¿Tu hijo llora cada vez que tienes que bañarlo? Trucos para lograr que sea un momento placentero
Algunos niños que, de bebés, disfrutaban de la hora del baño pasan a vivirlo con gran angustia cuando tienen entre uno y dos años, dificultando a los padres la gestión de la situación
El momento del baño es, en los primeros meses de vida, uno de los momentos más placenteros para todo bebé y, en consecuencia, uno de los que más disfrutan sus papás. Pero en ocasiones, todo cambia casi de la noche a la mañana cuando se acercan al año de vida y surge en algunos niños un miedo atroz a meterse en la bañera. Lloran, se ponen completamente rígidos, patalean… convirtiendo de este modo algo que era de lo más agradable en un auténtico sufrimiento tanto para el pequeño como para los adultos que están con él. En la mayoría de los casos, está asociado a las rabietas o la ‘etapa del no’, que suele aparecer en torno a los 18 meses.
“Hasta ese momento tu bebé no sabía separar dónde empieza su cuerpo y dónde acaba el de su mamá”, explica Noelia Esteban de la Casa, psicopedagoga y experta en terapia a través del juego. A partir de entonces, comienza “a entender que es una persona diferente a ella y que puede querer cosas diferentes”. Como apunta la experta, “se trata de un momento evolutivo” que necesitan transitar, pero ¿cómo pueden los papás afrontar la situación y ayudar a su hijo a que entre en la bañera cuando ven que este lo está pasando realmente mal?
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1. Mantener la calma
El estado de agitación y nerviosismo que algunos niños experimentan antes de entrar en la bañera puede ser tal que el estrés pasa a los padres, para quienes no tiene por qué resultar sencillo manejar la situación. Por eso, el primer paso para ayudar a su hijo pasa por que ellos, conscientes de lo que va a ocurrir, intenten mantener la calma para poder, de este modo, transmitírsela a él o a ella. “En ese momento, tu hijo no necesita muchas explicaciones, ni que le lleves a la fuerza”, apunta Esteban de la Casa. “Tampoco necesita que trates de distraerlo o ‘quitarle el dolor’; lo mejor que puedes hacer es esperar a que vaya bajando la intensidad” en la emoción.
“Le puedes ofrecer un abrazo, hay niños que lo aceptan y niños que en ese momento rechazan el contacto. Respétalo”. Una vez en calma, “es mejor no volver a hablar de ello con el otro progenitor o decirle frases como ‘madre mía, cómo te has puesto, si es que no es para tanto…’. Es importante no invalidar las emociones de nuestros peques, sino ayudarles a transitarlas”.
2. Cómo decirle que es la hora del baño, algo fundamental
A todo aquel niño o niña que muestre rechazo por entrar en la bañera, es clave cómo sus papás o cuidadores les avisan de que ha llegado la hora del baño. “Recomiendo no preguntarle: ‘¿nos bañamos?’ porque entonces podrá respondernos que no”, apunta la psicopedagoga. “Es preferible preguntarle, por ejemplo, ‘¿qué te quieres llevar a la bañera hoy, los cacharritos o el embudo y las botellas?’”. De este modo, se vería con potestad para tomar una decisión por sí mismo, lo que podría hacer más fácil de gestionar la situación.
3. Animarlo con canciones antes de entrar
Relacionado con lo anterior, poner canciones alegres para animar al pequeño a bañarse puede quitar estrés al momento e incluso, hacerlo divertido si va acompañado de bailes exagerados y graciosos del adulto. Poco a poco, comenzará a darse cuenta de que no debe temer entrar en la bañera e incluso, con el tiempo, podría pasar a verlo como un momento de juego y alegría.
4. Probar con juguetes en la bañera
Llevar juguetes a la bañera es un clásico que le encanta a los niños que sí disfrutan al bañarse y que puede ser un recurso muy útil para aquellos que no lo hacen. Ofrecerle “llevar su muñeco favorito a la ducha o que pueda elegir un juguete apto para el agua” es, probablemente, uno de los primeros trucos con los que prueba todo papá. Es uno de los más sencillos y, al mismo tiempo, de los más eficaces, puesto que casi siempre da resultado y, por lo general, en pocos minutos. Para quienes esto no les funcione, hay algunas estrategias más con las que seguir intentándolo.
