La hora de vestir al peque en casa puede convertirse en un auténtico drama cada mañana para algunas familias. Llantos, gritos, carreras de aquí para allá detrás del niño, pataletas… Normalmente, esto suele ocurrir durante la etapa que transcurre entre los 2 y los 4 años y, ¿por qué lo hacen? Porque, además de ser una época en la que el peque está pasando por las famosas rabietas , retar a los papás es otro de sus hobbies preferidos, por eso muchas veces nos llevan al límite con su comportamiento. ¿Lo hacen adrede? Rotundamente no. “El problema nunca es que no quiera vestirse, sino lo que se esconde detrás. Los adultos deben aprender a leer más allá de la conducta, así la emoción del adulto cambiará por completo. Cuando siento que el niño me toma el pelo, me sentiré frustrado y enfadado ; si entiendo que quiere sentirse visible para sobrevivir, mi emoción será más comprensiva y mis acciones más orientadas a generar conexión”, nos cuenta Isabel Cuesta, experta en Disciplina Positiva y conocida en redes sociales como @unamadremolona.
¿Por qué lo hacen?
La educadora nos cuenta que puede haber muchas razones por las que un niño no quiera vestirse, como puede ser “desde una falta de conocimiento y madurez, a una necesidad desatendida como sueño o hambre”. Pero, sobre todo, hay que tener en cuenta que las prioridades de los niños no suelen ser las mismas que las de los padres, y es ahí donde se encuentra el origen del conflicto. “ Su cerebro percibe muchos estímulos a través de los sentidos y lo normal es que se distraiga, por lo que es trabajo del adulto favorecer un ambiente de conexión y cooperación como, por ejemplo, agacharnos a su altura. Otro buen ejemplo que propongo a las familias que acuden a nuestras formaciones es que prueben a vestirse entre los adultos. Así comprueban lo molesto que resulta cuando te ponen ropa. Es una buena fórmula para ser conscientes de cómo se siente el niño y así poder empatizar y conectar más con él”, nos explica divertida.
Pero quizás, puede haber otros motivos de peso detrás de este comportamiento rebelde, y “deberse a una estrategia errónea de pertenencia, algo que suele suceder en casos como celos de un hermano y la forma en la que su cerebro percibe que es visible es no querer vestirse”. ¡Atención!, “no lo hacen apropósito”, es importante insistir en ello, “pero su cerebro siempre va a priorizar la supervivencia, y la supervivencia depende de ser visible para los adultos que cubren las necesidades básicas y afectivas”, argumenta la experta.
Cómo reaccionar y algunos juegos que te ayudarán
Sabemos que es una situación que puede dejarnos agotados a primera hora del día, pero lo más importante es que no nos lo tomemos como algo personal y, sobre todo, ir con tiempo para dejar al peque su espacio de acción y fomentar su autonomía . Las prisas nunca son buenas. Muchas veces corren en el momento de vestirse “porque lo perciben como un juego” y piensan, ‘si salgo corriendo, papá o mamá vienen detrás’, y realmente es divertido en la mente del niño. Pero, si seguimos los consejos y nos levantamos un poco antes para prevenir este momento, “lo ideal es no impactarnos y esperar, ‘si nadie me persigue, el juego no es tan divertido’”, sostiene.
Por otro lado, está claro que “si los adultos de referencia somos capaces de ver el origen de su ‘huida’, será mucho más fácil actuar”, dice. Y es que si conoces bien a tu peque sabrás distinguir con antelación las señales de que va salir en estampida por el salón. Por otro lado, si ocurre, por ejemplo, a la hora de ponerle el pijama o cuando volvemos de la calle y está más cansado “entonces, podemos verbalizarlo: “Estás cansado y no quieres vestirte, ¿verdad?”, y ofrecer nuestra ayuda: “¿Quieres vestirte solito o prefieres que te ayude?”. Siempre a su altura y con una actitud de tranquilidad. Es vital tener en cuenta que, si estamos nerviosos, su cerebro se pondrá en alerta porque percibe la situación como amenazante”, asegura.
Y, por supuesto, inventar juegos nuevos para llevar a cabo esta tarea, la experta nos da algunas ideas: “Podemos jugar a las estatuas y ponerle una prenda cada vez que se quede congelado. También podemos invitarle a que enseñe a sus muñecos cómo se viste solito, enseñando cómo se coloca él mismo prenda a prenda. Podemos preguntar si quiere escuchar un cuento o música mientras nos vestimos. Pero la solución definitiva no la tengo yo, la tiene que encontrar cada familia teniendo en cuenta a sus propios hijos”, advierte.
Consejos para lidiar con esta situación
Como decíamos, evitar las prisas e ir con tiempo es el mejor consejo, según nos dice la educadora, porque “a más prisas, más nervios y menos conexión y cooperación. Hay familias que adelantando el despertador 30 minutos han notado enormes diferencias. Para ello sería suficiente con adelantar la hora de la cena y de la rutina de la noche 30 minutos para garantizarnos un buen descanso”, asegura.
La verdad es que, si nos ponemos en el papel del niño no es muy agradable que nada más levantarnos por la mañana nos atosiguen y metan prisas para desayunar, lavarnos los dientes, la cara, vestirnos… lo cierto es que “de esta forma afrontarías de muy mal humor la rutina de la mañana”.
Otra opción que también puede dar muy buenos resultados, asegura la experta, “trazar un plan de acción en familia el día antes (o aprovechar el fin de semana que estamos más tranquilos) no en el momento en el que hemos de llegar puntuales al colegio. No se trata de sentarles y decirles lo que hemos decidido que vamos a hacer al día siguiente, sino implicarles en la búsqueda de soluciones. Por ejemplo, podemos decir: ‘Tenemos una misión, vamos a intentar llegar tranquilos y puntuales al cole mañana, ¿qué ideas se os ocurren para que podamos conseguirlo?’ y escuchar con atención. Si aportan ideas que no son válidas, no te alteres, ni reproches, sencillamente pregunta, ‘¿y qué puede pasar si hacemos eso que propones?’...”.
Si les permitimos participar activamente en las soluciones comprobaremos que tienen grandes ideas para solucionar pequeños retos y que se involucrarán mucho más en su cumplimiento, pero, debemos ser conscientes de que “si existe un problema de fondo que no estamos sabiendo ver, cualquier truco no servirá de nada. Por ello es importante que los adultos se formen acerca de la educación positiva, para tener clara la base de para qué educamos de esta forma y que no se convierta en uso aleatorio de herramientas sin sentido que buscan manipular a los niños, más que tenerles en cuenta”.