Mai Meneses, de 45 años, ha relatado uno de los episodios más difíciles de su vida, cuando llegó a tener alucinaciones y a volverse “supersusceptible”. Todo surgió a raíz del consumo de “una pastilla de esas de pasarlo bien”, como confesaba en el programa Viajando con Chester, de Cuatro: “soñé con Marilyn Monroe, Dios me vino a hablar y me dijo que era judía... Me obsesioné con eso, era todo muy loco”. Esa situación duró tres largos años, desde 2007 a 2010, cuando sacó fuerzas para pedir ayuda. El psiquiatra le diagnosticó depresión psicótica, que estaría relacionada con un trastorno bipolar. Ahora su mayor temor es que sus hijos, Eddy y Manolete (que tienen 10 y 7 años, respectivamente) desarrollen también esa enfermedad.
“Eso se hereda, y en la siguiente generación es más virulenta que en la anterior”, asegura. Tras comenzar la terapia y el tratamiento farmacológico adecuado, Mai Meneses experimentó una notable mejoría en tan solo tres meses, pero más de una década después sigue necesitando tomar su medicación y acudir al psiquiatra. De ahí que sea consciente de la importancia de poner todo eso “sobre la mesa” y de explicarle a los niños la situación en el momento oportuno.
¿Qué es el trastorno bipolar?
El trastorno bipolar de la personalidad es una enfermedad del cerebro que hace que quien la padece experimente cambios radicales en su estado de ánimo. Su causa es orgánica y se debe a “un fallo en el mecanismo bioquímico del cerebro que genera desequilibrio emocional”, como explica Laura Palomares, directora y psicóloga de Avance Psicólogos. Ese desequilibrio emocional hace que las personas con este trastorno atraviesen períodos de tiempo en los que están extremadamente felices, animados y enérgicos y otros en los que sienten todo lo opuesto, con tal tristeza que se encuentran deprimidos y mucho menos activos de lo habitual. Los primeros son las manías y los segundos, las crisis depresivas (por eso a este trastorno también se le llama enfermedad o trastorno maníaco-depresivo).
En este punto es necesario recalcar que uno y otro son estados de ánimo muy extremos, que poco tienen que ver con cambios anímicos que tanto niños como adultos experimentan habitualmente. Son más peligrosos porque, cuando se presentan las manías, pueden llevar a cabo conductas arriesgadas fruto de la euforia y, cuando se da la crisis depresiva, muchos pacientes llegan a intentar autolesionarse.
¿Cómo se trata el trastorno bipolar o maníaco-depresivo?
El trastorno bipolar se puede tratar y, para ello, lo primero será acudir al especialista médico, que será quien efectúe el diagnóstico pertinente. El tratamiento pasa por diferentes tipos de terapias según el caso y, siempre, por el suministro de medicación farmacológica. En cuanto a las terapias, la más habitual es la cognitivo-conductual o TCC, cuyo objetivo es ayudar a entender a la persona afectada qué es lo que desencadena tanto los episodios maníacos como los depresivos y a ser conscientes del papel determinante de sus pensamientos en unos y otros.
Cuando quien padece el trastorno bipolar es menor de edad, es importante implicar a los padres y familiares más próximos en la terapia para enseñarles, por un lado, a reconocer los síntomas que presenta el menor antes de que se produzca un episodio maníaco o depresivo y, por otro lado, para ayudarles a manejar la situación una vez que estos se producen, ya que pueden causar gran estrés en el entorno familiar.
Al deberse a un fallo bioquímico del cerebro, es necesaria, junto a la terapia, la medicación. Ese fallo bioquímico “genera la desestabilización de los niveles de neurotransmisores y hormonas necesarias para estabilizar el ánimo”, señala Palomares. “Cuando este sistema no funciona, genera ese desequilibrio emocional, cognitivo y comportamental, y por ello es necesario que la persona esté medicada, para que la terapia sea eficaz”.
Los medicamentos que se prescriben para atenuar los síntomas son estabilizadores del estado de ánimo, como antidepresivos y antisicóticos. Aunque en mayoría de los casos se suele experimentar una gran mejoría, es posible que el paciente siga experimentando recaídas, por lo que necesitarán un sólido apoyo tanto de los profesionales médicos como de su familia y amigos. En cualquier caso, Laura Palomares subraya que, “como cualquier enfermedad donde hay un desajuste orgánico que puede tratarse, como podría ser la diabetes o la hipertensión, la persona con trastorno bipolar puede llevar una vida completamente normal, si sigue su tratamiento y se implica en él”.