Ahora que se acerca el invierno, con las escasas horas de sol que tenemos y a las que nos exponemos, es importante hablar de vitamina D . Y no, aunque parezca una moda que ha venido a establecerse en estos últimos años, es una cuestión de salud y, como nos dice la Dra. Helena Corral, pediatra con un Centro de Pediatría Integral propio en Palma de Mallorca y divulgadora en su cuenta de Instagram (@helenacorralpediatra), “cualquier decisión relativa a la salud de nuestros hijos es de los padres, por supuesto, pero esta debe estar bien informada”.
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Por ello, nos explica la importancia de esta vitamina, el por qué de su suplementación y la recomendación que realizan ella y el resto de profesionales médicos. Sí, es una sustancia que parece nueva, de la que todo el mundo habla, pero que siempre ha estado ahí y tiene más repercusión de la que pensamos . Por tanto, no te extrañes si tras la primera revisión de tu bebé recién nacido, te vuelves a casa con una receta de vitamina D para todo un año.
¿Qué hace la vitamina D y qué niveles necesitamos?
En las últimas décadas, nos comenta la doctora, se ha estudiado mucho y cada vez más lo que es la vitamina D y, sobre todo, los efectos que tiene en nuestro organismo. Así, “además de contribuir a que tengamos unos huesos fuertes y sanos para toda la vida , estudios recientes nos dicen que la vitamina D parece contribuir en muchas otras partes de nuestro cuerpo, como el sistema inmunitario, ayudándonos a prevenir algunos tipos de cáncer, enfermedades cardiovasculares e hipertensión arterial, diabetes y síndromes metabólicos e, incluso, en la salud mental y reproductiva”.
Por todo esto, el mundo médico ha investigado buscando conocer la dosis óptima para nuestro organismo y en qué niveles (por déficit o por exceso) podría haber peligro. Así, desde 2010 la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos (NAS) refiere que el umbral bajo de vitamina D es de 20 ng/ml (calcidiol), aunque el Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría (AEP) considera que “un nivel seguro para la infancia es de 50 ng/ml”.
La vitamina D, nos explica la doctora, “la podemos producir en nuestro cuerpo cuando estamos expuestos al sol sin protección solar durante un tiempo”. Un tiempo que, de momento, no está completamente establecido, pues depende de los siguientes factores, nos dice la pediatra:
- La época del año, ya que, en otoño o invierno, hay una absorción muy diferente a la que se produce en verano.
- El tipo de piel de cada persona, pues las personas de piel oscura necesitan mucha más exposición al sol, porque se estimulan menos con él.
Ahora bien, en general, “parece que podría ser apropiado unos 10 o 15 minutos por la mañana (es decir, entre las 10h y las 15h) en otoño, invierno y primavera”. Algo que solucionaría la cantidad de vitamina D que necesitamos, salvo porque exponerse al sol, nos recuerda la doctora, tiene consecuencias, “sobre todo, entre los niños, pues está muy relacionado con el cáncer de piel, considerándose que el 25% de la exposición solar de una persona se sucede antes de los 18 años y que ningún grado de exposición es seguro para todos los bebés menores de un año ”. Y esto nos da la primera pista de por qué se suplementa a los más pequeños.
Razones por las que suplementamos con vitamina D a los menores de un año
Además de la no recomendable exposición solar en menores de un año, hay algunos alimentos que sí contienen cantidades suficientes de vitamina D, pero la alimentación complementaria no se inicia hasta los seis meses de edad. Así, nos cuenta la doctora, “los pescados grasos son fundamentalmente los que nos darían este aporte, debiendo comer una pieza entre dos y tres veces por semana”. Sin embargo, antes de los seis meses e, incluso, después, era algo complicado.
¿Qué se decidió entonces? Muchos alimentos se presentaron como fortificados con vitamina D en cantidad suficiente y muchas marcas de leche, nos cuenta la doctora, “empezaron a presentarse enriquecidas con vitamina D, pero cada una añadía una cantidad diferente de esta vitamina, al no haber criterio único”. Con este panorama, nos dice, “alguien decidió medir los niveles de vitamina D en diferentes países del mundo y se vio que, en el área mediterránea (incluyendo España), a pesar de tener mucha exposición solar (o, precisamente, por nuestros hábitos culturales de huir del sol), las personas teníamos niveles muy bajos de vitamina D”.
Por todo esto, se decidió suplementar a los que más vitamina D necesitaban: los bebés. “Sus huesos crecen especialmente el primer año de vida, pero, a su vez, tenemos que protegerlos del sol”. Además, nos explica, “las madres de nuestro país, si tienen niveles bajos de esta vitamina, que puede ocurrir, no son capaces de recargar bien los almacenes de vitamina D con la lactancia materna”. Por ello, actualmente se recomienda suplementar con 400 unidades internacionales de vitamina D a los bebés durante su primer año de vida, sobre todo, a los bebés prematuros (aunque es recomendable en todos ellos).
¿Se puede evitar la suplementación?
La respuesta, como nos comenta la pediatra, es que sí. Ahora bien, “ requiere que las madres embarazadas se midieran los niveles de vitamina D a menudo y, en caso de ser necesario, se tomasen los suplementos”. En este caso, nos dice, “los bebés probablemente no requerirían, o solo de forma muy ocasional, esta suplementación durante el primer año de vida”. Sin embargo, de nuevo, al no realizarse este seguimiento, la recomendación de suplementación es para todos los bebés.
Sobre si existen otros motivos o edades en los que deberíamos mantener esta suplementación con vitamina D, más allá del primer año (que es lo que cubre la Seguridad Social actualmente), nos dice la doctora, es algo bastante complicado de determinar, aunque podría ser recomendable en aquellas personas que:
- Lleven una mala dieta, con un gran consumo de fitatos, oxalatos o fosfatos (como, por ejemplo, en dietas vegetarianas estrictas o en aquellas en las que se consumen muchas bebidas con gas o mucho té).
- En otra edad especial de crecimiento, como es el caso de la adolescencia, si se consume poco pescado, pocos lácteos fortificados o se tienen hábitos muy sedentarios. Aquí podría ser también necesario.
Ahora bien, en todo caso, “estaría bien realizar una analítica previa para conocer nuestros niveles, quizás mejor en invierno, para decidir si suplementar o no en estos casos”.