Cressida Bonas, la ex novia del Príncipe Harry, es ya una orgullosa mamá. El mes pasado ella y su pareja, Harry Wentworth-Stanley, con quien se casó hace dos años , daban la bienvenida a su primer bebé, un niño. Y, como ella misma revelaba en una entrevista exclusiva para el diario británico The Sunday Times, cumplir su deseo no ha sido un camino sencillo. Para ello, confesaba, ha tenido que someterse a un procedimiento de fecundación in vitro (FIV) . Un hecho que le ha llevado a sufrir mucho, pero también a aprender la importancia, por ejemplo, de tener una comunidad “que se convierta en un espacio donde desentrañar y compartir lo que te está pasando, es ahí donde puedes recuperar tu confianza y tu poder”.
Además, Cressida Bonas comenzaba su tratamiento tras un largo camino intentando un embarazo natural. “Invertí mucho tiempo y dinero en reflexología, nutricionistas, acupuntura y psíquicos…incluso, un curandero alemán que hablaba con los ángeles”, explicaba en la entrevista. Tras intentarlo absolutamente todo, confesaba, “nada funcionaba, sentía que mi cuerpo me fallaba” y, por ello, decidió someterse a una fecundación in vitro.
Unos problemas emocionales que no solo ella ha tenido que trabajar durante su tratamiento de fertilidad, sino que muchas de las mujeres que se someten a estas técnicas de fecundación sufren. De ahí que el apoyo profesional y familiar se vuelve fundamental. Y decimos familiar porque, en muchos casos, es un proceso que se vive en el ámbito privado y no se comparte. Sobre la necesidad del apoyo psicológico y la importancia de la salud emocional durante estos procesos de fertilidad, hemos querido hablar con Lena Massó, psicóloga especializada en la clínica Eugin Barcelona.
La salud emocional previa al tratamiento debe valorarse
Las razones por las que una mujer o una pareja acude a cualquier clínica de reproducción asistida, nos comenta la experta, son muy variadas. Hay parejas que llevan muchísimo tiempo buscando un embarazo y están muy fragilizadas emocionalmente, pero también las hay que no llevan tanto, pero saben que necesitan buscar ayuda médica para concebir un hijo. Sea cual sea la situación, nos dice, “la realidad es que dar ese paso y acudir a una clínica siempre genera, en mayor o menor medida, una situación de fragilidad emocional”. Ahora bien, la situación con la que llegan los pacientes depende de algunos factores, como son;
- El tiempo que lleve la pareja buscando una gestación.
- El perfil de personalidad de cada paciente.
- La relación de pareja que existe.
- El historial médico de cada paciente.
- El apoyo que se tiene del entorno o la inexistencia de este.
Todo ello, se relaciona con el estado emocional con el que las pacientes y parejas se presentan en una clínica para comenzar un tratamiento de fertilidad. Su combinación, nos explica, “puede generar una mayor o menor inquietud, más o menos duda, sensación de agobio y siempre, independientemente de cómo se llegue, el tratamiento en sí será fuente de estrés de la pareja o paciente”. Por ello, todos los procesos de fertilidad deben contar con un apoyo en paralelo a nivel psicológico.
¿Cuáles son los sentimientos que más afloran durante una FIV?
Los procesos de reproducción asistida tienen un gran impacto en lo que llamamos “la esfera médico-social de la pareja” y las reacciones más comunes entre ellas son:
- Lo que los expertos llamamos “la montaña rusa emocional”. Para explicarnos, nos dice la experta, “hay que ver cada fase del proceso de manera aislada, viendo que cada una de ellas conlleva unas particularidades propias y que, a veces, una y otra se suceden muy rápido”. Desde el diagnóstico (punto de partida) hasta la espera del resultado, pasamos por las pruebas, el tratamiento hormonal o el día de la punción de transferencia. Es fácil entender, nos comenta, “que todo esto conlleva una carga emocional muy grande que necesita de una gestión adecuada”. Los pacientes suelen oscilar entre la tristeza, la frustración o el enfado hacia el optimismo, el deseo, la esperanza y las ganas. “Es un proceso agotador, tanto para pacientes como para parejas, es estar constantemente oscilando en tus sentimientos de manera paralela al tratamiento, con el desgaste que ya de por sí supone el propio tratamiento”.
- También es muy común el aislamiento social y personal. Con mucha frecuencia, las parejas evitan quedar con amigos por la dificultad de asumir el problema o porque no quieren quedar con amigos que ya han conseguido tener un hijo, les entristece, les llena de culpa. Esto puede aumentar las reacciones negativas en su estado emocional.
- La culpa es una gran protagonista en todos los recorridos de las fecundaciones in vitro.
- La decepción con el propio cuerpo es otro de los sentimientos que más afloran. Las mujeres, en general, se culpan de que su cuerpo no responda, de que han hecho algo mal, de que algo no funciona bien en ellas y, por ello, no se merecen quedarse embarazadas de forma natural.
