Cada día vemos cómo se le da una mayor importancia a llevar una alimentación saludable y sostenible , no solo cuando ya somos adultos, sino también con respecto a los más pequeños. Los padres comenzamos a preocuparnos por lo que comen nuestros hijos . Y hacemos bien. La alimentación de los niños es un factor clave para la adquisición de una microbiota intestinal eubiótica y saludable, con beneficios para su salud a corto, medio y largo plazo. Aunque los padres no pensemos en esto, sí que nos gustaría que nuestros hijos consumiesen más alimentos de origen vegetal , como parte indispensable de ese estilo de vida saludable que tanto desean.
De hecho, el 69% de las familias así lo afirma y “algunas encuestas reflejan ya que, alrededor del 40% de las familias se inclina por una alimentación respetuosa con los animales y el medio ambiente”, nos dice la Dra. Rosaura Leis Trabazo, coordinadora de la Unidad de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica del Hospital Clínico Universitario de Santiago, además de coordinadora del Comité de Nutrición y Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (AEP) y asesora de Nutricia. Un deseo que, aunque pueda parecer novedoso lo cierto es que esta nueva tendencia se corresponde, en gran medida, con nuestras tradiciones alimentarias. “En nuestra dieta tradicional omnívora, los cereales, las frutas y verduras, las legumbres y los frutos secos representan más de la mitad de las proteínas que ingerimos diariamente”. Sin embargo, los padres no tenemos esta percepción, ¿cómo podemos animar entonces a nuestros hijos a que coman más vegetales?
Microbiota y eubiosis, dos conceptos de partida
Una dieta rica en alimentos vegetales, como hemos comentado al inicio, nos permite crear una microbiota intestinal eubiótica. Pero esto, ¿qué significa? Vayamos por partes:
- La microbiota, nos explica la doctora, “es un ecosistema complejo repleto de bacterias, virus, protozoos, arqueas y hongos que habitan en distintos lugares de nuestro organismo, no solo en el intestino, aunque es aquí donde tiene su máxima concentración, concretamente, en el colon”. Cuando existe una alteración del equilibrio (eubiosis) de esta microbiota, independientemente de la causa, se habla de disbiosis.
- La disbiosis consiste en un “sobrecrecimiento de bacterias y hongos patógenos, a la vez que se produce una disminución de la diversidad microbiana y de bacterias clave en nuestro organismo”. Esto produce una respuesta inflamatoria de bajo grado, pero crónica por parte de nuestro organismo.
Actualmente, nos comenta la doctora, “existen múltiples estudios que han observado una asociación entre la disbiosis y múltiples patologías que, en muchas ocasiones, son las principales causas de mortalidad en el mundo”. Por tanto, modular esa microbiota intestinal y buscar esa eubiosis, “es una de las estrategias para la prevención de la enfermedad desde la edad pediátrica”.
¿Una alimentación saludable pasa por priorizar los alimentos de origen vegetal?
Una alimentación saludable, nos dice, lo que debe ser es “suficiente, variada, equilibrada y adecuada a la edad, sexo, nivel de actividad física y al estado de saludo o enfermedad del niño”. Nuestras dietas tradicionales, tanto la mediterránea como la atlántica, son ejemplo de alimentación saludable y sostenible, lo que, nos dice, “han contribuido a que nuestra población sea de las más longevas del mundo y con una elevada calidad de vida”. En estas dos dietas, las proteínas animales no superan el 50% del aporte proteico diario , por lo que “los alimentos de origen vegetal tienen un importante peso”. Por tanto, no es que deban priorizarse, pero sí tener la presencia adecuada.
Pero no hay que olvidarse de que ese más del 50% del aporte proteico puede venir de las frutas y las verduras, pero también de las legumbres y de los cereales, principalmente integrales. De hecho, “casi un 60% de las calorías de nuestra dieta deberían ser aportadas por los hidratos de carbono complejos, como son los alimentos citados, el 15% aproximadamente deberían ser proteínas y, de este porcentaje, menos del 50% de origen animal”.
Entonces, ¿dónde está ese equilibrio? Como guía, nos dice la doctora, “podemos utilizar la pirámide de alimentación tradicional saludable y tener siempre en cuenta las recomendaciones que las sociedades científicas nos dan, porque nos van a ayudar a ello”. Además, nos da algunas recomendaciones:
- Realizar una programación de la dieta de nuestros niños con tiempo, que sea saludable y sostenible.
- Fomentar que practiquen una actividad física a diario, porque también forma parte de esa base de alimentación saludable.
- Y promocionar, desde los primeros años de vida, un estilo alimentario saludable.
La importancia de la educación alimentaria en los primeros años
Algo que nos destaca la propia doctora y de lo que cada vez oímos hablar más, “es la importancia que tienen los mil primeros días de vida, incluyendo el periodo fetal y la finalización del segundo año de vida”. Para ella, “es una de las mejores ventanas de oportunidad para la prevención de enfermedades asociadas en la infancia y en su salud cuando sea adulto”. Por tanto, la alimentación es importante en la mujer, durante la gestación y la lactancia, así como la alimentación complementaria, con esos primeros alimentos sólidos y líquidos que ingiere el bebé distintos de la leche materna o artificial, o sus primeros pasos en la mesa familiar. “En estos primeros contactos con los alimentos, hay que ir alternando su base, que serían las verduras y frutas, junto a los cereales, con los alimentos más complementarios, como las legumbres, carnes y pescados”. Alrededor del año, un niño debería tener ya una dieta diversificada.
Además, estos días son también el mejor momento para “establecer la aceptación de sabores, que parecen iniciarse en el periodo fetal”. Por tanto, de nuevo, tanto la mujer gestante y lactante es igual de importante que el propio bebé al inicio de su alimentación complementaria. Una buena estrategia para cumplir con esto, nos dice la experta, “sería la repetición en la oferta, puesto que hay estudios que ponen en evidencia que determinados sabores deben ser probados hasta nueve veces para ser aceptados”.
Por tanto, la oferta progresiva y repetida de una alimentación variada con alimentos en cantidad, proporción y frecuencia conseguirá que la dieta del niño responda a las recomendaciones de las sociedades científicas.
¿Y qué ocurre con las dietas vegetarianas o veganas?
El Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría (AEP), al igual que el de la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN) “ no recomiendan el uso de dietas veganas en el niño , especialmente en los primeros años, ya que podrían dar lugar a importantes déficits nutricionales, como déficit de hierro, de vitamina B12 o de iodo”. Por ello, aquellas familias que quieran hacerlo, deben planificarla adecuadamente y, en todos los casos, consultar con el pediatra.