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Embarazo

¿Cuántos tipos de placenta existen y cómo afecta cada una de ellas?

Su colocación dentro de nuestro útero determina el curso de una gestación, sobre todo, en el momento del parto, pudiendo producir el nacimiento prematuro del bebé


15 de noviembre de 2022 - 10:02 CET

La  placenta  es un auténtico órgano que se desarrolla durante el embarazo y que sirve para proporcionarle los nutrientes y el oxígeno necesario a nuestro bebé durante su desarrollo dentro del útero. Además, es la encargada de secretar algunas de las hormonas fundamentales para que la gestación siga su curso de forma correcta. Por tanto, su papel es muy importante durante el embarazo, por no decir fundamental. De hecho,  es una de las cosas que los especialistas necesitan observar y controlar en cada una de las revisiones . Lo normal es que se sitúe de tal manera que, después de producirse el propio nacimiento del bebé, se produzca su expulsión, lo que conocemos como alumbramiento y que es  una fase natural del parto . Un proceso siempre auxiliado por una matrona quien, además, debe cerciorarse de que no permanezcan restos placentarios dentro del útero, pues podría producir complicaciones en el postparto.

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Sin embargo, ¿qué ocurre en los casos en los que la placenta impide la salida del bebé? En estos casos, el parto vaginal no es una opción, la cesárea es la única vía posible. Pero, para ello, la placenta debe estar taponando por completo la salida del bebé. Hay otras muchas ubicaciones para una placenta dentro del útero y no todas ellas conlleva la misma solución. ¿Quieres saber cuántas existen y qué implicaciones tiene?

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Funciones de la placenta

Para entender la importancia que tiene la placenta en un embarazo y, por tanto, saber por qué su ubicación o tipología debe ser conocida por un ginecólogo u obstetra, veamos qué funciones tiene:

  • Funciones nutritivas que marcan el desarrollo del feto.
  • Funciones endocrinas, al sintetizar las hormonas que se segregan durante la gestación.
  • Funciones protectoras, ya que permite el paso de los anticuerpos de la madre al feto, con mecanismos que previenen la aparición de daños oxidativos, el ataque de compuestos tóxicos, tanto endógenos como exógenos, etc. Impide, en definitiva, que aparezcan alteraciones en el desarrollo fetal.
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Placenta posterior y anterior

El saber qué tipo de placenta es la nuestra es una pregunta muy amplia, nos explica Lidia Lestegás, matrona gallega que, actualmente trabaja en Cataluña y divulga su trabajo en Instagram (@lidiaciguena). Esto es “porque la placenta es un órgano que se forma durante el embarazo a partir de las mismas células que el propio bebé, pero que se especializan de otra manera”. Cuando se comienza a formar, se adhiere a la capa más interna del útero y, depende de dónde se coloque, tenemos la que podemos definir como primera clasificación y quizás de las más importante. Entre las placentas más comunes y que no entrañan, en principio, riesgo alguno, se encuentran:

  • Placenta posterior: si están hacia atrás del útero, es decir, parecen pegadas hacia la espalda.
  • Placenta anterior: si se sitúan hacia delante, más hacia la propia barriga.
  • Placenta fúndica: la que se sitúa en la parte más superior del útero.

Cualquiera de estas tres posiciones de la placenta se considera como normal durante el embarazo y no conlleva ningún control especial ni riesgos específicos. Pero, ¿qué ocurre cuando nos encontramos con una placenta que se escapa de estas tres?

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La placenta de baja implantación, ¿por qué nos preocupa?

La primera de la que podemos hablar es la placenta de baja implantación, “cuando se inserta muy cerca del orificio cervical (por donde sale nuestro bebé)”. En estos casos, pueden aparecer complicaciones, “pero es algo que no se puede prevenir”. Se suele observar ya al principio de la gestación, con la primera ecografía incluso, y se ve cómo es su evolución en los sucesivos controles.

Para explicarla, nos dice, “pensad en que el útero tiene forma de globo o de bombilla cuando una mujer está embarazada”. En este momento, “el cuello del útero sería la parte de abajo del globo (por donde lo hinchamos) o bien el cuello de la bombilla. Imaginemos que tenemos una pelota dentro y que queremos que salga, pero hay un trozo de carne que está cerca de esa salida”. Esto sería una placenta de baja implantación y podría dificultar mucho la salida de esa pelota.

Además, nos dice, “en ocasiones puede dar lugar a sangrados durante el embarazo, ya que los vasos sanguíneos que se deberían conectar con el útero pueden sangrar con mayor facilidad en esa zona, debido a que la inserción será subadecuada y habrá exceso de movimiento en esa zona”. En cualquier caso, aunque asuste mucho, “es interesante que sea valorada por un profesional, porque no suelen ser sangrados con importancia”.

Por puntualizar, nos añade, “si está justo en el borde del orificio cervical (ese cuello de la bombilla) se denomina placenta marginal, mientras que si está a menos de dos centímetros del orificio es cuando la denominamos placenta de inserción baja”.

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Placenta previa parcial, ¿qué implicaciones tiene?

