional? “Yo diría que en cualquier momento en el que se noten con inquietud o angustia, aunque la gente les diga que es normal lo que hace su hijo”, nos recomienda Tirado. “No se nace enseñado y, a veces, aunque lo que ocurra no sea grave, madres y padres necesitamos sostén, apoyo e información que nos puedan guiar en este camino tan maravilloso, y a veces complicado, como es acompañar a nuestros hijos en su crecimiento”.