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Psicología

¿Cómo podemos explicarle la muerte a un niño?

Es un concepto intangible que no suele estar presente en el entorno de los más pequeños y que, cuando llega, a veces se oculta erróneamente. Sin embargo, hay que hablar de ella y saber cómo acompañar el duelo.


11 de enero de 2023 - 15:23 CET

El nacimiento de una persona y su muerte son dos partes ineludibles de la vida. Así comienza y termina nuestro ciclo vital. No hay forma de eludir ninguno de los dos momentos. Sin embargo, tanto para adultos como para niños,  afrontar el segundo de ellos es bastante complicado . Nosotros podemos entender lo que significa la muerte, qué es y por qué llega. Sin embargo, para ellos suele ser algo ajeno a su entorno. Cuando llega, sobre todo, por primera vez, es un asunto delicado que, en muchas ocasiones, la familia evita tratar. Pero, según los expertos, esta actitud no tiene por qué ser del todo correcta.

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Al menos, así nos lo comenta Rafa Guerrero, psicólogo y profesor universitario, además de ser uno de los referentes nacionales en el estudio del cerebro. Acaba de publicar su último cuento infantil, Adiós (Editorial Sentir), con el que pretende crear  una pequeña guía para explicar la muerte y acompañar el duelo en la infancia . Para ello, aconseja, debe leerse en familia. Y, el primer paso para hacerlo bien es, “explicar lo que significa la muerte, adelantarnos a que esta llegue y, por supuesto, no ocultarla”. De ello hemos querido hablar con él.

© Editorial Sentir

La muerte es algo intangible, es difícil de explicar. ¿Cómo la ven los niños, cómo la entienden?

Efectivamente, los niños ven, entienden y sienten la muerte de una manera bastante diferente a como lo hacemos los adultos. Mientras el adulto es más consciente de lo que implica la muerte, incluyendo todo el proceso hasta llegar a ella, los niños no. No saben lo que implica la muerte ni entienden lo que ocurre. Muchas veces, sabiendo que ellos no conocen como nosotros la muerte, tratamos de protegerlos (con muy buena intención) y no les explicamos lo que es. Generalmente, lo que hacemos es interpretar lo que significa la muerte, no contarles lo que realmente es.

Sin embargo, los niños están preparados para entender lo que significa cualquier suceso, incluida la muerte. Ahora bien, se les debe acompañar en este proceso de entender, siempre con cariño, respeto y de una manera correcta. Así, se les puede explicar sin problema.

Y, ¿cómo lo hacemos, cómo les explicamos la muerte?

La muerte se les explica como lo que es, un suceso irreversible. Puede doler más o menos, pero no puede dar marcha atrás. El mensaje principal que debemos darles es que, cuando la muerte llega, no hay vuelta atrás. Tanto si ya ha ocurrido como si está por llegar. A partir de aquí, los niños harán muchas preguntas. Una de ellas será, seguramente, si esa persona que ha muerto, ¿la podremos volver a ver? Y hay que ser claros, no se le podrá ver más, pero se puede ir a su tumba, visitarle en el cementerio y mirar fotografías. Eso es lo que hay que transmitirles.

Para ello, hay que mostrarles la vida como un ciclo natural en el que celebramos el nacimiento, pero que acaba con la muerte. Y está ahí. Muchas veces, como he comentado, lo ocultamos, más por la percepción de la muerte por parte de los adultos o del propio miedo que tenemos hacia ella, impidiendo que hablemos de ella o que no se lo expliquemos correctamente. Hay que permitirles a ellos sentir: miedo, dolor, tristeza o lo que necesiten sentir. Y, para ello, hay que contarles lo que es.

¿Todos los niños sienten igual la muerte?

No. Los niños reaccionan a la muerte, como en el caso de los adultos, de maneras muy diferentes. Hay quienes sienten tristeza, pero hay quienes se enfadan e irritan, se vuelven violentos o manifiestan su proceso de pena, por ejemplo, volviendo a mojar la cama por las noches. Aunque no nos lo cuenten, los niños son sensibles como nosotros a la muerte. El problema es que ellos  no tienen aún las herramientas suficientes para comunicarlo verbalmente . Somos nosotros los que tenemos que ayudarles en este proceso.

¿Es importante adelantarles lo que ocurre con la muerte? 

Sin duda, la anticipación es un mecanismo de defensa necesario. Necesitamos saber qué es lo que va a ocurrir. Para un niño, además, es vital. Necesita saber qué es lo que va a ocurrir. Si, por ejemplo, el niño tiene que ir al dentista y se le explica que debe ir la semana que viene, ese niño va a ir preparándose mentalmente para ese suceso. Con la muerte ocurre exactamente lo mismo.

Por ejemplo, si un familiar está cercano a la muerte y está ingresado en un hospital, ¿sería recomendable llevarle y que se despida?

En este caso, hay que tener en cuenta dos cosas:

  • La personalidad de cada niño, su sensibilidad.
  • La situación de cada familia y la capacidad de gestión de los padres para ello (por ejemplo, si están muy nerviosos).

