madre rega ando a su hija en casa crianza postiva © Istock

Crianza

‘La crianza positiva y respetuosa no me funciona, ¿qué hago?’

Por mucha buena intención que tengamos, la educación de nuestros hijos no sigue las pautas al dedillo de un manual y de toda la teoría. Por eso, puede haber veces en las que creas que nada funciona y el trabajo hecho no vale para nada.


10 de noviembre de 2022 - 18:01 CET

“La  educación consciente y respetuosa  es para todos los niños y niñas, porque todos los seres humanos tenemos las mismas necesidades de amor, de respeto y de pertenencia”, nos dice Marta Prada, asesora familiar y educadora de familias de disciplina positiva que, desde su Escuela Pequefelicidad (www.pequefelicidadescuela.com), orientando también a colegios en una educación respetuosa, cuando le preguntamos si este tipo de educación es válida para todos. Y es que son muchos los padres que intentan seguir sus directrices, pero que se ven desbordados a diario por las expectativas, el ritmo del día a día y la escasa conciliación familiar . De hecho, muchos son los que acaban por tirar la toalla y creer que esta forma de crianza no es para ellos. Pero, ¿es así? Hablamos con nuestra experta para que nos ayude a entender que a nadie le resulta sencillo y que, efectivamente, no todo es tan perfecto como en la teoría que aparece en los libros.

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Una educación válida para todos

Son muchas las familias a las que oímos decir “eso es porque tú no conoces a mi hijo” o “con mi hijo eso no funciona”. Esta es una situación que muchas veces hemos visto o de la que, incluso, hemos sido los protagonistas como padres. Pero esto no quiere decir que ni tú seas capaz de hacerlo ni tus hijos puedan recibir este tipo de educación.

De hecho, nos explica la experta, “esto ocurre si has pasado mucho tiempo educando desde el miedo que imponen los gritos y los castigos”. En este caso, seguramente, “tu hijo mostrará una actitud de defensa que toma para protegerse de lo que le asusta: se muestra desafiante, vengativo o apático”. Sin embargo, si poco a poco “comienzas a cultivar la conexión con él, a integrarlo o a validar lo que siente, a escuchar y observar sus necesidades, te darás cuenta de que, a la hora de poner límites (sin gritar, amenazar o castigar), también cambia su predisposición”. Por eso, lo que no podemos decir es que esta educación no funciona porque tratamos de poner límites sin cultivar la conexión con ellos. “Esto es como fregar sin haber barrido”, nos dice la experta.

Por tanto, como vemos, es para todos los hijos, pero ¿qué hay de los padres? También es para ellos, siempre que quieran integrarla en su hogar. “Lo cierto es que, durante muchas generaciones,  hemos normalizado que la forma de educar es desde la superioridad , siendo figuras autoritarias que imponen miedo”, nos explica la experta. Hay muchas personas que siguen pensando que pegar o gritar a un niño es la mejor forma de que aprenda y es impactante que sigamos normalizando estas formas de violencia con la infancia, pero es así. Por tanto, “lo que pasa es que hay que querer”.

¿Cómo se establecen los límites si un niño aún no entiende lo que es un ‘no’?

“Los niños entienden el ‘no’ desde mucho antes de lo que pensamos, aunque creamos que tenemos que ponerles límites constantemente diciéndoles no que no pueden hacer”. Para la experta, debemos cambiar el enfoque. Para un bebé es más fácil integrar lo que sí puede hacer, cómo sí lo puede hacer y dónde sí lo puede hacer. Lo que ocurre, nos explica, “es que todavía no controlan su voluntad y tienen una tendencia a explorar y descubrir lo que les rodea que, además, es necesaria para adaptarse”.

Este cambio de enfoque, nos dice, podría ser por ejemplo: si mi hijo comienza a golpear con un vaso de cristal algo, en vez de decirle “no le des golpes”, resultará mucho más efectivo hablar en positivo: “el vaso se utiliza para beber, vamos a dejarlo aquí. ¿Quieres agua? Lo pedimos con palabras. Agua, por favor”. De esta forma, le guíamos mostrándole cómo sí debe actuar.

Ten en cuenta, nos explica, “que su cerebro es visual, de modo que es más fácil entender lo que sí puede hacer, porque puede poner una imagen al respecto”. Además, como aún no controla su voluntad, no tiene total capacidad para obedecer órdenes en todas las situaciones, hay que guiarle, con pocas palabras y con gestos. “En algunos casos, será necesario el ‘no’, por supuesto, pero llenar su vida de prohibiciones sin más, desde luego, no es el camino para que aprendan a canalizar sus necesidades”.

Cuando crees que nada te funciona

Muchos padres llegan a la educación consciente con la expectativa de que los niños aprendan a obedecer sin gritos de forma inmediata y, cuando esto no se da tan rápido como esperan, nos podemos encontrar con frases tipo “esto no funciona”. Sin embargo, hay que entender que “educar es como cultivar, requiere tiempo y paciencia”. Nuestro objetivo, nos dice la experta, “no es que aprendan a obedecer de un día para otro, sino que aprendan a pensar a largo plazo, que crezcan con una visión sana sobre ellos mismos y hacia los demás”. Todo el desarrollo emocional de un niño depende del vínculo que haya podido forjar con sus figuras de apego.

Nadie pensaría en enseñar a caminar a un bebé de tres meses. Sin embargo, sí tenemos la expectativa de que un niño de tres años gestione la rabia, la frustración o la tristeza. Este es el problema. “Es que le he dicho de forma respetuosa a mi hijo de dos años que no pegue y sigue haciéndolo”. Esto no significa que la educación consciente no esté funcionando, esto simplemente quiere decir que la zona prefrontal del cerebro, nos explica la experta, “todavía está en pleno proceso de maduración, y necesita de más tiempo y experiencia”. Por tanto, además del enfoque, quizás también deba revisar los tiempos.

Por otro lado, “también diría a esos padres y madres que están a punto de tirar la toalla con la educación consciente que miren lo que hay alrededor: el ambiente emocional que vive el niño día a día, la exposición a pantallas o sus rutinas”, nos advierte la experta. Los niños no suelen expresar sus necesidades con palabras, las expresan con su comportamiento, de modo que si crees que no te está funcionando, párate a observarte a ti. Ahí encontraremos muchas respuestas.

Aún así, nos dice la experta, cuando ya estamos al límite, “lo importante es mantener el equilibrio”. Es decir, cuando llegamos a esta situación es normalmente porque, como adultos, estamos agotados y estresados. Ponemos solo el foco en los niños y nos olvidamos de cómo estamos nosotros. Sin embargo, “los niños reflejan lo que viven, si yo estoy mal a nivel personal es muy difícil que no lo canalice en mis hijos”.

La importancia de la conexión de todos los cuidadores

Otro de los aspectos a tener en cuenta es el de  mantener la coherencia y continuidad entre el hogar , la escuela o el resto de cuidadores. En este sentido, nos dice, la realidad que tenemos delante puede ser muy distinta a la que pensamos. Que nuestro hijo no viva el respeto en otros entornos, “no quiere decir que en casa no debamos seguir normalizándolo”. Al final, los padres son el espejo en el que se miran los niños y son ellos los que deben iniciar esa comunicación escuela-familia, “un aspecto fundamental para no perder la efectividad de la educación”. De hecho, “todas las escuelas y profesionales que trabajan con niños deberían educar de una forma consciente y respetuosa”.

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.