Ya sabemos que gestar un hijo, sobre todo a partir de cierta edad, no siempre es fácil. Y la dificultad no solo proviene de la probabilidad de lograr un embarazo natural o de la de obtener resultados con un determinado tratamiento de fertilidad, sino que entraña mucho más. El bloqueo emocional puede ser determinante para que una mujer consiga quedarse en estado, pero una vez que se consigue pueden surgir otras emociones que los profesionales de la salud mental han comenzado a identificar hace unos pocos años. Una de ellas es el duelo genético, un sentimiento de pérdida que aparece, por extraño que a priori pueda resultar, cuando se ha logrado o se está a punto de lograr el ansiado embarazo. ¿Por qué?
El duelo genético surge cuando una persona va a optar por ser madre o padre a través de la donación de gametos, es decir, de óvulos o esperma de donantes, de manera que su hijo no tendrá sus genes. Aunque hoy en día “somos más conscientes de que lo une realmente a la familia son los vínculos afectivos” y de que son estos los que realmente hacen que las relaciones se mantengan en el tiempo más allá de la genética, muchos papás y mamás que recurren a estos tratamientos de fertilidad se plantean preguntas como: “¿Se parecerá a mi?, ¿me querrá igual cuando lo sepa, le querré igual?, ¿mi familia le querrá, le aceptará? Si no tiene mi genética, ¿realmente es mi hijo?”, nos explica Pilar Conde, psicóloga y directora técnica de Clínicas Origen.
Es en los hombres en los que, por lo general, este sentimiento se agudiza más, puesto que puede llegar a sentir que no ha participado en ninguna parte del proceso de gestación, mientras que la mujer, aunque haya recurrido a la donación de óvulos, el hecho de llevar en su interior a su bebé suele ser determinante para amortiguar o incluso hacer desaparecer el duelo genético. En todo caso, “es importante hablar sobre cómo se sienten, sobre sus inquietudes y sus miedos”, señala la psicóloga. “Los miedos, hacen que los temores asociados crezcan en intensidad y en importancia, por lo que ayudamos a procesar estos miedos y construir interpretaciones más realistas”.
Aunque sea genéticamente diferente, el bebé se parecerá a papá y a mamá
Además del acompañamiento psicológico cuando es necesario, a los futuros papás se les explica que, a pesar de que su hijo o hijos no sean descendientes genéticos, se parecerán mucho a ellos, lo que suele resultar de gran ayuda a personas que sufren este tipo de duelo. ¿Cómo puede ser? En primer lugar, porque “la selección de donante se hace intentando conseguir la mayor similitud fenotípica con la persona o progenitor que tiene que cambiar su gameto”, tal y como informa la doctora Isabel Vielsa, ginecóloga y directora médica de Clínicas Eva. Para ello, “se recogen las características físicas del paciente de forma detallada y se hace una selección para conseguir al donante o la donante más adecuados”.
Por otro lado, “todos tenemos claro que la genética se ‘hereda’ de padres a hijos, pero no todo depende de ello”, apunta la ginecóloga. “Está genética o cómo se expresa en un individuo viene determinada por la epigenética; es decir, la expresión de los genes es variable, dependiendo de la influencia de múltiples factores (externos y ambientales)”. Esto se da sobre todo en mujeres embarazadas a través de donación de óvulos, ya que el feto se irá formando en su vientre y, por tanto, también será decisiva en la epigenética de su hijo. “Por tanto y, teniendo en cuenta esto (que la expresión de los genes de un individuo no es algo puramente genético), es más fácil ayudar a las personas a en su duelo genético”.
¿Cómo se vive el duelo genético?
“El dolor emocional intenso suele ser más puntual al principio” y va desapareciendo a medida que la mamá o el papá se abre al proceso de donación “y va dando la bienvenida a una nueva vía de conseguir la maternidad, despidiéndose de la maternidad a través de la propia genética”, aclara Pilar Conde. “No quita para que, a pesar de querer y estar convencida de la decisión, la persona tenga dudas acerca de cómo eso impactará en su hijo o en su hija, en la relación con él o ella, y en la relación con la familia y entorno”, puntualiza. “Y esos temores y preocupaciones se tendrán que ir afrontando a lo largo del tiempo”.
“Cada caso es único, y los procesos de duelo son personales, por lo que puede haber personas que lo transiten de una manera más rápida y otros precisen de más tiempo”. En ocasiones, puede ser necesario acudir a un profesional, especialmente “cuando el malestar que le produce limita al paciente de manera significativa en su vida diaria” y también “cuando la duración del dolor emocional se ha prolongado en el tiempo, no evolucionando”.