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c mo se manifiesta el apego en la vida adulta © Istock

Crianza

¿Cómo se manifiesta el apego en la vida adulta?

La educación en positivo que se impone a los modelos tradicionales tiene mucha más influencia en su futuro de lo que nos imaginamos. Para convencerte de su importancia, te contamos cómo les marca como personas.


25 de octubre de 2022 - 18:16 CEST

El apego es una parte esencial de nuestra vida. Es un  vínculo que nace entre padres e hijos y tiende a evolucionar , para bien o para mal, a lo largo de los años. De hecho, los expertos insisten en que el desapego total, en realidad, no existe, porque nadie puede vivir sin relacionarse con los demás. Sin embargo, el que a nosotros nos interesa es el que conocemos como apego seguro. Este se fomenta en edades tempranas entre los progenitores o cuidadores principales y los niños, pero su influencia queda para el resto de nuestra vida. Su ausencia  puede favorecer la aparición de inseguridades y sufrimiento en la edad adulta , entre otras muchas consecuencias. Por tanto, su influencia es tal, que debemos fomentarlo desde que son bien pequeños, pero ¿hasta cuándo? ¿cómo lo hacemos? Para responder a estas preguntas hemos querido hablar con Virginia González Gil (@escuela_de_vida), maestra de educación infantil y terapeuta en Psicología transpersonal que se dedica a la formación de Educación Consciente con sus talleres en Escuela de Vida.

Crianza con apego, ¿hasta cuándo?

La crianza con apego debe comenzarse a fomentar desde el primer minuto, es decir,  puede crearse desde el mismo momento en el que nos enteramos de que existe un embarazo . Aunque nuestra experta va más allá: “durante toda la vida de una persona, aunque es cierto que las experiencias se graban con más fuerza entre ese momento que comienza a crecer dentro de nosotras y, aproximadamente, hasta los seis años”.

Sin embargo, nos advierte nuestra experta, “no debemos preguntarnos solo hasta cuándo, sino desde cuándo y con quién”. Ya hemos visto que desde el mismo embarazo se puede comenzar a trabajar ese vínculo de apego, pero “no solo debe ser la madre quien lo haga”. Aunque siempre es la figura de referencia o, al menos, “la figura con la que más se manifiesta desde el principio, porque es con quien más nos vinculamos de pequeños y, por tanto, replicamos esa práctica en el futuro”, también influyen otras personas que se convierten en referentes: el padre, por supuesto, o los abuelos, además de otras personas como son los hermanos o, incluso, los profesores de la escuela infantil.

Y esto, nos explica, es solo mientras son niños, porque el apego es algo que evoluciona y, por tanto, “ese apego infantil va cambiando y moldeándose hacia un lado u otro, dependiendo de las relaciones que establezcamos con los amigos o la pareja”. Así, aunque hasta los seis años quienes más van a favorecer ese apego están dentro del ámbito familiar, no solo ellos lo harán; “mientras estamos en la vida, nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás, todo es es apego”.

Cómo afecta la crianza con apego, entre los 0 y los 6 años, a la formación de una persona adulta

La crianza con apego o cualquier otro modelo de educación que se decida emplear afecta en muchas áreas de nuestra vida, pero en la que se expresa con más fuerza, nos dice la experta, “es en el área de las relaciones, sobre todo, las íntimas, como la que se establece con los hijos y la pareja”.

Así, el apego seguro, “un baile en equilibrio constante entre la protección de un niño o niña y su autonomía”, se manifiesta en la persona adulta en “una sana autoestima, en la confianza que esta tiene en los demás, en la propia vida y en uno mismo”. Si se lleva a cabo de forma correcta, por tanto, tendremos “personas libres que son capaces de crear su propia vida”. A través de ese vínculo que se establece con el cuidador principal que, como hemos visto, suele ser la madre (“por ser la primero que se establece, ella es quien más nos cuidaba de pequeños y nos protegía”), se determina la manera en la que vamos a vincularnos como adultos, “porque es así como lo hemos aprendido”.

La repercusión, por tanto, del vínculo de apego en las relaciones que establecemos cuando somos adultos, sin entrar con demasiada profundidad, nos explica la experta, vendrá determinada por el tipo de apego (seguro o no) del que hayamos disfrutado de pequeños:

  • Un apego inseguro evitativo que se rompe por una falta de protección. En estos casos, nos explica la experta, “hemos aprendido lo que es el amor de una forma insegura, a través de una herida o rechazo, por cualquier tipo de circunstancia y sentimos que el amor nos ha rechazado”. De esta forma, cuando seamos adultos, vamos a evitar el amor, porque el amor nos ha rechazado y no queremos sentirnos así. Por tanto, cuando existe, por ejemplo, una discusión, “la persona tiende a irse, le cuesta mucho acercarse a la otra persona, necesita preservar su espacio personal y alejarse”.
  • Un apego inseguro ambivalente o ansioso que, a diferencia del anterior, aparece porque el equilibrio viene roto por una herida de abandono, es decir, porque hay falta de autonomía. Estas personas entienden, de manera inconsciente, “que el amor les ha abandonado y tienen que buscar de manera ansiosa y constante el vínculo que consideran están o han pedido”. Por eso, aparecen esas personas inseguras de sí mismas con baja autoestima que no ven lo bueno que tienen, sino solo lo positivo en los demás y lo negativo en ellos. Tienen miedo constante a la pérdida de la relación y, generalmente, “aparece en aquellas personas en las que los padres han sido muy sobreprotectores, que no les han dado la autonomía suficiente y, así, compromete mucho la seguridad que estos desarrollan en el futuro”.

Sin embargo, un apego seguro, entre muchas cosas, “repercutirá en relaciones adultas sanas, donde exista un amor libre, en el que nos permitamos ser cada uno de nosotros mismos como somos, en las que nos ayudamos, nos acompañamos y nos queremos”. En definitiva, existe ese equilibrio que hemos citado entre autonomía y protección, sin tender ni a la dependencia excesiva ni tampoco a la soledad, pero ¿qué ocurre cuándo se rompe ese equilibrio?

Y en el mundo laboral, ¿realmente afecta?

Si tenemos en cuenta todo lo que hemos visto hasta ahora, la respuesta solo puede ser afirmativa. “Tanto la seguridad y la autonomía se refleja mucho en el tipo de trabajo que busco, en cómo me relaciono con mi equipo”, nos dice la experta. Así, volvemos a tener delante los dos casos anteriores:

  • Las personas que han tenido que desarrollar una fuerte autonomía, por falta de protección, tienen un gran sentido de la responsabilidad, se sienten seguros de sí mismos en el ámbito laboral, “lo que es bastante positivo para ellos, pues son capaces de proponer y crear proyectos propios, son personas muy lanzadas y emprendedoras”. Sin embargo, también tiene su parte negativa: “son personas que se sienten en la oficina solas, que no apoyan a sus compañeros ni buscan el apoyo de otras personas, sienten que no pueden delegar”.
  • Y, por el contrario, los que han tenido un apego inseguro en los que ha faltado la autonomía, “no tendrán iniciativa en el mundo laboral, les costará mucho tener confianza en sí mismos, pensando que no son capaces de hacer lo que se les pide y que necesitan pedir siempre ayuda para poner en práctica algo que piensan no pueden hacer solos”, nos explica. Por eso, de nuevo, el equilibrio y el fortalecimiento de un apego seguro hará que el futuro adulto pueda desenvolverse correctamente en el ámbito laboral, pero también buscar trabajo de manera sana.