Desde que ha llegado el otoño te sientes más cansado, y estás temiendo cómo te afectará el inminente cambio de hora… En realidad, no hay por qué alarmarse porque se trata de algo temporal, el llamado síndrome afectivo estacional. Pero has de saber que no solo ocurre a los adultos, sino que también puede afectar a los niños. “El cambio de estación puede afectar a las personas presentando sintomatología depresiva con patrón estacional, es decir, solo en un periodo concreto del año. Generalmente, se explica por el impacto que sufre el organismo tras la reducción, en el caso del otoño, o el aumento, en el caso de la primavera, de las horas de luz solar”, nos explica Alba Fernandez Zamora, psicóloga de bluaU de Sanitas.
Cómo afecta el cambio de hora a los niños
Aunque esta sintomatología asociada al cambio de estación es más frecuente en adultos, también puede presentarse en niños y adolescentes. Según la psicóloga estos serían los síntomas más comunes en los jóvenes:
- Cambios en el sueño : tienden a estar más cansados y a querer dormir más, les cuesta más levantarse y las rutinas de la mañana se tornan complicadas.
- Pérdida de interés por actividades: generalmente suele aparecer apatía y desgana por actividades que antes les motivaban y gustaban.
- Cambios en el estado de ánimo: suelen encontrarse más irascibles o más tristes de lo normal.
- Pérdida de motivación por las relaciones sociales: se suelen mostrar más solitarios, prestando menos atención a las personas que están a su alrededor y con menor intencionalidad de relacionarse con los demás.
Pero es que, además de esta apatía y desgana generalizada en el plano personal y social, en los jóvenes puede extenderse al ámbito escolar, haciendo que, incluso, su rendimiento baje. Sobre todo, lo podrás notar a la hora de que el niño se ponga a estudiar o hacer los deberes y, en general, porque todo parece que le cuesta más de lo normal. “El trastorno afectivo estacional puede afectar en la concentración, por lo que puede tener repercusión en la esfera académica de los niños y adolescentes. Generalmente, no se tiene mucha información sobre este trastorno y es frecuente que se observe la repercusión del mismo en el rendimiento académico. Son muchos los profesores que identifican que durante este periodo del año los niños tienen más dificultades a la hora de concentrase en sus deberes, exámenes y el rendimiento es algo más bajo de lo habitual”, asegura la experta.
Qué podemos hacer para motivarles durante esta época
Si observas que tu hijo tiene alguno de estos síntomas en esta época del año, es probable que esté sufriendo el síndrome afectivo estacional. Para animarle y motivarle a salir de esa apatía, la psicóloga recomienda:
- Aumentar el tiempo de exposición a la luz de los niños: por ejemplo, programando actividades fuera de casa, aumentando el tiempo de parque o actividades de ocio al aire libre, actividades extraescolares que les gusten y les motiven... Esto ayudaría a paliar los síntomas leves ya que, el tiempo de exposición a la luz es importante para la segregación de hormonas relacionadas con el bienestar físico y emocional.
- Apoyarles y no juzgarles: es importante explorar cómo se sienten y acompañarlos en las emociones que están sintiendo sin juzgar de antemano sus malas actitudes. Tener una actitud cercana, abrir un espacio de diálogo con tu hijo para preguntarle sobre cómo se siente puede ayudarle a entender qué le está pasando y cómo podemos solucionarlo.
- Ayudarles con los deberes: podemos ayudarles a organizarse de una forma más eficaz, planificar sus tareas y la gestión del tiempo. Por ejemplo, podemos repasar con ellos las actividades que tienen que hacer cada día o los deberes pendientes para el día siguiente. Recuerda que es algo temporal.
- Establecer una rutina adecuada de sueño: intentando que los niños se acuesten y se levanten todos los días a la misma hora.
- Motivarles a estar en contacto con sus iguales: ya que la apatía repercute en no estar tan activo a nivel social. La interacción y la participación en actividades sociales es importante para un aumento del bienestar de los niños.
Lo característico de este trastorno es que tiene un tiempo limitado, es decir, normalmente, tiene una corta duración en el tiempo, de hecho, los síntomas suelen durar aproximadamente dos semanas. “Posteriormente el organismo se acostumbra al nuevo ritmo, propio de la estación, y pasado ese tiempo, los niños vuelven a la normalidad. No obstante, si los síntomas persisten sería recomendable acudir a un especialista para asegurarse de que estos no se deban a otra patología o situación”, advierte para concluir.