El suelo pélvico es, por lo general, el gran desconocido, a pesar de que ejerce una función esencial en el cuerpo, que es la de “sostén” de los órganos pélvicos; es decir, “hace que la vejiga, el útero, rectos y vísceras permanezcan en su sitio y no desciendan a través de la vagina”, tal y como explica Sara Cañamero, matrona especializada en suelo pélvico y diástasis abdominal y directora y fundadora de MaterNatal. “En la mujer, es una parte que es más vulnerable en relación a los hombres” que “sufre mucho durante el embarazo y el parto”. Es, además, “muy sensible a los cambios hormonales durante la menopausia, por ejemplo”. De ahí, que su cuidado sea fundamental, especialmente después del parto. En ocasiones, queda tan debilitado tras dar a luz que es preciso hacer rehabilitación y, en los casos más graves, incluso cirugía.
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Los síntomas de un suelo pélvico debilitado
“El embarazo supone un factor de riesgo importante para el suelo pélvico”, dado el sobrepeso importante que tiene que soportar durante nueve meses. A eso hay que añadir que la relaxina, una hormona que “impregna las articulaciones de la pelvis (lo que facilita la movilidad en el parto, pero también la desestabiliza)” y el hecho de que “la postura de la mujer cambia, al aumentar su abdomen”. “Si además sumamos un parto vaginal, con intrumental, expulsivo prolongado o cualquier otra maniobra hiperpresiva o lesiva en suelo pélvico, tipo episiotomía, maniobra de kristeller... pues tenemos todos los ingredientes para que se puedan dar disfunciones a este nivel”.
Una de las consecuencias más graves de la debilitación del suelo pélvico tras el parto es el prolapso, que consiste en que alguno de los órganos que sostiene (la vejiga, el útero, las asas intestinales o el recto) desciende a través de la vagina, lo que puede asustar enormemente a quien lo padece. “Existen varios grados” de prolapsos en función de la gravedad. “Los más leves pueden rehabilitarse con relativo éxito”.
Después de todo eso, en no pocos casos resulta evidente que es necesaria la rehabilitación, como cuando surge la “incontinencia de orina, gases o heces, dolor en el suelo pélvico, una cicatriz, diástasis de rectos…”. Con esos síntomas, la mujer debería hacer una rehabilitación abdominopélvica, pero en otros casos, “es fundamental hacer lo que llamamos una prevención primaria”, aclara la enfermera obstétrico-ginecológica. Y eso implica “abordar la musculatura debilitada, una cicatriz, contracturas… antes de que empiecen los síntomas”.
En qué consiste la rehabilitación del suelo pélvico
Lo primero que hay que tener en cuenta es que “la rehabilitación abdomino lumbopélvica siempre debe individualizarse”, tal y como recalca Cañamero. “Puede ser necesario usar determinada aparatología, como radiofrecuencia, láser, electroestimulación, biofeedbaack... Otras veces las manos del profesional; otras veces, ejercicios específicos”, señala. “Pero lo que siempre tiene que existir para garantizar el éxito, es el compromiso por parte de la mujer y su trabajo en el domicilio”.
También son de gran ayuda los hipopresivos, “unos abdominales especiales que se basan en la postura y la respiración, trabajando la musculatura profunda del abdomen y suelo pélvico” que, además de mejorar el tono de este último, aportan otros beneficios, como la “disminución del contorno de la cintura” y de los dolores de espalda, así como ayudar a mejorar la postura de la mujer…”
Consecuencias de no hacer rehabilitación
No realizar la rehabilitación de suelo pélvico cuando esta es necesaria implica, “básicamente, que toda la sintomatología que la mujer presenta empeore, haciéndolo también su calidad de vida” e incluso, es posible que acabe en quirófano. La rehabilitación es clave incluso cuando lo que la paciente tiene son “hernias, prolapsos graves o diástasis importantes con eventración”; en esos casos, es fundamental haber hecho una rehabilitación previa porque “es lo único que garantizará el éxito de las cirugías a medio y largo plazo”.