La crianza en positivo es un conjunto de prácticas que ayudan a los padres a conseguir un buen desarrollo de sus hijos, fomentan su bienestar, además de un crecimiento saludable y armonioso. Una metodología que se aleja de la educación tradicional y que busca conseguir niños felices, desde el amor y el respeto, para que se conviertan en adultos autónomos, empáticos y comunicativos . Para Anna Morató, esta filosofía o forma de educar a los más pequeños tiene mucho que ver con los hábitos positivos que ella trabaja.
Esta escritora de cuentos infantiles, entre los que destaca De mayor quiero ser… feliz, con un éxito rotundo de ventas (acumula más de 300.000 ejemplares vendidos), decidió que el medio para conseguir este tipo de educación era transmitirle a su primera hija la importancia de ser positivo en la vida . Desde este primer embarazo, decidió lanzarse al mundo editorial con el objetivo de explicarles a ella y a los niños que viniesen a formar parte de su familia, “los valores más importantes para ser felices en la vida”. Y así lo ha hecho hasta hoy, que ya es un referente en valores familiares y que acaba de publicar dos volúmenes para una nueva colección de crianza dirigida a los niños a partir de dos años: Mis primeros hábitos positivos. En ambos se centra en el lenguaje positivo y la autoestima para configurar, a través de las historias que cuenta, una herramienta educativa que sirva, no solo a los padres, sino también a los más pequeños. Sobre cómo aplicar sus enseñanzas y algunos hábitos positivos y prácticos hemos querido hablar con ella.
El lenguaje, el primer hábito positivo
El primer punto o quizás del que parte la autora en estos dos primeros títulos está centrado en el lenguaje que utilizamos a diario para hablar con nuestros hijos. Según la escritora, “hay palabras bonitas o feas, palabras que despiertan amor y otras que hacen daño, pero ¿qué sentimos cuando recibimos unas u otras?”. Definitivamente, las sensaciones son diferentes. Por ello, una de las primeras cosas que hay que transmitirles a nuestros hijos es “la importancia de elegir bien las palabras que utilizamos, ya que, de nuestro lenguaje depende en parte que el mundo sea un lugar más amable”. Ahora bien, de la misma forma que se aprende el efecto que tienen las palabras bonitas, “debemos enseñarles a nuestros hijos que son humanos y que, a veces, por estar enfadados o nerviosos, nos podemos equivocar y elegir palabras feas”. Afortunadamente, nos recuerda a través del primer cuento, que existe una palabra que todo lo arregla: perdón.
Mensajes para trabajar la autoestima
El segundo punto a trabajar para poder establecer hábitos positivos en la vida de un niño es la de “trabajar la confianza en uno mismo, su autoestima”. Esto está íntimamente relacionado con el desarrollo emocional sano de cualquier persona. Y confiar en uno mismo es otro de los hábitos positivos que promueve la autora. Para ello, el ejemplo que nos propone es el de colocar en una caja mensajes sencillos como “aunque sea difícil, lo intento” o “estoy orgulloso de mí”, que son también, nos explica, “mensajes para crecer con plena confianza en sus posibilidades”. Esto, aplicado día a día, hará que los niños sean cada vez personas más seguras de lo que hacen, de sí mismas.
Fomentar la autonomía, un paso fundamental para establecer rutinas
Todas las rutinas, nos dice la escritora, “se establecen con cariño y paciencia”. Y el primer objetivo, como paso previo a conseguirlo, debe ser trabajar la autonomía de los más pequeños. Para ello, de manera práctica, nos aconseja:
- Confeccionar tablas de rutinas, con dibujos que ayuden a los niños a visualizar lo que tienen que ir haciendo. Esta es, sin duda, una de las herramientas más útiles para trabajar con ellos.
- También podemos echar manos de cuentos que se han creado específicamente para hablar de las rutinas diarias en casa, como vestirse o lavarse los dientes.
Sin embargo, no hay que centrarse, nos dice, “en una sola tarea”. Es bueno fomentar la autonomía en todas ellas, por supuesto, “pero también es importante entender que un niño pequeño, por ejemplo, no quiera vestirse por la mañana porque eso significa separarse de sus padres e ir a la escuela”. Por ello, no debemos fijarnos en las tareas en concreto, en las que hacen o no hacen. Como padres, nos comenta la autora, “tendemos a poner el foco en lo que todavía no saben hacer o no les sale bien, y no en lo que sí saben hacer por sí mismos”. La clave, por tanto, “está en acompañar al niño, ayudarle y esperar a que, con el tiempo, vaya adquiriendo esas habilidades y rutinas”. Y no se puede generalizar, habrá niños que hagan unas tareas y otros que hagan las que los primeros no saben.
Levantarse con tiempo cada mañana, las cosas irán mejor
Uno de los hábitos positivos que, en realidad, engloba a otros muchos, es el de establecer una buena rutina por las mañanas. Para ello, la autora nos ofrece una especie de paso a paso:
- Antes de irnos a la cama, para que la mañana sea más sencilla, puede ayudarnos a preparar las cosas del día siguiente y dejarlas a mano, para que ellos mismos puedan ir organizándose.
- Es importante levantarse con tiempo, para que no les transmitamos nuestras propias prisas. A veces, solo con levantarnos cinco o diez minutos antes, podemos conseguir que la mañana fluya mucho mejor.
- Igual que hace el Loro Isidoro en el cuento, para que desde bien pequeños los niños entiendan la importancia de hablarse bien a uno mismo (con esas palabras bonitas de las que hemos hablado antes), es importante mirarse al espejo y decirse algo positivo a uno mismo.
- Y, a partir de aquí, ir haciendo una tarea tras otra, si lo necesitamos, con algún apoyo visual, con los mismos tiempos.
Es importante, por último, “que los adultos hagamos autocrítica de cómo es nuestra actitud por las mañanas, porque según las vivamos nosotros, la vivirán los más pequeños”, nos explica la autora. De nuevo, como siempre, debemos cumplir con el ejemplo.