Una de las preguntas que los adultos solemos hacernos, en múltiples ocasiones, es la de si, como hemos escuchado tantas veces “el desayuno es la comida más importante del día”. Y los expertos, actualmente, nos dicen que no necesariamente, todo depende de tu rutina diaria. En el caso de los niños, que suelen ir al colegio o la guardería a primera hora, debería ser una comida que, en principio, no pueden saltarse. Esto es, nos dice Paula Fernández, nutricionista directora de Nutrium, puesto que el desayuno es una comida que “permite a los niños llegar con las cualidades óptimas a clase, concentrándose mucho mejor en sus tareas, teniendo una mayor predisposición al aprendizaje y comportándose, por lo general, mucho mejor”. Ahora bien, ¿qué ocurre si esta primera ingesta diaria no se hace bien?
Los niños, por lo general, no desayunan bien
En general, nos confiesa la nutricionista, o al menos en la gran mayoría de los casos, “los niños no desayunan bien”. Hace muchos años, nos explica, “los desayunos infantiles son muy ricos en azúcares, en grasas saturadas y con una gran cantidad de alimentos procesados”. Esto es por el protagonismo excesivo de alimentos como las galletas o los cereales en el desayuno , no solo debemos pensar en la bollería.
De hecho, los progenitores sabemos que estos alimentos no son del todo bueno, pero entre el poco tiempo que los padres tenemos, la falta de creatividad a la hora de conseguir crear desayunos deliciosos con ingredientes naturales y las preferencias de los niños, acaba por marcar el día a día de las comidas en casa. Sin embargo, “es fundamental, por lo que hemos dicho, que los niños hagan un desayuno consciente y equilibrado”.
Para ello, “quizás es más sencillo decir lo que no necesita un desayuno, porque si ofrecemos alimentos saludables de base, no tendremos que prestar demasiada atención al tipo de alimento”. Para ser nutritivo, que es lo importante, “basta con una pieza de fruta y, si nuestro hijo tiene más apetito, una tostada, un yogur natural con frutos secos, unos copos de avena o cualquier ingrediente fresco y de calidad”.
El desayuno no es (ni debe ser) obligatorio
Ahora bien, la experta insiste, “tan solo hay que darles desayuno a los niños si tienen apetito”. Algo fundamental que nos remite a la primera pregunta que hemos formulado en la introducción. Para dar respuesta a si debemos o no obligar a nuestros hijos a desayunar, nos comenta la nutricionista, “hay que valorar el resto de la dieta, si se cubre o no las necesidades diarias en el resto de comidas”. Si esto es así, el desayuno no es imprescindible. De hecho, hay personas que no tienen hambre a primera hora y los niños, como personas, “controlan muy bien su mecanismo de apetito y saciedad y, por tanto, debemos respetarlo”. Si esto te ocurre, una opción puede ser preparar un almuerzo mucho más abundante para media mañana, para que se lleven al colegio.
Además, hay que tener en cuenta el crecimiento de los niños, porque sus necesidades energéticas van cambiando. “La cantidad de calorías que un niño o niña necesita varía de una edad a otra y, a medida que crecen, sus necesidades aumentan y, por tanto, su apetito también”. Hasta los dos años de edad, es cierto que las necesidades son más específicas, nos explica la nutricionista, pero también hay que asegurar una correcta nutrición. Por ello, “hay que ofrecer las comidas según ese apetito”.
Consejos para un desayuno correcto
Además, como hemos dicho, de respetar el apetito innato del niño, “porque será bueno siempre y cuando el niño tenga hambre, sin obligar o sin ofrecer una cantidad excesiva”, la experta nos da algunos otros consejos:
- Ofrecer distintas opciones para desayunar , siempre y cuando esta oferta sea saludable. Está claro que si un niño tiene de opción galletas azucaradas o chocolate por un lado y una pieza de fruta, lo más habitual es que elija lo primero.
- Intentar buscar una presentación seductora. Los niños, aún más que los mayores, se alimentan con los ojos. Por ello, es importante ofrecer una imagen atractiva y las claves son: color, variedad y facilidad. Lo ideal, además, es presentarlo todo sobre un buen plato, bien organizado.
- Tiempo, para disfrutar de un momento agradable y no con prisas y estresados. Además, es otra forma de asegurar que creamos un desayuno equilibrado.
- Eliminar los zumos, sobre todo, los zumos industriales que se pusieron tan de moda en los años anteriores, pero que están repletos de azúcar. Incluso, los naturales y hechos en casa no son lo más aconsejable, ya que, al exprimir las frutas obtenemos, sobre todo, agua y azúcar, desechando la fibra. Hay que acostumbrar a los niños a comer fruta en trozos.
- Fuera galletas, bollos y todos los productos procesados que la industria nos hace ver tan atractivos. Siempre priorizaremos la repostería casera, de una manera controlada, con ingredientes sanos, limitada y de forma ocasional.
- Y mucho cuidado con los cereales comerciales, son falsos amigos: son baratos, fáciles y están buenísimos, pero, en su gran mayoría, “no son más que unas galletas que flotan en la leche”. El truco puede ser sustituirlos por copos de avena que, en forma de porridge, tiene un alto contenido en carbohidratos complejos y proteínas que facilita la obtención de energía y que, además, se puede acompañar de fruta o frutos secos.
- Los lácteos siempre que no lleven dulces ni productos artificiales, cuanto más naturales mejor. Se puede añadir canela o cacao puro para mejorar su sabor.
- El pan integral, natural y casero es mucho mejor que el artificial. “No hay que volverse neurótico, pero hay que conducir al niño hacia propuestas con pocos aditivos y pocos ingredientes”.
- Las proteínas no son solo huevo, sino también el aguacate, el humus o la crema de cacahuete, que son sanas, deliciosas y nos dan mucha versatilidad. El queso también es una buena opción.