Si tanto el niño como la familia está preparada emocionalmente, no entiendo por qué a un niño no se le puede explicar lo que está ocurriendo y llevarle, como dices, a ver a ese familiar en concreto al hospital. Sin embargo, es cierto lo que dices: en los tanatorios, en las misas no pone que esté prohibido llevar a los niños, pero estos raras veces acuden. Esto es, como hemos explicado,  por la sobreprotección de los padres y por el miedo que tenemos los adultos a que el niño se traumatice o se lleve una imagen diferente de la persona fallecida . Ahora bien, hay que valorar la situación, no consiste tampoco en traumatizar a un niño de tres años. Imagínate un accidente de tráfico bastante duro, por ejemplo. Hay que valorar, protegerles y no sobreprotegerles.

Y, de nuevo, insisto: la vida tiene dos caras. Si los padres son capaces de gestionar este momento, de acompañarlo y se sienten fuertes, ¿por qué no adelantarles lo que va a ocurrir, por qué no hacerles partícipes? Ahora bien, el niño también tiene que querer saber qué es lo que ocurre, acudir al hospital. Ni podemos prohibirles ni podemos obligarles.

Todo esto, ¿depende de la edad del niño?

Sin duda. Depende de la edad del niño y de la personalidad de cada uno, de su sensibilidad y de su experiencia. Según sea la suma de estos factores, se podrá explicar la muerte de una forma u otra. Y depende también de cómo sean papá y mamá, de las circunstancias del fallecimiento y de la persona fallecida. No es lo mismo algo repentino, como un accidente de tráfico, que una larga enfermedad. No es lo mismo el abuelo que recoge al niño en el colegio que aquél que vive en el pueblo y se le visita por Navidad.

¿Qué ocurre si lo ocultamos, si no queremos hablar de ello o no validamos ese dolor?

El miedo de los padres a que su hijo lo pase mal es legítimo y respetable. Para nada puedo criticarlo. Ahora bien, la muerte es un proceso doloroso y no podemos evitarlo. Si ocultamos o mentimos a nuestros hijos, nos encontraremos con adultos del futuro que no saben enfrentarse al dolor o no tienen las herramientas para hacerlo, no saben estar en las situaciones conflictivas y negativas. Aunque sea de lo más cotidiano. Si no les entrenamos, no les explicamos y no les acompañamos, no sabrán cómo afrontar las situaciones que seguramente lleguen.

El duelo de un niño, ¿cómo se acompaña?

El duelo son esos días o semanas (se pueden dar meses, pero en niños es menos habitual) en los que, de una manera inconsciente, algo le ocurre. Los padres deben acompañarlo e integrarlo en el día a día. Ahora bien, hablamos del duelo cuando un ser querido ha fallecido, pero en los niños puede aparecer, por ejemplo, porque la familia se ha ido a vivir a la otra punta del mundo y ya no se tienen a los amigos y a la familia cerca. Esto también puede implicar un proceso de duelo en los niños. Por tanto, hablamos de un cambio que debemos aprender a gestionar y asumir.

Para gestionarlo, necesitamos paciencia, cariño y empatía. Para ello, hay que conocer lo que necesitan nuestros hijos en cada momento y conectar con ellos. No se trata solo de validar sus sentimientos constantemente, algo de lo que siempre hablamos mucho, que puede sentirse por parte del niño como una vigilancia y un seguimiento extremo. Hay que dejarles sentir o no sentir y adaptar nuestro acompañamiento.

En el cuento que has publicado, vemos que una de las herramientas que utilizan los niños es dibujar, ¿sería un buen mecanismo de acompañamiento?

Sí, sin duda, cualquier herramienta que nos ayude a expresarnos nos vale. Hablar, dibujar, hacer manualidades con plastilina o leer un cuento, por ejemplo. Para la muerte o para cualquier suceso en el que necesitamos expresar un sentimiento, darle forma.

Por último, hay niños en los que la muerte de un ser querido tiene consecuencias a largo plazo y comienzan a sentir miedo a la muerte, propia o de otro ser querido (como, por ejemplo, los padres), se agobian, empiezan a tener problemas en el colegio, etc. ¿Qué hacemos en estos casos?¿Buscamos ayuda profesional?

En estos casos, los niños ya son conscientes de lo que implica la muerte y saben que esto no es algo que le ocurra a otro, sino que puede ocurrir en casa. Esto suele ocurrir, sobre todo, en torno a la edad de siete u ocho años, cuando, de forma inconsciente, se plantean cuestiones bastante trascendentes. Y una de ellas es que a mis figuras de referencia les pase algo o a mí mismo. Se obsesionan, les da miedo y es normal. Los niños saben ahora que son vulnerables y, a veces, se digiere muy mal por parte de los niños. De nuevo, hay que acompañar y, en el caso de que los padres no puedan, para eso están los profesionales, por supuesto.