Al contrario de lo que podemos pensar, una familia simbiótica es aquella que en la que los padres están tan centrados en proteger a sus hijos que no les dejan ser seres independientes y, por tanto, estos no llegan a percibirse como seres únicos.
Si definimos, tal y como se muestra en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra simbiosis es la “asociación de individuos animales o vegetales de diferentes especies, sobre todo si los simbiontes sacan provecho de la vida en común”. Aplicado de forma coloquial, simbiosis es cuando dos personas sacan provecho una de la otra de forma positiva, pero, ¿qué pasa cuando lo aplicamos a la familia? Pues que la acepción, desde el punto de vista psicológico, se torna más negativa ya que la relación entre sus miembros suele ser tóxica y obsesiva .
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Elisa Ramos Gil de la Haza, psicóloga especializada en adultos y crianza (www.elisaramosgil.com), nos explica que “las familias simbióticas por lo general, tienen rutinas muy caóticas y se pone como foco de la vida de los padres al niño o la niña , por lo que, estos, en ningún momento, llegan a percibirse como seres únicos”.
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La importancia de la familia
Con la familia se construye la identidad de la persona, encontramos protección, seguridad… y, sobre todo, es la base del desarrollo social y emocional de los niños. “El bebé nace y la familia es la primera y, al principio, la única fuente encargada del proceso de humanización y desarrollo de la persona. No sólo se le asegura la subsistencia a nivel biológico, sino que también es donde se construye y moldea su personalidad, se le enseñan aspectos sobre la interacción social y donde reciben por primera vez afecto y el mundo de las emociones”, nos cuenta la psicóloga.
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¿Qué es una familia simbiótica?
“La simbiosis es el proceso mediante el cual dos o más especies distintas se unen o interactúan entre sí con el objetivo de obtener un beneficio”, esta podríamos decir que es la definición más fiel de simbiosis, pero cuando hablamos de familias simbióticas, la cosa cambia.
“En las relaciones entre las personas, en este caso, las familias, no se obtiene un beneficio en ambas direcciones. Una familia simbiótica es aquella en la que los miembros están encerrados en un ‘nosotros’, donde existe una dependencia entre ellos y alguno de los componentes de la familia son incapaces de desarrollar por completo sus personalidades. Un ejemplo podría ser el de aquellos padres que ‘absorben’ a su hijo de manera que la personalidad de este es un simple reflejo de los deseos y las necesidades de sus padres; otro, podría ser el del niño que manipula y domina a sus padres y se adaptan a todo lo que desea”, explica la psicóloga. Las consecuencias de este tipo de familia, es que crean la imposibilidad de que “diferenciarse como individuo, desarrollar sus propias preferencias y llegar a desvincularse y madurar de manera sana”.
¿Cuáles son las causas por las que se forma?
Las causas por las que se dan este tipo de familias parte de la educación de los padres.
Estos pueden haber crecido y desarrollado con apegos disfuncionales, es decir, “ansiosos o evitativos, en lugar de tener una forma sana de vincularse”. También es propio de estas personas tener “baja autoestima, dificultad para gestionar sus emociones, sentimientos de inseguridad… suelen ser m/padres o muy dominantes y estrictos o muy sumisos y sobreprotectores”, explica la psicóloga.“En el primer caso, es decir, los padres que son muy dominantes o estrictos, establecen límites muy fuertes en los hijos, visiones muy rígidas de las normas y la vida en general, se emplean castigos severos y desproporcionados, etc. En el otro caso, los que son muy sumisos o sobreprotectores, son padres muestran un miedo e inseguridad constante por dañar a su hijo/a, frustrar o generar cualquier dolor por lo que optan por no establecer ningún tipo de pauta en la crianza del niño/a”.
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¿Tiene algún beneficio?
Realmente, las familias simbióticas no presentan ningún beneficio ni para los padres ni para los hijos. “Es un patrón disfuncional con mucha dependencia que genera consecuencias a casi todos los miembros de la familia a largo plazo”, asegura la psicóloga.
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¿Incovenientes?
Según la experta, ¡todos los del mundo! Entre ellos destaca:
Falta de identidad.
Creencia falsa de lo que es el amor.
Constante malestar y sufrimiento.
Aprendizaje de relaciones con patrones muy dependientes.
Unos miembros se responsabilizan del dolor de otros o, como contraparte, otros son incapaces de gestionar lo que les ocurre y acuden al otro.
No hay libertad en esta familia ni son importantes las necesidades y deseos de cada miembro.
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¿Qué habría que cambiar en este tipo de familias?
Intentar diluir esa visión extremista en los padres, ya sea hacia un lado (estricto) u otro (sumiso), es el principal objetivo. “En un mundo en el que todos nos posicionamos en el blanco o en el negro, lo que es realmente necesario es posicionarse en los grises. En este caso, para cambiar a mejor la estructura familiar sería que, en lugar de llevar un patrón dominante o sumiso llevemos uno más asertivo/sano…”, dice la psicóloga.
¿Cómo llevar a cabo el cambio?
La psicóloga nos cuenta que, como padres, sería necesario trabajar para aprender a vincularnos de manera segura con los demás, y para ello es necesario:
Establecer límites de manera firme pero amable.
Tener en cuenta al hijo/a, verle cómo realmente es y aceptarle sin, nunca, olvidarnos de nosotros mismos.
Ver la familia como un sistema formado por un número de miembros (2, 3, 4, etc.) siendo cada uno un individuo único, diferenciado e importante.
¿Cómo detectar si la tengo?
Para intentar ver si tu familia presenta este tipo de problemas, la psicóloga recomienda plantearse las siguientes preguntas: “¿Tengo voz propia dentro de mi familia?, ¿mis deseos o necesidades son escuchados y los ven importantes?, ¿me siento un individuo fuera de mi familia o siento una fuerte dependencia cuando no estoy con ellos?, ¿tengo una vida más allá de ellos?...”
¿Cómo comenzar a cambiar personalmente?
Por último, para comenzar ese cambio y comenzar a sentir como una persona independiente a la familia, hace falta tener claro lo siguiente, según dice la experta:
Diferénciate como persona, tu familia es importante pero no es toda tu vida.
Escúchate, pregúntate qué es lo que quieres y si ellos no están de acuerdo, no te preocupes tanto por ellos. Es algo difícil, pero tú siempre serás el dueño/a de tu vida y será imprescindible que sigas tus deseos, metas y sueños y no las de los demás.
Trabaja en quién realmente eres y aprende a comunicarte de manera asertiva con todo tu entorno para llegar a sentirte libre y establecer relaciones con los demás sanas.