“En los últimos años hemos podido comprobar cómo la moda infantil, especialmente la dirigida a las niñas, tiende a imitar a la de las personas adultas: pantalones muy cortos, ombligos al aire, camisetas sexys... al estilo de las cantantes adolescentes”, comienza la Guía para madres y padres sobre la hipesexualización de niñas y niños del Ayuntamiento de Pilas (Sevilla).
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Se trata de un documento, avalado por el Ministerio de Igualdad, donde se hace un repaso a este fenómeno, con el objeto de advertir a los padres de sus consecuencias y evitar riesgos en los menores. Hemos analizado sus puntos clave.
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¿Qué es la hipersexualización?
Cuando hablamos de hipersexualización infantil nos referimos a la asunción de patrones y valores que ponen en primer término el aspecto sexual, priorizándolo por encima de los demás.
“La hipersexualización se ha extendido a gran velocidad en nuestra sociedad y condena a nuestros niños y, sobre todo, a nuestras niñas, a la búsqueda del cuerpo imposible, quedándonos y valorando sólo los aspectos más superficiales, convirtiéndolas en objetos en lugar de sujetos”, destaca la citada Guía.
Así, se adoptarían una serie expresiones, códigos o conductas que son más propias de otras edades. Y esto se hace a través de la ropa, los juguetes, los juegos... “Resaltar la belleza en la infancia como objeto de deseo o reclamo por encima de cualquier otra cualidad lleva a que se infravalore o pasen desapercibidos otros logros. A través de este proceso estamos haciendo que las niñas y los niños crezcan de forma más rápida de lo normal”, insisten.
Imitando la conducta adulta
En general, tal como se alerta en la Guía, la infancia está sufriendo un proceso de ‘adultización’ que se ve reflejado en este aspecto de la sexualidad. “Existe cierta tendencia a pensar que la imagen es el éxito social, y desde edades tempranas estamos viendo un intento por imitar las conductas de las personas mayores en niños y niñas, cada vez a edades más tempranas”, se alerta.
Esto conlleva un excesivo culto al cuerpo y la internalización de la idea por parte de los menores de que son un objeto. Estos estereotipos calan no solo en las chicas sino también en los chicos.
Así, tal como se detalla en la Guía del Ayuntamiento de Pilas, la influencia de la hipersexualización en las redes es visible en los siguientes aspectos:
Tendencia a imitar a los ‘influencers’ para conseguir ‘likes’.
Uso de música con contenido inadecuado.
Bailes con gestos y movimientos hipersexualizados.
Poses sugerentes y con poca ropa.
Desarrollo de canales donde los niños ofrecen conductas típicamente adultas.
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El papel de la familia
Las madres y las mujeres de la familia que tienen una visión más cosificada de sí mismas pueden transmitir a sus hijas esa misma realidad. Así, el entorno familiar es un decisivo transmisor de valores, como se recalca en el documento.
Pero también la familia puede jugar un papel protector muy importante frente a la hipesexualización y la cosificación de la mujer desde temprana edad. Estos serían factores de protección:
Ejercer un papel mediador en el uso que hacen los menores de las redes sociales, los medios de comunicación y su forma de vestir.
Reforzar valores personales al margen de la belleza como la inteligencia, la empatía, el compromiso o la igualdad.
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El desarrollo sexual en niños
El desarrollo sexual en la infancia comienza muy pronto con las primeras exploraciones que ya llevan a cabo los bebés. Pero hay distintas etapas que hay que tener en cuenta para conocer las fases de maduración sexual por las que se pasa en la infancia y no adelantarse a ellas.
Así, a partir de los seis años, ya tienen concepto de la desnudez, y les da vergüenza estar sin ropa, el sexo se convierte en un tema tabú para ellos y pueden surgir los primeros enamoramientos.
En la prepubertad, entre los 10 y 11 años, el factor hormonal juega un papel clave en la activación de los cambios físicos, emocionales y conductuales. Se empiezan a interesar más por la sexualidad y a tener sus primeros escarceos amorosos.
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El desarrollo sexual en la adolescencia
Por su parte, en la adolescencia, desde los 12 años, los chicos tienen una mayor preocupación por su imagen, se pueden plantear su orientación sexual y experimientar sentimientos de vergüenza hacia su propio cuerpo.
Es un momento en que muchos de ellos tendrán las primeras relaciones sexuales, incluso completas, y toman mucha importancia los mitos del amor romántico (la media naranja, el príncipe azul, los celos, el amor eterno...).
Al pasar la barrera de los 16 años, la orientación sexual está más definida y experimentan con las relaciones sexuales, a la vez que se ‘alejan’ de sus padres.
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La importancia de la educación sexual
“Para poder hablar de sexualidad con nuestros hijos es necesario adaptarse al momento de desarrollo en el que se encuentren y, al mismo tiempo, a las necesidades individuales que cada cual presente”, recomiendan en la ‘Guía para madres y padres sobre la hipersexualización de niñas y niños’.
Así, esta educación sexual desde la familia se entiende como inevitable, insustituible y necesaria. Hay que mostrarse siempre disponibles, ser naturales y acompañarles en el proceso que están viviendo, ayudándoles a resolver sus dudas según la edad y el nivel de madurez.
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¿Cuáles son las consecuencias de la hipersexualización?
La hipersexualización infantil tiene unos efectos claros y nocivos sobre el desarrollo del niño. Esos son los que destacan los expertos de la citada Guía:
Acentuación de los estereotipos y roles de género.
Trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y vigorexia.
Visión violenta y acentuada de la sexualidad.
Violencia machista.
Todo ello al margen de los problemas que pueden surgir a través de las redes sociales cuando los menores son acosados o extorsionados.
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Cómo protegerlos frente a la hipesexualización
“Prohibir no es la solución, pero sí es importante supervisar las actividades de las chicas y chicos para poder entenderles y educarles en la prevención de todo aquello que suponga un riesgo alto”, comentan los expertos de la Guía.
En este sentido, se pueden llevar a cabo una serie de pautas para protegerlos ante la hipersexualización. Son las siguientes: