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razones por las que no debes gritar a tu hijo© Istock

Niños

Estas son las razones por las que no debes gritar a tu hijo

Aunque muchos papás pierdan los papeles de vez en cuando, deben saber que gritar a un niño es dañar su cerebro y su autoestima, entre otras muchas consecuencias graves que este comportamiento puede acarrear.


21 de octubre de 2022 - 18:37 CEST

Muchos son los papás que alguna vez en la vida han recurrido a los gritos cuando sus hijos estaban haciendo algo ‘mal’, o cuando se niegan a obedecer una orden.

Hay una creencia general de que los gritos refuerzan la autoridad del padre, amedrentar al niño o, en otras palabras, ‘le meten miedo’, para que haga lo que queremos. Pero en realidad, “lo cierto es que gritar no hace que se tenga más razón ni que los niños obedezcan más. De hecho, utilizar este método como recurso educativo puede ser contraproducente. Cuando les gritas a los niños no sólo estás reconociendo que los pequeños están fuera de control, sino que  tú también has perdido las riendas de la situación ”, asegura Isabel Aranda, psicóloga sanitaria y Chief Content Officer de TherapyChat.

mam gritando a su hija© AdobeStock

1. Por qué no hay que gritar a los niños

“Alzar la voz es una señal de que la situación te supera, se te ha ido de las manos y no cuentas con las estrategias necesarias para resolverla”, explica la experta.

Por tanto, cuando gritas no estarás haciendo otra cosa que enseñar a tus hijos a que cuando una situación sea complicada o ante un imprevisto esta sea la forma en la que reaccionen. “El problema es que los niños terminan habituándose a los gritos, por lo que su capacidad para responder ante ellos disminuye, haciendo necesarios gritos cada vez más fuertes para conseguir el mismo efecto que al principio. Se trata de una escalada muy peligrosa que en muchas ocasiones puede dar paso a otras formas de violencia como estrategia para solucionar los problemas”, añade.

madre e hija conversando© AdobeStock

2. Alternativas que funcionan mucho mejor en la crianza

Existen otras estrategias que podemos usar para evitar recurrir a los gritos cada vez que queramos enseñar algo a nuestros hijos o estos nos ‘saquen de nuestras casillas’. Por ejemplo, la psicóloga nos da estas opciones:

  • Fomentar el diálogo y la reflexión para hacer comprender a los niños las consecuencias de sus actos es un método mucho más eficaz, ya que no sólo se consigue que presten atención a sus comportamientos, sino que asuman su responsabilidad por sus acciones.
  • Otro método efectivo consiste en promover un sistema de límites y normas, previamente pactado con los más pequeños, que regulen lo que pueden o no pueden hacer los niños en casa. Instaurar un sistema de normas claras y coherentes en el hogar ayudará a los niños a ganar claridad respecto a lo que está o no permitido, a la vez que les permitirá reconocer cuándo se están pasando de la raya. De esta manera, será más fácil que puedan reflexionar sobre lo que no han hecho bien y puedan remediarlo sin necesidad de llegar a los gritos.
  • También se puede recurrir a un sistema de puntos para corregir comportamientos concretos. Este método, inspirado en la psicología conductista, consiste en apuntar en una tabla las conductas a mejorar, como, por ejemplo, hacer los deberes a tiempo o recoger la habitación, y puntuar a los niños por cada buen comportamiento hasta alcanzar una cifra determinada, momento en el que se premiará a los pequeños por su buena conducta con un paseo por el parque, una tarde de manualidades o cualquier otra actividad que les resulte atractiva. Eso sí, también es importante determinar con antelación las consecuencias de no cumplir con lo pactado, así los niños sabrán a qué atenerse si no se comportan de manera adecuada.
mam gritando a su hija© AdobeStock

3. Consecuencias de gritar a los niños

Gritar a los niños puede traer consecuencias, y graves. Y es que los gritos tienen un impacto negativo en su desarrollo semejante al de un castigo físico o u otras formas de violencia. “Así lo corroboró un estudio realizado en la Universidad de Pittsburgh en el que se encontró que los niños que son educados a gritos son más vulnerables a desarrollar depresión, ansiedad y problemas de conducta”, asegura la psicóloga.