- La incertidumbre y la ansiedad por el proceso que ha dado comienzo, el no saber qué va a pasar también juega en contra.
- La tristeza, que puede llegar a convertirse en depresión y, en este caso, se compromete mucho la salud mental de los pacientes.
- Una gran afectación en la autoestima y el autoconcepto.
Todo esto que hemos citado es lo más frecuente y, nos recalca la psicóloga, “suma un problema más y es que puede dañar seriamente la relación de pareja”.
El apoyo psicológico es fundamental
Un proceso de reproducción asistida, es algo que ya sabemos con seguridad, “tiene un porcentaje de éxito importante, pero siempre lleva asociada una carga emocional importante”. Es decir, no estamos ya solo ante un proceso médico, sino que también es psicológico. De hecho, nos explica la experta, “está demostrado científicamente que todo tratamiento de fertilidad conlleva riesgos de sufrir procesos de ansiedad y depresión”. Además, este tipo de procesos no son cortos, sino que suelen ser bastante largos, “con una implicación física y emocional muy fuerte, afectando a la salud mental de la paciente que se somete al tratamiento, pero también a la pareja”.
Por todo ello, la pareja tiene que poder contar con apoyo psicológico durante todo el proceso. Esto les permitirá “tener un espacio de contención, elaboración y comunicación para ser acompañados en sus decisiones y en cada una de las etapas, es un espacio para cuidarse”, nos dice la experta. Desde el anuncio de un diagnóstico hasta un cambio de gameto, la larga espera o una pérdida gestacional . Las emociones que se viven en todos estos casos son muy profundas y deben estar acompañadas desde el punto de vista de la prevención. “Hay muchos estudios que, hoy en día, ya han demostrado la eficacia del apoyo psicológico para evitar toda la sintomatología que hemos descrito”.
El silencio es una decisión personal, pero puede jugar en contra
Contar o no que se está siguiendo un tratamiento de fertilidad es una decisión totalmente personal que pertenece a cada mujer o a cada pareja. Hay algunas personas, nos comenta la psicóloga, “que tienen muy claro que este proceso es un tema íntimo, que forma parte de su vida reproductiva y sexual, que nadie tiene que enterarse ni tiene por qué ser compartido, mientras que hay otras que necesitan contarlo”. Ambas decisiones son correctas y, en términos absolutos, “no hay una opción buena o mala”. Nadie tiene derecho a decirle a una pareja lo que tiene que hacer. Ahora bien, sí que es cierto que suele haber unas indicaciones generales que debemos compartir:
- Contarlo puede permitirle a la pareja quitarse un peso de encima.
- Puede, además, evitar la sensación de secretismo de todo este proceso y llegar a normalizarlo.
- Puede permitirles obtener el apoyo del entorno que puede volverse bastante necesario.
- Y, a veces, contarlo me hace darme cuenta de que alguien cercano ha pasado por algo similar y encontrar un espacio de encuentro y comprensión.
Por otro lado, nos dice la experta, “llevarlo en secreto puede aumentar el aislamiento social, la sensación de soledad y la ansiedad depresiva, lo que puede llegar a empeorar e, incluso, comprometer el éxito del tratamiento”. A veces, con dos personas a las que se lo contemos, podemos llegar a empatizar. Pero, la psicóloga insiste, “siempre se lo decimos a nuestros pacientes, son ellos los dueños de sus procesos, que pueden contar o no, pero para ello hay que elaborar un espacio psicológico de trabajo para compartir lo que se quiera compartir, sin necesidad de tener que contarlo todo”.
La fecundación in vitro, un tema que comienza a ser menos tabú
La sociedad, aún a pesar de que está evolucionando, sigue tomando estos tratamientos como algo tabú. Esto es, nos dice la experta, “porque la maternidad es un rol que se ha asociado típicamente a la mujer, por lo que la dificultad o incapacidad de concebir de una manera natural puede vivirse como un fracaso solo de la mujer a nivel simbólico, algo que, de hecho, toca los pilares de nuestra identidad femenina”. Por tanto, no se quiere contar. La fertilidad masculina, sin embargo, ha venido siempre asociada a la virilidad.
Ahora bien, como ella misma ha confirmado, “estamos deconstruyendo algunos mitos y entendemos la infertilidad, por fin, como algo universal, también porque conocemos mejor sus causas a nivel médico y hablamos cada vez más de ello”. Cada vez son más los pacientes que entienden “que ellos son el cambio, que deben hablarlo abiertamente y que esto les coloca en una situación mejor”.
Pero queda mucho camino por recorrer, “sigue siendo algo que se vive en la esfera íntima de la pareja con vergüenza, culpa e injusticia”. Y, con esto, hay que tener cuidado, porque la mirada social que creemos que tenemos encima y que existe hacia la infertilidad, puede convertirse en la mirada interior de la imagen que tiene el paciente de sí mismo, “lo que le dificultará la aceptación y transitar por todo el proceso de fertilidad con serenidad y calma, convirtiéndose en un condicionante negativo más”.