El glaucoma , también conocido como la ceguera silenciosa, es una patología que afecta a unos 60 millones de personas en todo el mundo y, en España, la cifra se acerca al millón. De hecho, es la segunda causa de ceguera en el mundo, después de las cataratas, y la primera irreversible. La mitad de las personas que lo padecen ni siquiera lo saben, ya que sus etapas iniciales no presenta síntomas ni dolor . Por ello, su detección precoz es vital a la hora de frenar la ceguera irreversible, estableciendo un tratamiento adecuado, que va a depender siempre de las características de cada paciente y del estado en el que se encuentre la enfermedad.
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En el marco del Día Mundial de la Visión, celebrado el pasado 13 de octubre, la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS), la Organización Nacional de ciegos de España (ONCE) y el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega (IOFV), organizaron una jornada que trataba de responder a las estrategias sanitarias que se siguen con esta patología, las investigaciones actuales para su tratamiento y su diagnóstico temprano. Algo que nos interesa, teniendo en cuenta que es una enfermedad que también pueden sufrir los más pequeños. Por ello, hemos querido hablar con el Dr. Pedro Pablo Rodríguez Calvo, responsable de la Unidad de Glaucoma de IOFV.
El glaucoma, un problema que afecta también a los niños
El glaucoma es una enfermedad que se produce cuando el paso del líquido ocular se encuentra obstruido debido a un desarrollo anómalo o una lesión de los tejidos del drenaje, lo que origina un aumento de la presión intraocular, daño al nervio óptico y pérdida de visión”. Puede afectar, sin duda, nos confirma el doctor, “a niños de todas las edades”. Si comienza antes de que un bebé cumpla los tres años, se denomina glaucoma de lactante o congénito, presentando una incidencia de 1 cada 30.000 nacimientos. Si superan los tres años, pero aparece por debajo de los veinte, se denomina glaucoma juvenil , siendo la incidencia de 1 por cada 300.000 personas.
En el caso de los más pequeños, la causa puede ser hereditaria o estar asociada a otros trastornos oculares, aunque, “si no se puede atribuir a ninguna otra causa, se clasifica como primario”, (si es el resultado de otro trastorno ocular, lesión o enfermedad, será secundario). Habitualmente, nos explica el doctor, “se diagnostica en aquellos jóvenes que tienen miopía y suele aparecer entre los cinco y los dieciocho años de edad”. En estos casos, además de comenzar con el seguimiento y tratamientos más adecuados, “se debe ofrecer consejo genético”, es decir, advertir a los individuos que tienen la mutación causante de la enfermedad de que existe un 50% de riesgo de transmitir esta misma mutación a su descendencia.
¿Cómo ve un niño que tiene glaucoma infantil?
Entre los síntomas más comunes del glaucoma infantil, nos explica el doctor, están los siguientes:
- Un lagrimeo excesivo.
- Sensibilidad a la luz, lo que conocemos como fotofobia.
- Presenta además una córnea agrandada y nubosa, a lo que llamamos ojo grande.
- Tiene un ojo más grande que el otro.
- En el peor de los casos, se produce la pérdida de visión.
Por tanto, entendiendo los síntomas de esta enfermedad, un niño con glaucoma infantil puede no sentir ni dolor ni molestias en sí, salvo que la presión ocular aumente rápidamente. De hecho, sus síntomas pueden parecerse a los de otros problemas oculares o trastornos médicos.
El glaucoma infantil, ¿tiene cura?
El glaucoma, en sí, nos dice el doctor, “no tiene cura”. Sin embargo, “el tratamiento temprano a menudo puede detener el daño y proteger la visión, ya que es una enfermedad que avanza y se desarrolla de forma continuada, pudiendo llegar a producir la ceguera”.
Para establecer dicho tratamiento, se deben examinar las siguientes características:
- La edad del niño, su estado de salud y su historia clínica.
- La gravedad de la enfermedad.
- La tolerancia del niño a determinados medicamentos, procedimientos o terapias específicas.
De manera general, nos explica el doctor, “podemos decir que los tratamientos suelen comenzar con uno de tipo farmacológico, a base de colirios, para reducir la presión intraocular, y también quirúrgico, sobre todo, en el caso de los glaucomas infantiles”. Esta cirugía puede ser angular, filtrante o alguna técnica mínimamente invasiva.
Sin embargo, el doctor es positivo ante las nuevas investigaciones, ya que durante nueve años “se ha desarrollado un panel de biomarcadores que ha sido capaz de predecir, en el laboratorio, la evolución del glaucoma en un 80% de los casos que hemos estudiado desde la Fundación de Investigación Oftalmológica (FIO) del IOFV”. Aunque esté basado en pacientes de glaucoma primario, “esta tecnología podría suponer en el futuro la posibilidad de realizar un diagnóstico de glaucoma en base a una prueba in vitro, es decir, un análisis de sangre”.