Una de las características más definitorias de la etapa adolescente es su postura contraria al mundo. Por eso no es de extrañar que cuando llega la Navidad también vayan a contracorriente y no deseen formar parte de las celebraciones conjuntas o si lo hacen, muestren su desagrado o su disconformidad.
Para saber de qué manera actuar si se presenta esta situación hemos recurrido a Amaya Prado, psicóloga educativa y vocal de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid.
¿Es habitual que los adolescentes se desencanten de la Navidad?
No les sucede a todos, pero sí puede ser relativamente frecuente, sobre todo si identifican estos días con celebraciones para los más pequeños de la casa. Sin embargo, según la experta, “son unas fechas que hay que hacer ver que son igual de ilusionantes para todas las edades, porque hay que hacerles sentir y vivir parte de ellas”.
Así, pueden ser partícipes de muchos modos en las distintas actividades y eventos que se vayan a realizar. Si son dirigidas a sus edades y les resultan atractivas y divertidas, es mucho más fácil que se ‘enganchen’ al espíritu festivo general. En este sentido, puede ser muy útil:
- Que preparen alguna manualidad o elemento decorativo con mayor complejidad.
- Que hagan vídeos de algún momento especial para luego compartirlos.
- Que ayuden a cocinar y a preparar comidas o cenas importantes.
- Que organicen dinámicas o actividades para todos en las celebraciones.
- Que ayuden a los más pequeños a elaborar sus cartas de regalos.
Además, la actitud de los adultos es muy determinante en lo que sus hijos adolescentes pueden llegar a sentir en este periodo del año. Los chicos han de percibir que “para los adultos también son fechas ilusionantes y diferentes aunque haya ausencias significativas o dificultades”, resalta.
¿Hay que negociar con ellos cuándo deben estar?
Si el adolescente se niega a participar de determinados rituales navideños en familia, puede desencadenarse un problema. Por eso, lo mejor, tal como comenta Amaya Prado, es que esto se resuelva de “una manera consensuada y negociada”. Se trataría de fijar con él en qué momentos tiene que compartir el tiempo con su familia y en qué otros puede estar con sus amistades o hacer otra actividad que le apetezca.
En este sentido, conviene pactar de antemano qué días son los que hay que permanecer juntos para que no haya disputas en el mismo momento. No obstante, como señala la experta del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, “se debe hablar con nuestro adolescente y explicarle la importancia de que participe en las celebraciones familiares y lo que supone su presencia o su ausencia, sin caer en conductas que puedan sonar a chantajes o manipulaciones”.
A la hora de determinar esos momentos en que puede hacer más la vida por su cuenta o debe estar en familia (por ejemplo, si la Navidad ha de pasarla en casa y en Nochevieja puede salir), hay que valorar cada caso concreto, teniendo en cuenta la edad del menor y sus circunstancias. Así, “se puede ser más flexible cuanta más información se tenga de lo que van a hacer y también puede ayudar concocer las decisiones de los padres de otros amigos”.
Finalmente, la psicóloga recalca cómo “se puede hablar y negociar horas, buscando un equilibrio razonable entre lo que demandan y lo que estoy dispuesto a ceder como padre”. Pero hay que hacerlo previamente, pues los días festivos no son los más indicados para hablar de los posibles peligros que corren, de sus amigos o de los límites que deben cumplir.
¿Y si no quieren pedir ningún regalo de Reyes?
A veces, los adolescentes no quieren pedir ningún regalo en estas fiestas, ya sea por pasotismo, por apatía o porque sienten que no necesitan nada más. “Aun así, si es importante para la familia, se les puede hacer un regalo o darles alguna sorpresa como una experiencia: unas entradas para un musical, para una función de teatro o para un concierto o un viaje”, aconseja la psicóloga.
“Muchas veces lo experiencial adquiere un papel más importante a todas las edades, pero a estas puede parecer más enriquecedor y refuerza los vínculos familiares”, subraya Amaya Prado. Es una forma de ‘hacer familia’ y de buscar momentos juntos para compartir tanto en las fiestas como más adelante.