“Revisar los códigos sociales actuales” es lo que nos propone María Soto, experta en Disciplina Positiva y creadora del proyecto Educa Bonito que, en el mes de noviembre, publicó su cuento Ilimitada (B de Blok) con este objetivo. Para ella, estos códigos aún no son respetuosos para todos los miembros de la sociedad, siendo los niños y niñas, uno de los colectivos más afectados, “pues no se tienen en cuenta sus necesidades para permitirles desarrollar todo su potencial”, nos comenta. Para ello, utiliza a su protagonista, Male. Una niña que tiene un don: una mirada que le permite percibirlo todo de una sola vez y jugar con el infinito, lo que le hace sentir una conexión muy especial con las cosas que le rodean, como los animales, las personas y la naturaleza. Por eso, no entiende por qué sus vecinos viven como si estuvieran solos en el mundo.
A partir de aquí, María Soto explica en su libro la importancia de educar con límites positivos y conscientes a nuestros hijos, buscando potenciar el crecimiento ilimitado y la curiosidad de los más pequeños. Sin embargo, en la actualidad, “los adultos no les damos el lugar y la importancia que necesitan, no les escuchamos y no les hacemos partícipes de la realidad”. ¿Por qué? Porque buscamos que sean los mejores hijos del mundo, “mientras que nosotros estamos marcados por el avance, por la renovación de los paradigmas anteriores y el hacerlo todo perfecto”. Sobre esta tendencia actual y cómo ponemos límites a su desarrollo por esta manera de adaptar su crecimiento a nuestras necesidades , hemos querido hablar con María Soto.
María, ¿cuáles son esos códigos sociales actuales de los que hablas y que, en tu opinión, deberíamos revisar?
Todas las decisiones sociales se toman sin tener en cuenta las necesidades u opiniones de la infancia. Desde los horarios laborales y escolares (que, en realidad, no piensan en ellos), hasta cosas tan obvias como el diseño de los espacios infantiles. No se les tiene en cuenta en una vida que, por muy pequeños que sean, han de vivir. Y este es el origen de muchos comportamientos disruptivos: necesito entender cómo pertenecer a un mundo que no me tiene en cuenta, lo que me posiciona en un estado de alerta, de búsqueda y de defensa constante.
¿Somos los padres también ‘limitantes’ de nuestros hijos a la hora de su desarrollo, por ejemplo, porque queremos que sean los mejores del mundo?
No somos los padres en realidad, sino el sistema pedagógico que usamos, que está basado en el condicionamiento del castigo-premio. En el momento en el que queremos condiciones, conductas para que algunas cesen y otras se repitan, buscando que sean niños buenos, en base a nuestras necesidades o conveniencia como adultos, estamos limitando el potencial infantil.
¿Lo hacemos de manera consciente?
No, lo hacemos desde el amor, convencidos de que es lo mejor y, es por eso que, cada vez, hay más personas acercándose a las pedagogías respetuosas, porque por intuición, no nos encaja un estilo educativo que somete a nuestras hijas e hijos. Afortunadamente, la sociedad está reaccionando hacia esta tendencia que se venía imponiendo.
Si les ponemos límites, normas estrictas para que sean “los mejores niños”, no estamos educando correctamente, ¿no hay límites entonces?
Sí, pero con límites positivos y conscientes. Es decir, a nivel social y pedagógico, se debe establecer un orden para la convivencia en equilibrio, teniendo en cuenta las necesidades y las capacidades de todos los miembros de la comunidad, algo que incluye a los niños. Una serie de acuerdos revisables en función de los procesos de crecimiento humano, que sirven para que todas nos sintamos útiles y tenidas en cuenta. No deberían ser barreras, sino todo lo contrario, decisiones que nos ayuden a encontrar nuestro lugar único e importante desde el que contribuir a la sociedad.
En este caso, ¿cómo evitamos decirle a un niño lo que no puede hacer y, aún así, conseguir mantener esa tenencia en cuenta, esa seguridad de pertenencia?
Se puede decir a un niño lo que no puede hacer, pero es más constructivo utilizar sus potenciales innatos de superación y curiosidad para proponerle un camino más respetuoso para todas las partes. Así, si en lugar de corregir, damos opciones desde la curiosidad, haciendo preguntas abiertas o pidiendo ayuda, preservaremos su autoestima.
El ser humano se identifica con el error hasta los siete años, porque el error forma parte de nuestra manera de aprender (ensayo-error) . Si antes de los siete años, les decimos solo lo que está mal, no van a aprender nada, porque no sienten que les estamos ayudando con su error, se sienten ellos mismos un error. No interpretan “he hecho esto mal”, sino más bien un “hay algo mal en mí”. Por eso, es importante guiar en constructivo, indicando lo que sí se puede hacer.