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alvaro bilbao© Alvaro Bilbao

Bebés

Álvaro Bilbao descubre las claves para entender al recién nacido con su diccionario bebé-papás

La experiencia de estar ante un bebé y no saber lo que le sucede o lo que está demandando es difícil. Con el tiempo se acaba sabiendo, pero, para facilitar la labor, el neuropsicólogo Álvaro Bilbao ha escrito un nuevo libro.


21 de diciembre de 2022 - 12:38 CET

Álvaro Bilbao es uno de los neuropsicólogos más reconocidos actualmente. Es autor de libros de gran éxito como El cerebro de los niños explicado a los padres, y acaba de publicar su última obra: ¡Hola, familia! (Plataforma Editorial), que define como un diccionario bebé-mamá y bebé-papá. Se trata, en definitiva, de ‘traducir’ el lenguaje de los recién nacidos para que los padres recientes sepan qué les pasa y por qué. Hemos hablado con él.

Los padres siempre echan de menos un manual de instrucciones cuando llega su bebé. Aunque cada niño es un mundo, ¿qué aporta tu libro a las familias?

Aporta una visión de sencillez y de conexión con sus hijos, es lo que más falta hace a veces, lo principal. Los padres están, sobre todo,  preocupados por la alimentación de sus bebés,  también hay dudas sobre problemas con el sueño y cuando estos dos temas están más o menos resueltos empiezan con las rabietas a partir del año y medio, con problemas de relación, problemas para seguir hábitos o rutinas... Y otro tema frecuente tiene que ver con ir al baño, si tiene que llegar al colegio con el pipí controlado, si no hace deposición en varios días...

¿Cuál es tu consejo básico para que los padres conecten bien con sus hijos?

Lo más importante es que se pongan en su lugar, que sean capaces de entender qué le está pasando al niño, por qué en un momento dado puede ponerse en contra de su hermano o de nosotros,  por qué a la hora de dormir no quiere quedarse solo...  En esas situaciones en las que vemos que el niño está muy enfadado o muy frustrado tenemos que intentar enteder qué es lo que le está ocurriendo y si podemos hacer algo para ayudarlo.

A veces simplemente podemos comprenderlo y decirle: “Sé que te apetece mucho comerte una chuche, pero los lunes no comemos chuches”, y otras tenemos que ir más allá, por ejemplo, si necesita que lo acompañemos un ratito a la hora de irse a dormir. En ocasiones le diremos que sí, y en otras que no, pero si entendemos qué es lo que les pasa y nos ponemos en su lugar, vamos a conectar muy bien con ellos. Otra cosa fundamental que digo a todos los padres es que se lo tienen que trabajar en cuanto a tiempo. Hay que estar ahí, hay que bañarlos, sentarse con ellos a cenar, vestirles por la mañana, jugar con ellos... Puede ser un esfuerzo y costar trabajo en determinados momentos, pero, a medida que lo vayamos haciendo, el niño va a conectar con nosotros y nosotros con él.

En el libro comentas, de hecho, “lo que más ayuda a un niño a desarrollar su cerebro es el tiempo que comparte con sus padres”. ¿Qué sucede cuando ese tiempo compartido no es suficiente?

Yo siempre les digo a los padres que si realmente no pasan tiempo con el niño porque tienen muchas dificultades económicas o laborales, tampoco hay que sentirse culpables, pero sí aprovechar los días que tenemos libres, los ratos sueltos, hacer una llamada... Si el niño entiende que nosotros ponemos todo el tiempo del que disponemos a su disposición, va a tener un buen vínculo con nosotros, nos va a comprender y nos va a perdonar todo.

Pero si el niño ve que tenemos tiempo, pero que lo dedicamos a otras personas o a otras actividades, y nunca sacamos el rato para estar con ellos, ahí sí que se van a resentir.

“Tu hijo lo tiene claro: si pudiera elegir a cualquier mamá o papá del mundo, te elegiría a ti”, resaltas en el libro. Sin embargo, los padres vivimos en un constante estado de culpa. ¿Cómo abordar este sentimiento?

Algo muy importante es entender que todos los padres sentimos cierta sensación de culpa y saber que los niños nos necesitan, aunque no hace falta que seamos perfectos. Ellos nos ven con muy buenos ojos. Cuando pensamos en nuestros padres los solemos recordar cómo si lo tuvieran todo organizado y supieran siempre qué hacer, pero la realidad es que ellos, como nosotros, también tenían sus dudas, aunque ahora lo recordemos todo de forma positiva.

 El niño nos va a ver con la mejor mirada posible y la culpabilidad es algo inherente a la paternidad.  Como explico en mi curso de autocuidado para padres, todas las profesiones que basan su actividad en el hemisferio derecho, es decir, creatividad, conexión con otras personas... viven en una sensación constante de pensar que no lo están haciendo bien porque son habilidades distintas y que no dan resultados inmediatos. Si estuviéramos haciendo informes o construyendo una casa, eso da más seguridad, pues vemos casi minuto a minuto cómo va progresando.

Sin embargo, todo lo que tiene que ver con las relaciones humanas provoca más inseguridad, aunque a largo plazo sí podemos ver los buenos resultados. Más en el caso de los padres recientes que están haciendo cosas nuevas que no han hecho nunca y que generan en la pareja discusiones cuando en realidad están haciendo algo muy difícil, que es criar a un niño, y la mayoría lo está haciendo fenomenal.

En varias partes del libro recalcas la importancia del contacto físico, del abrazo, para el niño.

Sí, hay una investigación muy bonita de un psicólogo llamado Harry Harlow que dejó a unos monos recién nacidos sin comer 24 horas. Pasado ese tiempo, tenían la oportunidad de comer o de ir hacia una ‘mamá de peluche’. Todos los monitos fueron hacia la mamá de peluche. Para los niños, el afecto físico es más importante que el alimento. Cada vez que abrazamos a un niño favorecemos que haya más conexiones cerebrales, y sabemos que los niños que reciben más afecto tienen un cerebro más desarrollado que los que no.

En boca del niño comentas: ‘Me encanta no hacer nada estando aquí contigo’, sin embargo, los padres estamos en una carrera constante por proporcionarles estímulos.

Es un mal endémico de nuestra sociedad: la sensación de que hay que aprovechar el tiempo y estar siempre ocupados, de que cuantas más cosas hagamos, mejor, de que los fines de semana tienen que estar repletos de actividades y hay que socializar mucho... Parte de todo este estrés y esa intensidad y falta de descanso se está viendo ahora con tantos casos de depresión y ansiedad. Las consultas de los psicólogos están abarrotadas y tiene que ver con la sociedad que estamos construyendo. Pero los niños no tienen esa sensación de estrés como los adultos, y nos pueden enseñar a vivir mejor.