Sí, los niños alta demanda existen. Su crianza pone a prueba a sus padres, que en no pocas ocasiones se sienten desbordados por un requerimiento constante de atención por parte de sus hijos que está muy por encima del de otros niños de su edad. Si la maternidad y la paternidad plantea dificultades, en el caso de niños alta demanda llega a asemejarse a una carrera de obstáculos que no termina nunca. Úrsula Perona, psicóloga infanto-juvenil y autora del libro ‘Hijos de alta demanda. Manual para padres’, supo en primera persona lo que es la alta demanda a raíz del nacimiento de su tercera hija, Leyre. Reconoce que, a los diez meses de dar a luz, cayó “en una depresión postparto, agotada, sin recursos para criar a aquella niña preciosa, inteligente, curiosa y vivaz, pero tremendamente agotadora”.
Fue a partir de entones cuando comenzó a investigar para averiguar por qué la crianza de su tercera hija era tan diferente a la de sus dos hijos mayores, en un momento en el que la alta demanda no se conocía tanto en nuestro país. Tras dar con el trabajo realizado al respecto por el pediatra estadounidense Williams Sears, “todo se reordenó”, nos explica. Desde hace años, ayuda también a otros niños y a sus familias a gestionar este temperamento y todo lo que implica, favoreciendo así que papás y mamás puedan disfrutar del día a día junto a estos pequeños con personalidad arrolladora.
¿Cómo llegó la ‘alta demanda’ a tu vida? ¿Buscarte especializarte en ella desde un primer momento?
No, no descubrí la alta demanda en la universidad, ni en un manual de psicología, sino de la mano de mi tercera hija, Leyre. Cuando estaba embaraza pensaba que esta tercera la iba a disfrutar mucho, ya mamá experta ¡y psicóloga infantil además! Pero Leyre vino a enseñarme muchas cosas, entre ellas, qué es la alta demanda. Las noches eran eternas: de 10 a 15 despertares, no podía separarse de mí ni un segundo, la lactancia a demanda era agotadora y sus demandas de atención constantes. A los 10 meses caí en una depresión posparto, agotada, sin recursos para criar a aquella niña preciosa, inteligente, curiosa y vivaz, pero tremendamente agotadora.
La alta demanda apenas era conocida en España en aquel entonces. Me puse a investigar, tratando de entender por qué mi hija se comportaba así, por qué todo lo que me había funcionado con sus hermanos parecía inútil con ella. Y llegué a este concepto de la mano del Dr. Sears, pediatra norteamericano que acuñó este término y que ha investigado mucho sobre él. Cuando entendí a qué obedecían las elevadas necesidades de atención y cariño de mi hija, su fuerte temperamento y su gran sensibilidad todo se reordenó. Pude cubrir sus necesidades desde otro enfoque, más realista, sin prejuicios, sin etiquetas. Y empecé a aceptar y conocer la genuina personalidad de mi hija sin intentar cambiarla, lo que me permitió empezar a disfrutar su crianza.
¿Se puede entonces afirmar que la alta demanda realmente existe? ¿O no son más que niños más ‘intensos’ que otros?
La alta demanda hace referencia a un tipo de temperamento. El temperamento es la parte de la personalidad que viene determinada genéticamente. Tradicionalmente, en psicología hablamos de personas con temperamento fácil o temperamento difícil, y todos sabemos identificar qué significa eso. Por supuesto que la alta demanda existe. Tomas y Chase hicieron la clasificación de nueve rasgos temperamentales en que se sitúan los niños. Eso significa que nacen con una tendencia innata a ser más reactivos estímulos, a tener un mayor o menor nivel de actividad, ser más o menos capaces de adaptarse los cambios, por ejemplo.
A menudo los niños de alta demanda reciben el apelativo de malcriados. Y sus padres suelen ser juzgados de blandos o permisivos, pero nada tiene que ver con esto. Los niños nacen con una personalidad propia al margen del estilo educativo de los padres como que sin duda si es la adecuada ayudará a moldear o hacer brillar esos rasgos.