El siguiente tipo de placenta que puede llamarnos la atención es la placenta previa parcial, que “nos sitúa en la misma posición que una placenta previa total (de la que hablaremos a continuación), pero con algunas especificaciones”. En este caso, la placenta se implanta parcialmente sobre el orificio cervical interno, obstruyendo la salida del útero. Una circunstancia que tiene efecto directo sobre el parto.

En líneas generales, nos dice la matrona, “se puede intentar un parto vaginal con una placenta de inserción marginal, pero se debe realizar una monitorización más estrecha de la evolución del parto”. De hecho, nos dice, “tampoco es muy seguro plantear un parto vaginal”. Por ejemplo, en estos casos, “no recomendaría a una mujer con una placenta marginal o de inserción baja un parto domiciliario , que sí es una opción segura en algunos casos para mujeres con embarazos normales o de bajo riesgo”. En este caso, es conveniente que se vigile especialmente el sangrado, habitual durante el parto, “ya que debemos diferenciarlo del sangrado normal y escaso de dilatación, de un sangrado que pueda significar que la placenta se está viendo comprometida y, con ella, la llegada de sangre oxigenada hacia el bebé”.

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Placenta previa total, ¿parto vaginal o cesárea?

En este caso, la placenta se sitúa totalmente sobre el orificio cervical interno, obstruyendo por completo la salida del útero. Y, aquí, nos confirma la matrona, “esto implica necesariamente una cesárea el día del parto”. Es la única vía posible, “ya que le bebé no puede atravesar su propia placenta para poder nacer, está físicamente taponando la salida que tiene”. El diagnóstico se realiza mediante ecografía durante el embarazo y se ve rápidamente.

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Placentas raras y poco frecuentes

También hay algunas placentas, nos explica la experta, “mucho más raras de ver y que presentan anomalías”. Entre ellas, nos destaca:

  • Placenta acreta: un tipo de placenta que se inserta demasiado dentro, en la capa interna del útero y puede llegar a atravesarlo. En esta ocasión, “son bastante complicadas de diagnosticar durante el embarazo y, por tanto, pueden dar lugar a complicaciones graves en el postparto”.
  • Placentas con cotiledones aberrantes, que tienen una especie de mini placenta al lado que puede, a veces, quedarse dentro tras el parto con mayor facilidad que si estuviésemos hablando de una placenta estrictamente normal.
  • Placentas bilobuladas, “bastante curiosas”, que es cuando se encuentra dividida en dos.
  • Placentas circunvaladas, aún menos frecuentes, se caracterizan por la unión de las membranas y una depresión central con zona anular blanquecina engrosada. En este tipo de placentas con anomalías, el pronóstico es bastante complicado pero, afortunadamente, “son desviaciones de la normalidad muy poco comunes”.
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La placenta, ¿puede modificar su ubicación durante el embarazo?

Otra de las preguntas que puede surgirnos es la de si la placenta, en algún momento de la gestación, puede modificar su localización, pero es algo muy complicado. El útero, como nos ha explicado la matrona, es como un globo que, poco a poco, se va hinchando y, al ir subiendo, la placenta puede subir a medida que el útero crece, sin duda, “pero es muy excepcional que una placenta oclusiva total como la que hemos visto vaya a modificarse en el transcurso del embarazo, pero una placenta de inserción baja, por ejemplo, es bastante habitual que evolucione a una placenta con inserción completamente normal y que no nos preocupe en absoluto a la hora de dar a luz”.

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La importancia de la inserción del cordón umbilical

Al margen de su ubicación, podemos hablar de diferentes tipos de placenta dependiendo del punto de inserción que tenga el cordón umbilical en ella. Habitualmente, nos explica la matrona, “se inserta en el centro de la misma, pero hay veces que puede estar en un lateral (placenta con cordón de inserción marginal o placenta de raqueta) o en las membranas amnióticas (inserción velamentosa)”. No implica complicaciones, salvo en este último caso, “que puede suponer riesgos importantes, especialmente para el bebé”. Por ello, es importante observar en las ecografías que se realicen, no solo la ubicación de la placenta dentro del útero, sino también el punto de inserción del cordón umbilical.

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¿Y qué ocurre con su tamaño?

Por último, como hemos visto, la placenta va aumentando en tamaño según avanza la gestación, sin embargo, su diámetro suele oscilar entre los 15 y los 25 centímetros (su tamaño medio es de 18,5 cm), con un espesor de 3 centímetros y un peso aproximado de unos 500 gramos. Ahora bien, puede ser una placenta demasiado grande o una placenta pequeña, para lo que también debemos hablar de sus implicaciones:

  • Placenta grande: se da en aquellos casos de eritobastosis fetal (afección que hace que los glóbulos rojos de un bebé no sean los suficientes), sobrepasando el 50% del tamaño del feto.
  • Placenta pequeña: esto puede conllevar una insuficiencia placentaria, poco frecuente, caracterizada por un flujo sanguíneo inadecuado a la placenta, con disminución de transferencia de oxígeno y nutrientes al feto.