Asimismo, los gritos también pueden dañar el cerebro infantil debido a la sensación de ansiedad y angustia que perciben los niños cuando se les grita, como si fuera una señal de alarma.

La experta nos habla sobre el estudio que lo corrobora en el que “un grupo de psiquiatras de la Escuela de Medicina de Harvard encontró que los gritos pueden alterar la estructura del cerebro infantil, reduciendo el cuerpo calloso que une ambos hemisferios cerebrales, lo que puede afectar la integración de ambos hemisferios y causar cambios en el estado de ánimo y la personalidad, además de disminuir la actividad en determinadas zonas cerebrales relacionadas con las emociones y la atención”, explica.

mam triste y cansada© AdobeStock

4. ¿Por qué los padres gritan a sus hijos?

Los padres no gritan a los hijos porque sí, sino porque tras esto se esconde un agotamiento psicológico, estrés, cansancio, capacidad de autocontrol… por ello, es bueno aprender algunas técnicas y seguir algunos consejos para tener “alternativas tanto cognitivas como emocionales” para gestionar esos momentos.

“Los gritos nunca deberían ser la alternativa para corregir el comportamiento infantil y educar a nuestros hijos”, reitera la experta.

mam calmando a su beb © AdobeStock

5. Asume que gritar daña a los niños

En la línea del punto anterior, la psicóloga asegura que el primer paso para dejar de tener ese comportamiento hacia nuestros hijos es siendo conscientes de que los gritos no son una estrategia educativa ni disciplinaria y que pueden hacer mucho daño a los niños.

“Esto es fundamental para tomar cartas en el asunto y empezar a regular mejor tus reacciones. De esta manera estarás reconociendo que existe un problema y podrás comenzar a trabajar para solucionarlo, aprendiendo otras maneras de educar más sanas y efectivas”.

ni a intentando robar una galleta© AdobeStock

6. Identifica cuáles son las situaciones en las que sueles gritar

Aunque no tiene por qué siempre ser así, la mayoría de los padres gritan siempre en las mismas situaciones diarias y rutinarias como puede ser en el desayuno, a la hora de hacer los deberes, de que el niño tenga que vestirse, o quiera coger una galleta cuando no le dejas comer azúcar, por ejemplo... “Identificar cuál es tu patrón te permitirá prestar más atención a tus reacciones en esos momentos, descubrir la causa que te lleva a gritar y encontrar una solución más asertiva”.

mam echando bronca a ni a© AdobeStock

7. Evita las situaciones que te generan estrés y hacen que pierdas la calma

Una vez identificadas las situaciones que te generan más nervios y estrés, es hora de poner una serie de normas en casa para evitarlas. La psicóloga nos pone el siguiente ejemplo: “Si eres consciente de que te estresa que los niños se queden en la cama cuando les llamas por la mañana para ir al colegio, establece una rutina en la que tanto tú como los niños os levantéis un poco más temprano. De esta manera, tendrás más tiempo para preparar todo, no tendrás que correr y podrás mantener la calma”.

mam e hijo compartiendo galletas© AdobeStock

8. Pon límites a la situación antes de que vaya a más

Normalmente los gritos aparecen cuando ya ha habido varias advertencias anteriores por parte de los papás, entonces, ¿qué podemos hacer? Limitar tales advertencias.

“El número mágico suele ser tres: tras una primera llamada de atención, se sube el tono y a la tercera llegan los gritos. Una manera de evitar que esto suceda consiste en recurrir a estrategias más contundentes desde la primera advertencia fallida”, dice la psicóloga.

mujer pensativa© AdobeStock

9. Tómate un tiempo para calmarte y recuperar el control de tus emociones

Es importante también estés atento a las señales que te manda tu cuerpo justo en el momento antes de perder el control, cuando las detectes “toma unos minutos para calmarte, respira profundamente y, si lo necesitas, ve a otra habitación hasta que te hayas calmado un poco. Una vez hayas recuperado el control de la situación vuelve a hablar con tus hijos para solucionar el problema”, recomienda la psicóloga para finalizar.