Todos sabemos que los bebés, cuando comienzan a descubrir que están en el mundo, se llevan todo a la boca para descubrirlo . Es su forma de conocer las texturas, las formas y los objetos que les rodean. De hecho, comienzan mucho antes, en cuanto nacen, llevarse una manita a la boca es un signo claro de que tiene hambre. Sin embargo, hay otro momento muy habitual en el que muchos de ellos buscan meter esa pequeña mano en la boca de la madre. Y siempre lo hacen cuando se les amamantan. Podemos llegar a pensar que es una manía que han cogido, pero no es así, tiene una razón y te la contamos a continuación.
El estudio de Donald Winnicott nos lo explica todo
El que un bebé introduzca su mano de forma instintiva en la boca de la madre cuando es amamantado, para Donald Winnicott, un reconocido pediatra, psiquiatra y psicoanalista inglés, tras sus estudios, tenía una explicación clara y con nombre propio: mutualidad. Y es que, nos explica en sus resultados que, cuando todo va bien, hay acogida e intercambio de miradas entre la madre y su bebé , el niño que está apoyado en su regazo comienza a aprender lo que significa este concepto.
Un concepto que el bebé pone en práctica de esta manera y que para Claudia Aller, guía Montessori para bebés de 0 a 3 años en su cuenta de Instagram (mami_montessori_), “puede decirse que es el inicio de una vida social saludable”. Así, nos explica la experta, “las primeras semanas de vida del bebé son cruciales, porque madre y bebé son todavía uno y hay que seguir alimentando ese momento de conexión”. La madre, para el bebé, es un punto de referencia, porque es quien le da cariño y amor, le aporta tranquilidad, seguridad ( lleva nueve meses en su interior ) y, además, le alimenta. Por tanto, nos dice, “podemos afirmar que es su primera experiencia interactuando con otra persona en este mundo, sus primeros contactos en los que recibe mucha información, por ejemplo, cómo debe ser tratado, cómo se le habla”.
El bebé, por tanto, se da cuenta de que su madre le proporciona esos cariños y le alimenta y, con el tiempo, el bebé comienza a sentir el deseo de devolverle ese trato a su madre. Como hemos dicho, es la primera señal de la mutualidad y aparece, según nos dice Winnicott, de manera espontánea.
¿Qué significa la mutualidad y qué requiere?
Winnicott, en sus estudios, en realidad, lo llamó identificación cruzada, es decir, el bebé “se identifica con su madre en ese dar y recibir que está sintiendo”. Desde que nace, un bebé está en una relación de dependencia total y absoluta de su madre o cuidador principal, “requiriendo de esta figura estabilidad y continuidad ambiental”. Así, el bebé piensa de esta figura que le está dando algo y que él quiere devolverle ese algo. ¿Su forma de hacerlo? Colocar su manita en tu boca.
Sin embargo, para que este evento se produzca, se requiere que la madre tienda a favorecer su desarrollo en lo que Winnicott llama “una serie de funciones”:
- La primera es lo que se conoce como holding, es decir, la capacidad de sostener emocionalmente al niño en cada momento o estado que pueda atravesar.
- La segunda función es el handling, que se define como todos los soportes y cuidados que el niño necesita, que son reales y para los que necesita atención: esto es, necesita que le miren, que le toquen o que le acaricien, incluso, que le hablen. Aquí es importante el lenguaje verbal y corporal, nos recuerda Winnicott.
- La tercera es lo que el psicoanalista llama la “presentación del objeto” y hace alusión a la cualidad especial que todas las madres deberían desarrollar y que se relaciona con la posibilidad de crear una ilusión en el bebé. Esto podría explicarse, por ejemplo, con el conocido rol del espejo, es decir, cuando la mirada de la madre le devuelve al bebé su propia imagen (un objeto), a través del enamoramiento con el que la mira, el bebé se identifica. Así, él ve una reacción de amor en ella hacia él.
Si se consiguen estas tres funciones, se produce un intercambio que busca ser recíproco y que conocemos como mutualidad. Y, aunque hablamos de la madre, muchas mujeres y hombres, cuidadores principales del bebé, aseguran que a ellos también les ha pasado esto dando el biberón a su recién nacido. Por ello, no es exclusivo ni de la lactancia materna ni de la figura de la madre.
Referencias
Paul C. Holinger (2008). Winnicott, Tomkins, and the Psychology of Affect .