Tos, mocos y fiebre suelen ser los síntomas más característicos de las infecciones causadas principalmente por virus y bacterias . Y, en los niños, estas tres cosas están a la orden del día. Pocas son las semanas que durante el invierno podemos librarnos de ellas. Y es una de las preocupaciones más comunes que suelen tener los padres, además de un quebradero de cabeza para los pediatras que ven, a diario, cómo las enfermedades infecciosas llenan los pasillos y las consultas del ambulatorio, sobre todo, en estos meses de frío.
En la gran mayoría de los casos, estas enfermedades son fáciles de tratar, cuando nos referimos, por ejemplo, a un catarro o una gripe. Pero existen ocasiones en las que las infecciones son más severas, como puede ser una neumonía o una bronquiolitis . Por ello, es importante recordar las principales formas de prevención. Porque si nosotros podemos intentar evitarlas, los niños también deben saber cómo hacerlo. Para ello, hemos querido hablar con la Dra. Marta García Ascaso, pediatra responsable de Enfermedades Infecciosas en el Hospital Infantil Universitario Niño Jesús, además de presidenta de la Comisión de Enfermedades Infecciosas y Política Antibiótica del mismo hospital. En el marco de la Semana Mundial de la Concienciación sobre el Uso de los Antimicrobianos, donde junto a Pfizer presentaron el cuento A través del mundo microscópico de Martín, nos desveló muchos y buenos consejos.
La edad, el lugar de residencia y la vacunación, factores a tener en cuenta
Cuando hablamos de enfermedades infecciosas nos referimos a aquellos trastornos que han sido causados por organismos como bacterias, virus, hongos o parásitos. Muchos de ellos viven, no solo fuera, sino también dentro de nuestro organismo y, por lo general, son inofensivos e, incluso, útiles. Pero bajo ciertas condiciones, algunos de ellos pueden causar enfermedades. Si le preguntamos a la doctora por cuáles son las más frecuentes, para saber adelantarnos a ella, la respuesta que nos da es que “todo depende de múltiples factores, como pueden ser la edad del niño (que marca el punto del calendario vacunaciones en el que está), el lugar de residencia o una enfermedad de base previa que puede llegar a suprimir el sistema inmunológico”.
Ahora bien, sí que es cierto que, entre las más comunes, aparecen siempre las infecciones virales. “Se conocen más de 200 tipos diferentes de este tipo de infecciones, que suelen dar los síntomas de la bronquitis y el catarro, entre otros”, nos explica la doctora. Algunos ejemplos, cómo no, son la COVID-19, la gripe o el conocido VRS (Virus Respiratorio Sincicial) . Todas estas infecciones a las que nos referimos, “son producidas por un virus y siempre a nivel respiratorio”. Ahora bien, pueden dar síntomas, nos explica la doctora, a otros niveles, como, por ejemplo, una gastroenteritis.
Por otro lado, están las infecciones bacterianas que son más infrecuentes en niños que están completamente vacunados. Pero son frecuentes en aquellos niños que no se vacunan o no llevan las vacunas al día, además de “en pacientes oncológicos que, aunque pueden estar completamente vacunados, su sistema inmunológico ha olvidado esas vacunas que ya se han puesto y, por tanto, son más vulnerables y están más expuestos”. De la misma forma que los bebés, “sobre todo, por debajo de un mes”. Las más frecuentes de estas infecciones bacterianas son las de oído, las de orina y, actualmente, “estamos viendo muchas neumonías”.
¿Se puede educar a los niños en la prevención de las enfermedades infecciosas?
La respuesta a esta pregunta que nos hacemos, para la doctora, “está clarísima y la pandemia nos la ha demostrado”. Sin duda, se puede (y se debe) educar a los niños en la prevención de este tipo de infecciones. Es algo que la pandemia nos ha enseñado y que ahora, un año después, no debemos olvidar. Sería un grave error. Y es que hemos visto cómo los niños “entienden lo que es un virus, una bacteria y saben que ellos pueden hacer algo para conseguir evitarlos”, nos dice la doctora. Hay que seguir esta línea. Además, “han aprendido también a comunicar a sus padres cuando creen que tienen fiebre, cuando tienen dolor de cabeza o de garganta”.
Por tanto, la primera medida es, sin duda, la concienciación y la identificación de la enfermedad. Una vez a los niños se les ha explicado, es más sencillo. A partir de aquí, nos dice la doctora:
- Lo primero y más importante si identificamos que nuestro hijo está enfermo, es explicarle y que él entienda que debe tomar medidas de aislamiento. Por ejemplo, no debe ir al colegio o a la guardería, deben entender que “es importante evitar la transmisión”. Tanto los niños como los padres deben ser consciente de ello, deben saber que no pueden contagiar a sus compañeros.
- En casa, hay que saber quiénes son las personas más vulnerables y explicárselo: los abuelos, los niños recién nacidos (si tienen hermanos muy pequeños) o las personas que se encuentren inmunodeprimidas por la medicación que toman. En este caso, se debe educar en tomar, no solo medidas de aislamiento, sino también medidas de higiene. Por ejemplo, mantener las superficies bien limpias (incluidos los juguetes) o, al ser muy fácil el contacto por el aire, incluso, ponerse mascarilla.
Además, junto a la identificación, evitar el contacto con los demás y tomar ciertas medidas higiénicas en casa, hay dos aspectos muy importantes a tener en cuenta, sin la necesidad de que el niño llegue a enfermar:
- Una vacunación completa y en tiempo contribuye enormemente a la prevención.
- Que el niño esté lo más sano posible, “pues un niño sano es, no solo más resistente a un virus, sino que tiene un cuerpo más inmunocompetente, es decir, que aunque se contagien, no llegan a desarrollar la enfermedad”, nos explica la doctora. Para ello, “incentivar el ejercicio diario o el juego libre, una alimentación sana y la socialización”.
Más cuidado con los menores de 2 años
Cuando hablamos de este tipo de infecciones, los padres solemos pensar que los más pequeños de casa “lo pillan todo”. Y es verdad, por eso, hay que extremar las precauciones con ellos, nosotros los adultos, porque ellos aún no son conscientes. Esto es así, nos explica la doctora, “porque durante los dos primeros años de vida nuestro cuerpo es, podríamos decir, virgen. Sí que es cierto que heredamos algunos anticuerpos de nuestros padres, pero es un cuerpo que nunca se ha expuesto a infecciones”.
Al contrario que los adultos, que ya se han infectado varias veces desde que son niños y han desarrollado “vacunas naturales”, los niños más pequeños no son tan fuertes. De hecho, ellos al nacer van tomando contacto con el mundo, incluidos los virus, pero lo hacen por primera o segunda vez y su organismo no está preparado. “Hablamos de un cuerpo mucho más pequeño que, por su tamaño, no tiene la capacidad de hacer frente a un virus con una respuesta rápida, ni tiene un sistema respiratorio tan desarrollado, de hecho, son bastante proclives, por ejemplo, al desarrollo de una bronquiolitis”. En realidad, todos estamos expuestos a los mismos virus, por ello, a medida que el niño va adquiriendo vacunas, se va haciendo más resistente y fuerte, pero al principio es bastante indefenso.