Los juguetes tienen dos funciones básicas. Por un lado entretienen al niño y, por otro, son una fuente de aprendizaje a todos los niveles, tanto en el sentido educativo como en el social y el personal. El mercado ofrece infinitas posibilidades, por eso es bueno saber escoger el adecuado.
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Para que nos oriente en esta tarea, hemos recurrido a Paloma Castellanos, colaboradora de ColorBaby, psicóloga especializada en neuropsicología y educación y profesora de Educación Infantil y orientadora en un centro escolar.
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La edad, la evolución y los centros de interés
Lo primero que hay que tener en cuenta a la hora de elegir un juguete para cada niño es su edad y el momento evolutivo por el que está pasando. No conviene adelantar etapas, porque posiblemente el juguete no llame la atención del menor, aunque nos empeñemos en ello.
Una vez clara esta premisa, “según vaya creciendo el niño hay que tener en cuenta sus centros de interés. Cada niño muestra preferencias por una cosa y esto puede ser una muy buena pista”, explica la experta.
Juguetes sensoriales en los primeros meses
El niño muestra interés por el juego desde sus primeros meses de vida. En esta etapa, los juguetes han de tener funciones sensoriales: sonidos, texturas, movimiento... como los sonajeros, los carruseles móviles para cuna o los libros de tela.
Es también muy probable que al pequeño le llamen la atención los objetos cotidianos de la casa, pero con otros usos. Le encanta explorar, tocarlos, hacer que suenen...
Llega el juego simbólico
Hasta los dos años, aproximadamente, el niño desarrolla un juego muy individualista. Cuando está con otros pequeños suelen relacionarse con lo que se denomina “juego paralelo”, esto es, cada uno está con sus propias dinámicas.
Pero a partir de los dos años, el juego deja de ser tan individual y egocéntrico y pasa a ser más compartido. Pero hay otra característica que lo define, según comenta la colaboradora de www.colorbaby.es, y es que aparece el juego simbólico.
“Con el juego simbólico trabajan roles, habilidades sociales, relaciones... es muy importante”, apunta.
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El juego al aire libre
“Cuando el niño juega al aire libre trabaja su psicomotricidad, la coordinación ojo-mano y los movimientos contralaterales (que son los que ponen en contacto ambos hemisferios cerebrales), entre otros beneficios”, destaca la neuropsicóloga.
Así, triciclos, pelotas, cuerdas para saltar y todo aquello que implique jugar en el exterior tiene muchísimas ventajas para el niño y hay que considerarlo como una opción a tener muy en cuenta desde los primeros años.
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Juegos de mesa, de creatividad y de colaboración
Cuando los niños son más mayores se decantan por juegos de mesa, de creatividad o aquellos que implican colaboración con otros jugadores.
“En general, no les suelen gustar los juguetes que lo hacen todo por ellos y no dejan lugar a la creatividad”, advierte la experta. Pero sí se sienten muy atraídos por aquellos donde pueden dar rienda suelta a su imaginación.
En cuanto a los juegos de mesa y de colaboración, son un excelente aliado para enseñarles valores y los secretos de la relaciones sociales. Hay algunos que son competitivos, y serán adecuados “cuando el niño ya tenga una regulación para resolver los conflictos o cuando haya una mediación por parte del adulto”, señala.
Es el caso de juguetes encajables con una sola posibilidad. Si el pequeño se equivoca, la pieza no entrará y será él solo el que tenga que buscar la solución. Tal como apunta Paloma Castellanos, es un tipo de juguete que aporta mucho al niño.
Conocer al niño y ofrecerle juguetes según sus intereses
“Es importante conocer mucho a nuestros hijos y observarlos cuando juegan para descubrir sus intereses y así poder ir ofreciéndoles juguetes que les puedan venir bien”, indica la psicóloga.
En este sentido, no hay que forzarlo a jugar con determinados objetos si el pequeño muestra un total desinterés. Cada uno tiene unas preferencias que hay que respetar, teniendo siempre en cuenta que van cambiando a lo largo del tiempo y que lo que rechazaba en un momento dado puede interesarle más adelante.
Por ejemplo, si no tiene ningún interés por los puzles, se le puede sugerir alguno, pero sin obligarlo. Aunque también está la opción de completarlo con él o de ofrecerle uno que esté alineado con sus gustos. Si le encanta un dibujo animado, el puzle podría ser de esa serie para captar su atención. Si aun así no muestra interés, lo mejor es dejarlo para más adelante.
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No demasiados juguetes a la vez
Hay niños que se cansan enseguida de los juguetes, y necesitan cambiar cada poco tiempo, y hay otros que son más ‘fieles’ y juegan con los mismo durante periodos muy prolongados.
Lo ideal, según Paloma Castellanos, es que no puedan disponer de demasiados a la vez. “Cuanto menos tengan, mejor. Si tiene muchos a su alcance, los saca todos, no juega con ninguno y no aprende su valor. Lo ideal es ofrecerle pocos a la vez, unos tres, y que los tenga a la mano y a la vista. Luego se le van cambiando por otros”, explica.
El hecho de restringir el número de juguetes ayuda también a inculcarles el sentido del orden y del valor de las cosas.
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Pero el mejor juguetes son.... los padres
Aunque el niño tenga el juguete ideal a su alcance, o el que desea, o el que le aporta más crecimiento, hay uno que siempre ganará frente al resto. “Los mejores juguetes de los niños son sus propios padres”, resalta la experta. “Ese momento juntos es el que más le aporta y más beneficios tiene para él”.
Así, al margen de elegir con cuidado los materiales y juguetes mejores para cada niño, es fundamental reservar momento compartidos para disfrutar juntos.