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5. Rotuladres
Los rotuladores o lápices que muchos fabricantes venden para que los pequeños los usen mientras se bañan puede ser una magnífica opción. Verán que pueden pintar la pared con total libertad sin que sus papás les regañen por eso. Si funciona esta estrategia, el adulto podría incluso sacarle doble provecho al explicar a su hijo que es la única pared de la casa que podrá dar rienda suelta a su creatividad, controlando así el impulso de este por decorar las del resto de habitaciones… De los azulejos, la pintura saldrá simplemente pasando por encima un trapo húmedo.
6. El juego simbólico
Si no funciona con llevar a la bañera ni juguetes ni rotuladores, se puede intentar con trabajar la situación mediante el juego simbólico en cualquier otro momento de día. “El juego es la forma más natural y significativa que tienen los niños de entender el loco mundo que les rodea”, señala Esteban de la Casa. “Dependiendo de la edad y lo que queramos trabajar exactamente, serían recomendables unos juegos u otros”.
“Si tu peque ya hace juego simbólico, es muy recomendable jugar a que llevamos a bañar al muñeco. Puedes comprar una pequeña bañerita o usar una caja a modo bañera. Podéis jugar durante unos días a bañar a los muñecos y hacer todo el ritual que haces con tu peque”. Eso sí, es esencial “quedarnos siempre en la metáfora del juego, hablando de los muñecos, porque esto le ofrece a tu hijo una distancia de seguridad muy importante para que pueda proyectar en el muñeco” en cuestión.
“Pasadas las semanas, podéis incluir un paso extra que sería coger al muñeco y hacer lo mismo que hace tu hijo cuando no se quiere ir a bañar, como poner voz al peluche y decir: ‘no quiero ir a bañar’”. En este punto, “cuanto mejor imites al niño, más identificado se sentirá”, por lo que la experta recomienda poner su cara de enfado, chillar (si es que chilla), etc. Después, habría que mirar al niño “como diciendo ‘¿qué hacemos?’”. “No le des la solución, espera que él diga qué podéis hacer. Si se queda callado, está bien, seguid jugando. Tras los días, tu peque dirá al muñeco lo que a él le sirve y lo que se le está quedando grabado de vuestro acompañamiento”
7. Libros infantiles
Si tampoco esto funciona, leerle libros infantiles sobre la hora del baño puede ayudarle a entender que es un hábito de lo más normal al que no tiene por qué tener miedo. Probablemente no sea uno de los recursos cuyos resultados se vean más a corto plazo, pero seguro que poco a poco le va ayudando a interiorizar y a normalizar la situación.
8. Bañarte con él o ella
Si hay algo que todo niño, especialmente si es pequeño, necesita en todo momento es el acompañamiento. El papel del adulto debe ser precisamente ese, el de guía que lo acompaña para ayudarle a entender sus emociones. La mayoría de las veces, la presencia de sus figuras de apego será todo lo que necesita, por lo que puede ser una buena idea que, cuando se va a bañar, uno de los progenitores ya esté dentro de la bañera, esperándole con una gran sonrisa y con los brazos abiertos, mientras el otro progenitor le ayuda a entrar. Si a eso le sumamos alguno de los trucos anteriores, como tener ya algún juguete o rotuladores en la bañera y que el adulto que está en el agua los está usando, puede ser una estrategia de lo más eficaz para lograr que el pequeñín se calme y quiera entrar.
9. Ver cómo se bañan otros niños
Si ni siquiera funciona esa última opción, se puede probar con que vea cómo se divierten mientras se bañan otros niños de la familia o hijos de amigos cercanos. Comprobar que sus iguales no solo no temen estar en el agua, sino que además lo disfrutan y se ríen puede ser una grandísima ayuda. En cualquier caso, como apunta Noelia Esteban de la Casa, “no existe un truco infalible que sepamos al 100 % que va a funcionar, pero sí podemos acompañarle de forma respetuosa y prevenir muchos momentos de rabieta”. Mientras tanto, paciencia. Tal y como el nerviosismo llegó, convirtiendo la hora del baño en un auténtico suplicio, se irá y (nunca mejor dicho) las aguas volverán a su cauce.