¿Cómo viven los padres el comportamiento o las características de un hijo que, desde muy pequeño, empieza a dar muestras de ser de alta demanda?
El niño de alta demanda tiene un nivel de exigencia muy elevada. Sus padres se sienten a menudo cansados, agotados emocionalmente, incluso con la sensación de no estar disfrutando la crianza. Además, aparecen muchos sentimientos de culpa y la creencia de que no lo están haciendo bien, de que su hijo se comporta así porque no lo saben educar.
Lamentablemente, vivimos en una sociedad que fomenta el sentimiento de culpa entorno a la maternidad. Exigencias poco realistas, expectativas basadas en lo que vemos en redes sociales, unido a enormes dificultades para conciliar. Además, tenemos demasiada información, que a veces lo único que consigue es confundirnos. Las madres y padres de la generación Millenial son los más preparados, involucrados, y preocupados por dar una crianza consciente y respetuosa a sus hijos; estoy segura que es la generación que marcará realmente una diferencia real en la educación, pero toda esa exigencia, ese deseo de hacerlo bien y de ser los mejores padres, conlleva también sentimientos de culpa, de inseguridad, y muchas veces hace que vivan la maternidad con angustia y preocupación.
¿Una rabieta de un niño pequeño de alta demanda es igual a la de cualquier otro niño?
Las rabietas de un niño de alta demanda pueden alcanzar niveles estratosféricos. Debido ese temperamento fuerte, les cuesta mucho canalizar y regular las intensas emociones que experimentan, por lo que suele ser muy reactivos.
¿Cómo distinguir la alta demanda de la hiperactividad? ¿Suelen ir unidas?
A menudo nos surge la duda de si el niño tiene trastorno por déficit de atención e hiperactividad o simplemente es de alta demanda. Hay rasgos diferenciadores que no aparece en el niño de alta demanda, como la inatención, la falta de habilidades sociales o dificultades del aprendizaje… cierto es que el niño de demanda suele ser muy enérgico, movido e inquieto, pero no al nivel desadaptativo de un TDAH.
¿Qué probabilidad hay de que un niño o niña de alta demanda sea también PAS (persona altamente sensible) o de altas capacidades?
Una de las características que he observado en los niños de alta demanda es su alta sensibilidad. Suelen ser muy reactivos a los estímulos y vulnerables a las críticas. Viven sus emociones con gran intensidad y las expresan con la misma contundencia. Sin embargo, no todos los niños altamente sensibles son de alta demanda, pues el 70% de ellos son niños tímidos o introvertidos, que sería lo opuesto a un niño de alta demanda, que suelen ser niños muy sociables, divertidos y cariñosos.
¿Cómo va evolucionando un niño de alta demanda a medida que crece? ¿Cómo es en la adolescencia?
Con el acompañamiento adecuado, todos esos rasgos que durante la infancia nos han complicado mucho la existencia, se convierten en cualidades maravillosas: en un adulto valoramos la autenticidad, un carácter definido y fuerte, las ideas claras, hacer las cosas con pasión… En la adolescencia se diluyen los síntomas de la alta demanda; con la madurez y el desarrollo del cerebro, mucho de estos rasgos se atenúan o incluso desaparecen.
¿Cómo pueden sus padres o cuidadores ayudarle?
La mejor manera educar a mi hijo es siempre conocerle profundamente, su tipo de personalidad, sus necesidades afectivas... para saber realmente qué necesita de nosotros. No todas las personas nos relacionamos igual, ni tenemos las mismas necesidades. Nuestra responsabilidad como padres es ser capaz de adaptarnos y convertirnos el padre o madre que nuestro hijo necesita.
¿Cuándo deben acudir a un profesional?
Deberíamos acudir a un profesional cuando sintamos que necesitamos resolver dudas o que vemos en nuestro hijo malestar emocional. La alta demanda no es un trastorno psicológico y, por tanto, no requiere tratamiento específico; simplemente estamos hablando tipo de temperamento. Sin embargo, como cualquier otro niño, si aparece sintomatología, debemos consultar a un psicólogo infantil.